Cuba Arcade en modo supervivencia

Abres Cub Arcade. Cuando vas a comenzar la partida te toca configurar el juego. A la hora de elegir la dificultad, te percatas de que solo hay una: Supervivencia.
Cuba Arcade en modo supervivencia. Ilustración: Carlos Daniel Hernández León

Abres Cub Arcade. Cuando vas a comenzar la partida te toca configurar el juego. Primero debes decidir el idioma. Está el español y el cubano; el primero contiene al segundo, pero posee su propio vocabulario de chancleta y cadencia. A la hora de elegir la dificultad, te percatas de que solo hay una: Supervivencia. Están ahí las otras: Fácil y Medio; pero, cuando pinchas encima de ellas, te aparece un cartel que dice: «Solo el modo Supervivencia ofrecerá la verdadera experiencia de Cuba Arcade». Realizado este paso solo te queda apretar el botón de Start.

Tu personaje aparece dormido. Te advierten que los mosquitos lo atacan. Debes apretar el click —el comando para atacar— una y otra vez para espantarlos. Clickea. Clickea. Clickea. Se propina manotazos en las pantorrillas, en los antebrazos hasta que a ti se te cansa el dedo. Te detienes cuando un cartel te dice que ese enemigo es demasiado poderoso y así no podrás vencerlo. Toca despertar.

Luego, te indican los controles para moverse, derecha, izquierda y adelante. El de atrás no existe, porque en Cuba Arcade solo se vale avanzar, si retrocedes entonces es Game Over; tampoco hay uno para saltar, porque en Cuba Arcade a los problemas se les va de frente, no se les salta por encima. «El personaje tiene hambre», informan en un cuadro de diálogo y te ordenan ir a la cocina para revisar el refrigerador.

Como andas al principio de la partida, no tienes mucho que elegir: un jarro con una leche que es más nata que leche y un pan de hace tres días. Agarras un cuchillo y el pan y lo colocas encima de la meseta. Luego, debes dejar apretado el botón de atacar para picar el mendrugo. Lo realizas de un solo tajo y te felicitan por haber logrado un golpe crítico. Ganas 200 puntos de experiencia y desbloqueas una nueva habilidad llamada: Dar el corte. Funciona para ignorar a aquellos otros jugadores que no te aportan nada.

Toca vestirse, porque andas con un calzoncillo de paticas con unos huecos por donde se salen unos píxeles de nalga. Como mismo sucedió con el refrigerador, al abrir el closet, no tienes mucho que elegir. 

Así que te enganchas un jean con las entrepiernas gastada por el roce de los muslos y un pulover con agujeros en las axilas y te dices que esperas que el personaje no levante mucho los brazos, porque te daría vergüenza ajena.

Sales de la casa y aparece un letrero de «¡Bienvenido a Cuba Arcade, un juego de mundo abierto, solo limitado por las costas de una Isla!». Te comunican tu primera misión: dirigirte al Registro Civil de la ciudad para buscar la propiedad de la casa, porque una prima lejana tuya (principal antagonista) reclama tu castillo-casa como suya.

Te encaminas hacia la parada más cercana. Alguien se aproxima para preguntarte  cómo te fue con los apagones y los mosquitos ayer, pero usas la habilidad de Dar el corte; bastante debes soportar ya como para que te lo recuerden una y otra vez. En el horizonte aparece el ómnibus y se detiene a unos 10 metros de ti. Turbea el comando de Adelante, para alcanzarlo.

Te unes al molote que se forma en su puerta. Un tutorial te explica qué debes hacer para contraatacar. Cada vez que alguien te empuja, lo aplicas; así esquivas y a la vez devuelves el empujón. Mientras realizas dicha maniobra, no debes dejar de avanzar, si no: Game Over. En Cuba Arcade si no avanzas, te quedas en esa.

El juego comienza a cargar un nuevo escenario. Abajo, en vez del clásico Loading, lees: «Como tu computadora es un cáncamo, vete a fumar un cigarrito en lo que terminamos»; eso sucede por elegir el cubano y no el español. Mientras tanto, en la pantalla aparecen imágenes de lo que te espera cuando avances: el jugador en un ring de boxeo con un bodeguero, hackeando un cajero que está off line para poder sacar dinero, haciendo parkour en la azotea para comprobar si el tanque tiene agua. 

El personaje surge, al fin, frente a un viejo edificio colonial que es el Registro Civil. Hay cerca de 30 personas por delante de ti en la fila y, según el cronómetro del juego, debes completar la misión en una hora, porque después cierra la institución y debes regresar al otro día. Piensas que los desarrolladores del juego la trabajaron bien para joderte. Un NPC -jugador aleatorio- de la nada se te acerca y te dice que por un monto x de dinero puede adelantarte; pero, como iniciaste hace poco, andas en números rojos. Cuando te revisas los bolsillos: «Ni lo hagas, estás sin un kilo» —te aconsejan—. Ponte a inventar para que reúnas el dinero». 

Caminas alrededor de la cuadra del Registro Civil y lo único que hallas es un puesto de frituras. Hablas con el vendedor y te ofrece trabajar para él como ayudante. Ganas 500 puntos de experiencia y desbloqueas otra nueva habilidad: Estar en el invento; en la descripción te explican que consiste en buscar monedas de oro de las maneras más inconcebibles.

Debes hacer y vender frituras hasta que logres acumular el presupuesto para pagarle al NPC del Registro Civil, y así poder sacar tu propiedad para que la prima malvada no se quede con tu castillo-casa. Turbea. Turbea. Turbea. Fríe. Fríe. Fríe. Te duelen los dedos de tanto apretar los botones, pero solo te faltan unas moneditas para poder pagarte el turno. 

De repente, a ti, sentado frente al viejo cáncamo que es tu computadora, se te va la luz. Te das cuenta de que te metiste tanto dentro de Cuba Arcade, como si fuera tu propia realidad y no un videojuego, que se te olvidó salvar la partida. Ahora tienes que comenzar todo desde el principio. Esperas que ello no suceda una y otra vez.


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