Pocas cosas me exasperan tanto como tomarme demasiado en serio aquello que no lo es. Por ello, odiaría convertirme en una de esas personas capaces de llamar la atención sobre el tema más desenfadado del mundo y desgastarlo con mil vueltas filosóficas; pero, llegados a este punto en la historia de la humanidad donde a veces los memes propugnan más una filosofía llamativa para los jóvenes que los libros, correré el riesgo.
Luego de advertir cierto fenómeno en repetidas ocasiones, esta vez prefiero quedarme observándolo y decir algo al respecto, antes de seguir mi camino por otros derroteros mentales. Quiero reflexionar sobre “Un día eres joven y al otro te llaman señora”, “Un día eres joven y al otro estás diciendo ‘Sí, quiero’”, “Un día eres joven y al otro odias la música alta”, “Un día eres joven y al otro riegas plantas”…; creo que se entiende a dónde pretendo llegar.
No voy a negar que me he reído y hasta identificado en más de una oportunidad con esta seguidilla de la industria memera, compartida en sus historias de redes sociales por amigos y pseudoamigos, por familiares y contactos sin mayor vínculo que el telefónico, y, particularmente, sí, los jóvenes. Qué paradójico, y qué lógico a la vez: a juzgar por observaciones y búsquedas con las que sustento esta minitesis, nadie mejor que un veinteañero para quejarse de su porvenir más íntimo, de responsabilidades comúnmente ligadas a su edad, de achaques que no sufre y penalidades que poco padece.
He notado que la adolescencia, tras la pantalla del celular, prioriza otras preocupaciones, incluso, se muestra, en gran parte, deseosa de cambiar notas por salarios. Los treintañeros suelen mostrarse más conformes y orgullosos del cúmulo anual en sus costillas. A partir de los 40, el contenido de publicaciones graciosas varía en temática. Me centro, por tanto, en ese sector más o menos contemporáneo conmigo que, de las tantas horas que exigen sus trabajos o tareas hogareñas, una buena cantidad se las pasa posteando lo mucho que las sufre.
Claro, no es menos cierto que el apretón de circunstancias en que nos despertamos diariamente conlleva un metafórico aceleramiento del ciclo vital. El habitual “naces-creces-te desarrollas…” se ha convertido en un “naces-a duras penas te gradúas-a duras penas trabajas…” para muchos jóvenes adultos de este presente tan peculiar, y durante el transcurso del proceso se han colado la necesidad de empleo, la emigración o la toma de responsabilidades familiares anticipadas entre las prioridades de muchos.
Compartir un meme de esos que te hacen reírte de tu situación es, cuanto menos, liberador. Un descompresor de energía retenida. Hasta seguro estoy de que te falta tiempo para dedicar una parte de tus datos móviles a eso, si tu esfuerzo es constante y tu fuerza de voluntad no es una pose. Con solo fijar esa autoparodia tuya como estado de Whatsapp (por ejemplo, que envejeciste en tu forma de ser a causa de tanta faena), hasta que se pueda, será el momento equivalente a esa salida con los “panas” que tanto te gustaría hacer realidad, y te irás a dormir echándote unas risas.
Ahora bien; más allá del chiste, no creas del todo eso de que dejaste de ser joven por una causa de fuerza mayor. Sí, gracias a los psicólogos y sociólogos, sé que lo haces, que te creas patrones de opinión y conducta con los cuales encajar siempre en un determinado círculo social, como hacemos todos. No seas tú quien cometa el error de legitimar frases que te desmotiven, ya que bastantes razones hay ajenas a ti para fomentar el desánimo dentro y fuera de tu círculo social.
Ni la realidad más gris ni la economía más apretada ni el sueño más incumplido de tu almohada tienen la potestad de agriarte por dentro. Una simple tendencia en las redes no debe conducirte jamás al punto de ver en la madurez un defecto cuando, con lo duros que están los tiempos, es la mayor suerte con la que puedes contar. Lo demás, y de los psicólogos vuelvo a agarrarme, es normal a tus años: dudas, aspiraciones, inquietud…
Por cierto, es verdad que los memeros piensan en todo, tanto así, que alguno se me adelantó: justo ahora recuerdo haber leído, casualmente hace poco, “Un día eres joven… y al otro también”.
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