Todo lo que esconde un retrato

El retrato de Dorian Gray (1891), de Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray (1891), de Oscar Wilde

Londres, siglo XIX. En su estudio, Basil Hallward, con la compañía de su amigo Lord Henry, termina su última obra: un retrato de cuerpo entero del joven Dorian Gray. El artista, inspirado por su modelo, consigue reflejar toda la belleza que ve en él, y Dorian, hasta el momento inconsciente de su aspecto, comprende que nunca volverá a ser igual que su pintura

El retrato de Dorian Gray (1891) es la única novela del polémico escritor irlandés Oscar Wilde, considerado uno de los dramaturgos más destacados de la época victoriana londinense. En esta obra plasmó todos sus conocimientos filosóficos para crear una melodramática historia de decadencia moral que fue tan alabada como juzgada en su época. D

e la mano de Henry Wotton, nos introduce en una sociedad inconforme en busca de un cambio, que valora la belleza y la posición social por encima de todo.

Cuando se publicó, la crítica no dejó de acusar a su protagonista de ser una figura satánica, corrompida y corruptora, sin comprender que era el héroe de una novela que reflejaba la fatalidad de los románticos. Oscar Wilde había querido hacer de la belleza un refinamiento de la inteligencia, y para ello sumió a su protagonista en una atmósfera de perversión dominada por el arte.

Son tres los personajes principales: Lord Henry Wotton, un hombre con una forma de pensar polémica, mediante la cual Wilde refleja mucho de una visión tan poderosa, casi imposible en esa época; Basil Hallward, el pintor del retrato que representa a la parte social cegada por lo brillante y la perfección externa; y Dorian Gray, quien se sumerge en un autofanatismo radicado en la superficialidad de todo aquello que percibe. A través de ellos, el autor muestra las consecuencias de idolatrar la juventud y buscar solamente el propio bienestar.

Uno de los aspectos más llamativos de la obra es su estilo preciosista. Al autor le preocupaba que sus escritos tuviesen una forma muy cuidada y artística. En este volumen en particular, el lector es capaz de evocar perfectamente los diversos objetos y lugares descritos. Ahora bien, si Wilde es prolijo a la hora de detallar lo más bello, no lo es menos cuando nos lleva por los rincones más sombríos del Londres victoriano.

Resulta innegable, pues, que en esta obra destacan tanto la forma como el fondo; de hecho, uno de sus temas principales es la relación entre la belleza y la moral. El autor hace que cada página contenga una larga explicación de todos sus principios, y los desarrolla en las intervenciones de los personajes para crear una discusión que va más allá de la historia principal, lo que ayuda al lector a formarse una opinión propia de cada uno de ellos.

Su verdadera prioridad era compartirle al mundo su visión sobre la sociedad, su perspectiva ante ciertos temas polémicos del siglo XIX, y su manera tan específica de plasmar la esencia del ser humano. Es un conjunto de información impactante para conocer el desarrollo de la sociedad del Reino Unido. Leer El retrato de Dorian Gray va muchísimo más allá de la historia que uno esperaría contemplar en cada una de las páginas, es estar dispuesto a conocer el enfoque social e incluso personal de la vida de Oscar Wilde.

No cabe duda de que esta es una novela para tomarse con calma, pues esconde múltiples reflexiones filosóficas y está adornada con descripciones muy detalladas. Para compensar esta densidad, su trama es intensa y atrapante, así que presenta un equilibrio bastante adecuado entre el pensamiento y la acción. Oscar Wilde es el claro ejemplo de que la primera función de la Literatura es inmortalizar a la sociedad de la que todos somos parte. 

Podría decirse que los libros, más que al autor, pertenecen a la humanidad, son patrimonio de ella, pese a que algunos hayan mostrado su rostro más deshumanizado. Pues, mientras los tiempos avanzan, los males que acaecen  sobre cada generación parecieran mantenerse inmutables. No es menos cierto que esta obra contiene un alto nivel de cinismo y sarcasmo, opiniones censurables e impopulares; aun así la disyuntiva se nos presenta al completar la lectura, ¿un hombre ha sido retratado o una sociedad ha sido relatada?

