A escasos metros del Victoria de Girón vive una familia muy peculiar a la que más allá de linajes y afectos le unen cuadriláteros y gimnasios: los “Amador”. Pareciera que por sus venas corre una sangre diferente, con una energía que lo mismo se desplaza a los puños y obliga a subir a un ring, que coloca perfectamente en las anillas para volver triunfador en la gimnástica o da los súper poderes de la halterofilia.
Dicen que el legado comenzó con Lázaro Amador Aguiar, a quien su desplazamiento en una pelea contra un gorila, antes del 59, le valió el sobrenombre de El Rápido. Por eso no sorprende que sea allí, en la que fuese su morada, donde se levanta como altar un rincón del éxito que atesora lauros junto a fotos de los que ya no están, como imborrable recordatorio de su paso por la vida.
De generación en generación se traspasó el “bichito” de la pasión por el deporte que cuando ya no pudo estar 100% activo a través de las dotes del magisterio se destinó a formar relevos en un área deportiva matancera.
De la familia Amador hay mucho por decir, pero si se va a contar la historia, mejor que sea por el inicio…
“HABÍA UNA VEZ…”
Aunque el primer exitoso deportivamente hablando fue El Rápido, la familia refiere que hay que ir más atrás en el árbol genealógico.
“Mi abuelo por parte de madre, Santiago García González, fue masajista de los equipos Henequeneros y Citricultores, y a la vez, entrenador de boxeo de mi papá”, rememora Santiago Amador García, cuyo talento no requirió de guantes como el de su progenitor sino de pesas. “Mi papá, por su parte, luego de practicarlo fue un excelente entrenador de boxeo de la provincia de Matanzas. La academia la hizo en el patio de su casa, con esfuerzo propio, y le puso “Orestes Hernández”, que era su mejor amigo. Tuvo varios resultados llevando atletas a Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE), a la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético Nacional (ESPA) y al equipo Cuba”.
Una publicación de la época asevera que del 50 hasta inicios de 1960 Lázaro Amador “llenó toda una página de emociones para los amantes del boxeo”. En su vida activa se midió con exitosas figuras de aquellos tiempos destacando por su destreza en el cuadrilátero.
“Mi madre no practicó deportes, pero ha sido una excelente madre”, comenta Santiago quien refiere con orgullo que también su hermano, Lázaro Santiago Amador García, sobresalió en el deporte. “Era gimnasta del equipo Cuba, de los mejores gimnastas que ha dado la Isla, de la época de Casimiro Suárez y León Richard. Participó en Panamericanos, Centroamericanos y Mundiales, cosechando muchos éxitos a nivel internacional.
“En mi caso fui pesista, entrenado por Julián Correa, más conocido por el Yagua, de los mejores preparadores que ha tenido la provincia. Salí de la ESPA provincial para el equipo nacional, siendo cuatro veces campeón nacional de Cuba, en categorías juvenil y escolar, con un récord. Obtuve una medalla de plata en el Centroamericano de los años 90, seis oros en el Panamericano y un bronce en el Campeonato Mundial.
“Esta es una familia deportista, desde la generación más vieja hasta los más jóvenes”- y mientras lo asevera deja escapar una sonrisa a la vez que clava su vista en su retoño más pequeño, Leonardo, quien le siguió los pasos en la halterofilia.
“La familia es lo más grande que hay en la vida. Por desgracia muchos han fallecido, cinco miembros en los duros tiempos de la Covid, entre ellos mi papá y mi hermano”.
UNIDOS POR EL DEPORTE
En línea recta y a poquísimas cuadras de la casa de El rápido se encuentra la morada de los Amador-Padrón, casi rozando con las márgenes del río San Juan. Quien se adentra en ella no imagina la trascendencia de sus habitantes, validada con reconocimientos y medallas en arenas internacionales. Hay que buscar bien para detectar los tres trofeos que apenas destacan en la sencilla salita donde atrapa a la mirada una instantánea familiar.
A Ordelinda Padrón Román y Santiago Amador García, además de dos hijos, los une el amor por el deporte que se remonta a sus tiempos en activo. “Yo nací en Camagüey donde a los cinco años empecé en el entrenamiento de la gimnasia artística que en aquel momento se llamaba gimnástica”, recuerda la exatleta, quien actualmente se desempeña como entrenadora en un área deportiva de la ciudad de Matanzas.
“Con 10 años fui campeona nacional e ingresé en la Escuela Nacional de Gimnasia. Como miembro del equipo Cuba fui a muchas competencias: Juegos Juveniles de la amistad, torneos Moncada, un Panamericano Juvenil en México donde cogí segundo lugar y el logro más importante que tuve en la carrera fue la participación en un Mundial en 1989, donde quedé entre las 36 mejores atletas y me dieron el sello “Gimnasta de clase mundial”.
Aunque ya no lo practica, basta ver el cuerpo de Ordelinda para suponer que fue atleta: la definición de sus músculos le delata. “El deporte me separó de mi otra familia, porque desde los 10 años me fui a prepararme para La Habana”- remonta en el tiempo y sus distancias y mientras lo hace la nostalgia anuda la garganta y abre el grifo de los ojos. “Pero me compensó con regalarme un esposo y unos hijos maravillosos. A mi esposo, con quien llevo 37 años de relación, lo conocí en el Cerro Pelado, pero producto de una luxación en el hombro en algún punto tuve que dejar la gimnasia”.
Desde la cocina, tan profundo como el olor a café recién colado, calan las palabras del patriarca que se regocija de su pareja: “Estoy casado con una gloria deportiva con resultados mundiales- y con emoción contenida continúa adentrándose en el legado familiar- Mi hijo mayor, Santiago Amador, fue boxeador del equipo nacional, miembro de la preselección, dos veces campeón del Playa Girón, compitió en una Serie Mundial y un Centroamericano”.
“Yo en realidad no quería que fuera boxeador”, manifiesta ella. “No me gustan los deportes de combate, soy una persona pacífica. Pero estaba el otro bichito que era el del abuelo. Cuando tenía 8 años sí lo dejé apuntarse para que aprendiera algo de defensa porque siempre fue chiquitico y flaquito, y el deporte se practicaba al lado de la casa. Al pasar el tiempo, cuando intenté alejarlo me dijo: “mami, esto es lo que quiero hacer”. Le dije e hice de todo para que dejara el boxeo y no logré convencerlo. Y llegó al equipo nacional”.
En las afueras de la casa, intentando escapar de micrófonos pero tan cerca como para escuchar cada detalle de la historia contada por sus padres, permanece Leonardo Lázaro, quien labró su trayectoria en el mundo de las pesas.
A mucha insistencia no le quedó más que admitir por qué también él asumió el mismo camino. “Imagínate, desde chiquito ver a mis padres, a mi abuelo y a mi hermano inmersos en este mundo pues indudablemente yo también quería vincularme a los deportes. Escogí el judo primero pero por dificultades el área cerró y así es como llego a las pesas. En el primer año fui subcampeón provincial y en el segundo repetí el lugar y me captaron para la EIDE.
«En la categoría 13 y 14, de 42 kilogramos, obtuve tres medallas de plata en el evento nacional, y en la edición siguiente, división 46 kilos, gané tres oros y fui el “más técnico”. En categoría 15 y 16, 48 kilos, obtuve oro plata y bronce, alcanzando el oro en el total. En la Copa Cerro Pelado, competencia nacional con invitados de otros países, quedé en el tercer escaño. Como entrenador de pesas llegué a ser subcampeón provincial con mis alumnos”.
PASIONES QUE TRASPASAN LA FAMILIA
Leonardo Lázaro es licenciado en Cultura Física y trabaja junto a su madre entrenado gimnastas, mientras que su padre es asesor técnico en el gimnasio. “Para trabajar con los niños hay que tener sobre todo mucha responsabilidad porque puedes poner en riesgo la vida de un niño que no tiene noción del peligro, y también constancia, que es ahí donde está el secreto del éxito”.
“Como trabajadores del INDER por las mañanas hacemos reuniones, preparaciones metodológicas y visitas a las escuelas. En la tarde nos incorporamos a las áreas deportivas para trabajar con los niños”, comenta Ordelinda, quien asegura que formar relevos es su pasión. “Lo que me choca es que en el gimnasio no tenemos condiciones, ni aparatos, ni colchones. Me gusta lo que hago pero me siento frustrada porque no puedo aportar gimnastas, aunque sí lo pude hacer en el clavado donde dos niñas que entrené son actualmente miembros del equipo nacional”.
Además del deporte existen otras motivaciones en la familia. Santiago Amador es colombófilo, con cerca de 180 palomas bajo su custodia y entrenamiento. “Este domingo premiaron tres. El pasado año tuve la mejor medio fondo, y un pichón con 8 salidas, de ellas 7 premios. Este año se han perdido muchas palomas buenas, porque han hecho tiempos malos que las desorientan. Compito además con gallinas pura raza y paloma de fantasía. Llevo más de 20 años asociado a la cría de palomas de fantasía, con premios provinciales y nacionales.
En el hogar además de por el deporte se desborda la pasión por los animales. Hay cerdos, vacas, perros, pavos reales, ocas… “Pero la familia es lo primero. No seremos la perfecta, pero nos entendemos y nos llevamos bien. Para todos la familia es lo más grande”.