Feria Internacional del Libro: el hambre material y el espiritual

Un amigo poeta en un texto llamado Información nutricional, que siempre me ha parecido certero en su lirismo, se pregunta: “¿Cuánto alimenta un poema?”.

Onelio Jorge Cardoso contaba que el hombre poseía dos hambres, la material y la espiritual. Yo digo que al satisfacer la primera se subsiste nada más, solo cuando matamos la segunda comenzamos a vivir.

Sin embargo, por desgracia, como en la clásica escena de Chaplin con el zapato, no podemos comernos un libro con babero, cuchara y tenedor, y luego frotarnos el vientre y exclamar lo repleto que estamos. 

Dentro de poco, a Matanzas arribará la Feria Internacional del Libro (FIL). Ocurrirá en un momento donde la nación padece una de las situaciones económicas más complejas de los últimos años, entre escaseces y déficit y oscuridades. 

Por tanto, se entiende que este evento cultural no podrá realizarse con las mismas pompas y recursos que en épocas anteriores. Hablamos, incluso, de la variedad y la cantidad de la oferta. 

La cultura puede ser escudo y espada de la nación, pero, si el guerrero no posee fuerzas para levantarlos, no resultan de mucha utilidad. Incluso, aunque exista la voluntad de realizar una “fiesta del libro y la lectura», como reza el eslogan, no siempre la logística favorecerá tal empeño. 

Probablemente, la FIL se efectúe en medio de cortes del servicio eléctrico, con un transporte mermado para trasladar autores y ediciones, entre otros obstáculos. 

El difícil contexto tampoco debe emplearse como parapeto o excusa para cuestiones organizativas o que se podrían resolver con un poco de empeño y creatividad. 

Muchos por ahí aseguran que el mundo gira como a la velocidad de una máquina para probar cuánto resisten los individuos la fuerza centrífuga, como test de astronauta. Entonces, para agarrarle el ritmo, quedan atrás prácticas más calmadas y lentas como la lectura. 

Creo que ello no sucede así, solo que las maneras en que leemos no resultan las de siempre. Sin embargo, las novelas, los ensayos, los poemas, aún constituyen ventanas para asomarse al hombre o, al contrario, para huir de nosotros mismos y nuestra circunstancia.

Tal vez no existan las condiciones ideales para desarrollar la Feria en toda su magnitud; mas, ello no puede significar que no se realice una celebración digna. 

Por ejemplo, no debemos permitir que la venta de material de oficina, de bisutería o de afiches de bandas de K-Pop sea el centro de las festividades. Si ocurriera así, la promoción literaria pasaría a un segundo plano o tercero, si tenemos en cuenta la gastronomía. 

No dejemos que el hambre material se imponga con sus dientes omnívoros. Si se elimina el alimento del alma, seremos puro cascarón. Aunque sea con lo mínimo imprescindible, habrá de sostenerse la cultura; pero, inclusive, la pequeña porción que se mantenga, debe ser de calidad, alejada de flagelos como la colonización, la banalización y el mercantilismo de garroteros

También resta trabajar en la aceptación y el buen funcionamiento de alternativas para el golpeado sistema editorial cubano, como el libro digital, ante la falta de papel o tinta.

Mi amigo, en un momento diferente de su poema, le lanza otra interrogante al lector: “¿Cuánto pesa el verso en el estómago?”. La respuesta resulta muy sencilla, no pesa nada. Mas, ello no significa que no vaya a llenarte hasta reventar.

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