Si bien este volumen es una joya de la literatura universal, también estuvo sujeto al señalamiento y la censura, debido a la homofobia que imperaba en el siglo XIX. Muchos pasajes fueron tachados. En 1890 el manuscrito fue enviado a la revista que debía publicarlo. Sin embargo, el editor James Stoddart mostró preocupación por algunas “connotaciones homoeróticas» reflejadas en sus páginas. Más adelante, Wilde realizó varios cambios estructurales, agregó más capítulos (la versión final llegó a 20) y nuevos personajes.

FRASES DE LA OBRA

“Todo retrato pintado con emoción es un retrato del artista, no del modelo. El modelo no es más que el accidente, la ocasión”.

“Conciencia y cobardía son en realidad lo mismo, Basil. La conciencia es el nombre comercial de la firma. Eso es todo”.

“La risa no es un mal comienzo para una amistad, y es el mejor final de todas”.

“Elijo a mis amigos por su belleza; a mis conocidos por su carácter y a mis enemigos por su inteligencia. Nunca se es demasiado cuidadoso en la elección de nuestros enemigos. No tengo ninguno que sea un idiota”.

“El valor de una idea nada tiene ni remotamente que ver con la sinceridad del hombre que la expresa. De hecho, las probabilidades están a favor de que cuanto más insincero sea el hombre más puramente intelectual será la idea, pues en ese caso no estará teñida de sus necesidades, sus deseos ni sus prejuicios”.

“Los que son fieles solo conocen del amor los placeres; son los infieles quienes conocen las tragedias del amor”.

“Un artista debería crear cosas hermosas sin poner nada de su propia vida en ellas. Vivimos en una época en la que los hombres tratan el arte como si este aspirase a ser una forma de autobiografía. Hemos perdido el sentido abstracto de la belleza”.

“Lo peor de tener un romance es lo antirrománticos que nos deja después”.

“El cuerpo peca una vez y acaba con el pecado, pues la acción es un modo de purificación”.

“La juventud es la única cosa en el mundo que merece la pena poseer”.

“La única diferencia entre el capricho y la pasión de toda una vida es que el capricho dura un poco más”.

“Me pregunto quién fue el que definió al hombre como un animal con raciocinio. Fue la definición más apresurada que se haya dado jamás. El hombre es muchas cosas, pero no racional”.

“Hoy en día la gente conoce el precio de todo y el valor de nada”.

“Las cosas sagradas son las únicas que merece la pena tocar”.

“La razón por la que a todo el mundo le gusta pensar tan bien de los demás es que todos nos tenemos miedo a nosotros mismos”.

SOBRE EL AUTOR

Para quien quiera conocer mejor a este personaje, pues casi fue más criatura literaria que escritor, su obra más emocionante fue su vida. Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde nació en Dublín, Irlanda, entonces perteneciente al Reino Unido, el 16 de octubre de 1854. Fue un escritor, poeta y dramaturgo considerado como uno de los más destacados del Londres victoriano tardío. Además, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio. Hoy en día, es recordado por sus epigramas, sus cuentos, sus obras de teatro, su única novela y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su muerte prematura.

Hijo del cirujano William Wills-Wilde y de la escritora Joana Elgee, tuvo una infancia tranquila y sin sobresaltos. Estudió en la Portora Royal School de Enniskillen, en el Trinity College de Dublín y, posteriormente, en el Magdalen College de Oxford, centro en el que permaneció entre 1874 y 1878 y en el cual recibió el Premio Newdigate de poesía, que gozaba de gran prestigio en la época.

