Nostalgias de un mochilero: ¡Cero homofobia!

Nostalgias de un mochilero: ¡Cero homofobia!
Nostalgias de un mochilero: ¡Cero homofobia!

Recuerdo aquella anoche en la Universidad cuando mi amigo Osmany lloraba a lágrima suelta como todo un hombre. Yo estaba preocupado, me costaba descubrir qué le agobiaba tanto. Grande fue mi desconcierto cuando me confesó la causa: ¡era gay!

En ese instante no supe cómo actuar, solo atiné a decirle: “Asere, seguirás siendo mi amigo, ¿cuál es el problema?”, pero seguía llorando a lágrima suelta. “¿Qué te pasa? ¿Te gusto acaso? Mientras me respetes no hay lío”, le dije yo, porque no lograba entender la situación. ¡Pa qué fue aquello!, aumenté su angustia, y juro que solo quería ayudarle porque era mi amigo, de los mejores.

“Ves, ese es el problema, temo el rechazo de mis amistades”, logró balbucear. Lo entendí todo. Hablé con él por espacio de una hora. Su orientación sexual nada cambiaría entre nosotros.

“Vamos a comer que hay pollo en el comedor”, le dije mientras intentaba incorporarlo sujetándolo por un brazo. Cuando avanzamos por las escaleras, para distender la tensa situación, le dije a manera de chiste: “¿Me estás vacilando asere?”, y casi sobreviene otra recaída.

Finalmente, Osmany halló la plenitud desde el amor a su compañero, ambos son dos grandes profesionales. Siempre que brota el tema gay o de la homofobia pienso en él y en tantos otros valiosos compañeros que he conocido a lo largo de mi vida, casi todos en la universidad. Si algo me demostró el tiempo, ese viejito de gabán ajado, fue la inteligencia de esos seres, vilipendiados en el pasado, no solo en Cuba, sino en el mundo entero, y también hoy.

Recuerdo a Vin, una estudiante vietnamita, loca y feliz y muy buena gente. ¿Qué estará haciendo hoy? Estudiaba Sociología. Su trabajo de diploma versó sobre la problemática homosexual en su país. Me aseguró que allá en Vietnam eran discriminados duramente, pero que aun así publicaría su tesis en forma de libro.

Todavía resulta difícil ser gay, lo sé por mis amigos. Ser diferente desde niño en una sociedad machista como la nuestra debe resultar dramático; incomprensión en el seno familiar, en la escuela, burlas, comentarios hirientes, desconfianza…

Mis ansias de justicia me inclinaron a apoyar a los homosexuales desde edades tempranas. En mi barrio vivían dos hombres Eran muy queridos, siempre estaban atentos a las necesidades de los demás. Jamás escuché a nadie referirse a ellos de manera despectiva.

En el preuniversitario defendí a capa y espada, pese a las chanzas de algunos, a un muchachito enjuto y tímido que siempre resultaba víctima de las burlas y maldades de los demás. Me obsequió el Nuevo Testamento; gracias a él me interesé desde una postura crítica por la religión. Todavía no llego a comprender por qué muchos homosexuales se refugian en la Biblia, quizá el primer documento discriminatorio hacia la homosexualidad. Tal vez de ahí estribe la creciente inclinación de homosexuales incorporados a la religión yoruba.

Recuerdo que hace un tiempo me dirigía a mi casa luego de una agotadora jornada laboral. Siempre bordeo el río y desemboco en la bahía, posibilidad que me brinda mi hermosa y mágica ciudad. Cerca de mi habitual recorrido, se halla un centro nocturno que era muy frecuentado por homosexuales: las Ruinas del Matasiete.

Un día al pasar por allí se me acercaron de improvisto tres personas, una pareja acompañada de un joven. Salían del lugar discutiendo airadamente.

Miré al cielo y pensé que me sentía muy cansado para problemas. Con mucha educación el mayor se me acercó, no sin rociarme el rostro con su aliento etílico:

—Compa, puedo hacerte una pregunta —me dijo.

—Vale —respondí.

—Mi hermano está acomplejao, dice que las Ruinas es de ´maricones´, pero yo pienso que el lugar es normal, además, ¿si no se meten conmigo, porque voy a sentirme mal?

Quedé estupefacto ante tal razonamiento. No era un intelectual, más bien, por su forma de hablar entendí que era un humilde vecino de barrio, quizá víctima y hasta reproductor del machismo ancestral.

Le confié que yo había estudiado en Santa Clara; que existía El Mejunje, un lugar parecido; que los gay se sentían bien cuando a sus espacios frecuentaban heterosexuales, era como una forma de admitirlos y respetarlos.

Sobre este tema escribí una vez en el lejano 2011, cuando comenzaba a gestarse en Cuba un Movimiento en Contra de la Homofobia, liderado por Mariela Castro Espín y el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).

Cuba celebra Día Internacional contra la Homofobia
Nostalgias de un mochilero: ¡Cero homofobia!

Mucho ha llovido desde entonces. En más de una ocasión Matanzas acogió Jornadas de Lucha contra la Homofobia y la Transfobia. Sin embargo, pecaríamos de ilusos si creyéramos que la batalla contra la discriminación sexual está ganada.

Hace unos días apenas, mientras degustaba un café en un establecimiento particular, escuché las frases más hirientes, ofensivas y discriminatorias contra los homosexuales. Lo alarmante recae en que se trataba de mujeres jóvenes que arremetían con dureza contra esas personas.

En un ataque de pasión pensé publicar un texto con el título de «Matanzas, la más homofóbica de todas», pero preferí esperar a que sobreviniera la calma.

Recuerdo que años atrás, cuando estudiaba en la universidad y me dirigía de madrugada a la Terminal de ómnibus de Matanzas, para anotarme en la lista de espera, presencié en más de una ocasión cómo los homosexuales eran hostigados por la policía, cuando la fama del centro nocturno Ruinas del Matasiete comenzó a trascender los límites provincianos. Hoy esas cosas no suceden.

Sé que la homofobia y los prejuicios, esas construcciones sociales que se reproducen, deben combatirse a diario. También sé que mis amigos homosexuales, los que conozco, lucharán por su felicidad, seguirán haciendo del amor una locura, y de su preferencia un orgullo, por ellos no me cansaré de sensibilizar y sumar a muchas más personas a que planten la bandera multicolor contra todo tipo de discriminación.

Lea también

Homofobia: "Malo que fuera Homosexual". Imagen tomada del perfil de Freepik en Pinterest

“Malo que fuera homosexual”

La homofobia, la transfobia y la bifobia expresan el miedo y la aversión irracionales a la homosexualidad y a la comunidad LGBT, fundados en prejuicios y síntomas, ante todo, del patriarcado…

Recomendado para usted

Foto del avatar

Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *