Poesía a domicilio

Entrega a domicilio de la poeta Dalila León Meneses (Sancti Spíritus, 1980)
Entrega a domicilio de la poeta Dalila León Meneses (Sancti Spíritus, 1980)

¿Cuánto te alimenta un poema?  -vuelve a rondarme la pregunta. Fue la cultura helenística quien nos legó la importancia de alimentar además del cuerpo, el espíritu. Concepción que los románticos y a su vez los  simbolistas defendieron hasta el extremo de padecer las penurias del hambre, pero nunca las penurias de no poder permitirse escribir o leer.

Mientras mi mano derecha sostenía una lata de refresco de 12 pesos, hace años por supuesto, cuando eso costaba una lata de refresco, y mi mano izquierda sostenía un libro de poemas, la pregunta terminó convirtiéndose en parte de un poema titulado Información Nutricional que aparece en mi primer poemario Habitantes de Marte, publicado por Ediciones Aldabón.

Feria Internacional del Libro: el hambre material y el espiritual

¿Cuánto te alimenta un poema?, volví a preguntarme luego de leer Entrega a domicilio de la poeta Dalila León Meneses (Sancti Spíritus, 1980) publicado bajo el mismo sello editorial antes mencionado. La pandemia de covid-19 contribuyó al aumento de los servicios de transportación de mercancías convirtiendo al negocio en el único sector en crecimiento en esta época. Para suerte nuestra y quizás no tanto como quisiéramos, los libros también, al igual que los alimentos, comenzaron a tocar las puertas de los hogares. 

Poeta Dalila León Meneses (Sancti Spíritus, 1980), autora de Entrega a domicilio

En la superficie los poemas de Dalila se disfrutan como entremeses debido a su extensión, la mayoría apenas sobrepasan los 10 versos, pero cada uno está nutrido en su interior con lo mejor que la poesía nos puede transmitir: una suma de belleza y extrañeza. Léase el poema He visto secarse: he visto secarse / un helecho en mi ventana / Hasta hoy / sus raíces se aferran / a la madera podrida / ignorando / la sed de quien observa / bajo el peso de la luz / su muerte.

En la nota de contracubierta Derbys Domínguez nos advierte como buen sommelier que ha catado cada una de las 123 páginas del libro: “Siendo mujer, utiliza con suspicacia aquellas palabras que le permiten habitar la realidad de manera oblicua o transversal, distribuyendo su peso, sus densidades, sin desespero ni gritos al interior del poema, en la áspera transparencia de su musicalidad, mientras organiza el efecto del caos encima de la hoja en blanco”.

Entrega a domicilio de la poeta Dalila León Meneses (Sancti Spíritus, 1980)

El sujeto lírico o bien en este caso la sujeta lírica se sostiene de un universo dual entre el arts poética y el arts alimenticio, téngase como antecedente su poemario Bon Appétit, premio Pinos Nuevos (Letras Cubanas 2014). Para Dalila la nutrición entre cuerpo y espíritu es una sola. El misterio de su escritura, la forma en que conjuga ambos cuerpos, el tangible  y el  intangible se resumen en su poema La vendedora cierra el horno: Estarán en diez minutos-explica / Luego se sienta / bajo el cartel que anuncia las pizzas / como la mariposa negra / que descansa / inmóvil / en la pared.

Precisamente, y en clara sintonía con la atmósfera de los versos de Dalila, la obra que acompaña la cubierta del libro se titula El secreto de las paredes, del artista visual matancero Alexis Plasencia (Jovellanos, 1987). El bodyart,técnica en la que Alexis ha desarrollado una sólida carrera que lo coloca entre los punteros en esta modalidad en la isla, capta las esencia del poemario donde arte y cuerpo se funden.  

Hoy el mundo está llegando a nuestros hogares, las distancias entre lo que queremos se acortan, pero hay que pensar qué consumimos. Si para el neurobiólogo francés Jean- Marie Bourré, en su libro La dietética del cerebro, afirma que comer mal atonta, al transpolar esa idea se puede afirmar que leer mal y malo atonta. Por suerte, la entrega a domicilio que nos propone Dalila León Meneses si se quiere ver es un lujoso plato gourmet accesible a todos y todas, un libro que más allá de su propio título bien debería llegar y tocar el aldabón de cada puerta. (Por: Brian Pablo González Lleonart)

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