Wilde combinó sus estudios universitarios con viajes (en 1877 visitó Italia y Grecia), al tiempo que publicaba en varios periódicos y revistas sus primeros poemas, que fueron reunidos en 1881 en Poemas. Al año siguiente emprendió un viaje a Estados Unidos, donde ofreció una serie de conferencias sobre su teoría acerca de la filosofía estética, que defendía la idea del “arte por el arte” y en la cual sentaba las bases de lo que posteriormente dio en llamarse dandismo.

A su vuelta, hizo lo propio en universidades y centros culturales británicos, donde fue excepcionalmente bien recibido. También lo fue en Francia, país que visitó en 1883 y en el cual entabló amistad con otros escritores. En 1884 contrajo matrimonio con Constance Lloyd, que le dio dos hijos, los cuales rechazaron el apellido paterno tras los acontecimientos de 1895.

Entre 1887 y 1889 editó una revista femenina, Woman’s World, y en 1888 publicó un libro de cuentos, El príncipe feliz, cuya buena acogida motivó la publicación, en 1891, de varias de sus obras, entre ellas El crimen de lord Arthur Saville. El éxito de Wilde se basaba en el ingenio punzante que derrochaba en sus obras, dedicadas casi siempre a fustigar las hipocresías de sus contemporáneos.

También se reeditó en libro una narración publicada anteriormente en forma de fascículos, El retrato de Dorian Gray, su única novela, cuya autoría le reportó feroces críticas desde sectores puritanos y conservadores, debido a su tergiversación del tema de Fausto. No disminuyó, sin embargo, su popularidad como dramaturgo, que se acrecentó con obras como Salomé (1891), escrita en francés, o La importancia de llamarse Ernesto (1895), obras de diálogos vivos y cargados de ironía.

Su éxito, no obstante, se vio truncado en 1895, cuando el marqués de Queenberry inició una campaña de difamación en periódicos y revistas, acusándolo de homosexual. Wilde intentó defenderse con un proceso difamatorio contra Queenberry, aunque sin resultados, pues las pruebas presentadas por el marqués daban evidencia de hechos que podían ser juzgados a la luz de la Criminal Amendement Act.

El 27 de mayo de 1895,  fue condenado a dos años de prisión y trabajos forzados. Las numerosas presiones y peticiones de clemencia efectuadas desde sectores progresistas y desde varios de los más importantes círculos literarios europeos no fueron escuchadas, y el escritor se vio obligado a cumplir por entero la pena. Enviado a Wandsworth y Reading, donde redactó la posteriormente aclamada Balada de la cárcel de Reading, la sentencia supuso la pérdida de todo aquello que había conseguido durante sus años de gloria.

Recobrada la libertad, cambió de nombre y apellido (adoptó los de Sebastian Melmoth) y emigró a París, donde permaneció hasta su muerte. Sus últimos años de vida se caracterizaron por la fragilidad económica, los quebrantos de salud, los problemas derivados de su afición a la bebida y un acercamiento de última hora al catolicismo. Falleció el 30 de noviembre de 1900. Solo póstumamente sus obras volvieron a representarse y a editarse.

CURIOSIDADES

  1. Una de las flores preferidas de Oscar Wilde fue el girasol. Se dice que todas las mañanas compraba dos, entre las más caras, una para él y otra para su cochero. Era en los buenos tiempos, claro. Cuando tenía cochero. Flores procuró tener siempre.
  2. Solía cuidar muchísimo su apariencia. Se le podía ver con abrigos elegantes, zapatos de charol, medias de seda y corbata brillante. También expresaba sus excentricidades en la manera en que decoraba su cuarto: girasoles, plumas de pavo real y jarrones chinos.
  3. Quiso hacer de su vida una auténtica obra de arte y la prueba de eso es la frase que alguna vez le dijo al escritor francés André Gide: “He puesto todo mi genio en mi vida. En mis obras solo he puesto mi talento”. 
  4. Cincuenta años después de su muerte, junto a su tumba colocaron las cenizas del que se consideró fue su primer novio: Robert Baldwin Ross.

(Por María Karla Pérez Romo y Odalis Sosa Dencause)

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