Mártires de Las Pascuas Sangrientas, en el recuerdo eterno

En los últimos 10 días del mes de diciembre de 1956, durante el Gobierno tiránico de Fulgencio Batista Zaldívar, aconteció en la zona norte del oriente cubano lo que la historia recoge en sus anales como Las Pascuas Sangrientas, por el sadismo mostrado por las hordas criminales al mando del tristemente recordado coronel Fermín Cowley Gallegos, jefe del Regimiento # 7, perteneciente a la Guardia Rural de Holguín.

El alzamiento del 30 de noviembre por jóvenes revolucionarios y el desembarco, el 2 de diciembre, del yate Granma con 82 valientes expedicionarios, comandados por Fidel Castro Ruz, sirvieron de justificación para la barbarie, para segar las vidas de un numeroso grupo de valerosas personas, muchas arrancadas de sus hogares, sobre todo de noche y madrugada, para acribillarlas a balazos o ahorcarlas, luego de crueles torturas.

También el conocimiento por el Gobierno de facto —imperó mediante un golpe de Estado desde el 10 de marzo de 1952— de que próximamente, de las costas de Estados Unidos saldría hacia Cuba un barco (Corynthia), con jóvenes a bordo dispuestos a morir por la libertad de su Patria, fue utilizado por el sátrapa para ordenar la muerte de sus opositores residentes en aquella región oriental, así como de Las Tunas, Bayamo, etc., con la mano ejecutora de Cowley, desmedido en su expreso deseo de mostrar su servilismo y así ascender en la cúpula del oprobioso régimen militar.

La brutal y sanguinaria represión no tuvo freno, bajo las garra del coronel con delantal de carnicero cayó lo mejor en esos momentos del pueblo holguinero, pertenecientes al Movimiento 26 de Julio, Partido Socialista y otros de agrupaciones populares, todos fervientes soldados que heredaron del legado del Maestro José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, Máximo Gómez, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo y Juan Gualberto Gómez, entre otros, la valentía y decisión de morir o vencer por ver a su Patria libre de un tirano amamantado por el Gobierno de Estados Unidos de ese entonces.

De aquella orgía sangrienta y tiránica pasaron a la posterioridad como Mártires de la Revolución en ciernes, triunfante el 1.o de Enero de 1959, hombres como Rafael Orejón —primero de los caídos en las llamadas Pascuas Sangrientas—, Pedro Díaz, Loynaz Hechevarría, Jesús Feliú, Luis Peña, Alcides Pino y Dagoberto Sanfield. Así como Manuel Ángulo, Atanagildo Cajigal, Oscar Lucero, asesinados posteriormente, y muchos otros que murieron en brazos de la Patria agradecida.

Ellos conforman el martirologio de los más de 20 000 cubanos que ofrendaron sus vidas por Cuba durante la cruenta batalla librada en el llano y las montañas.

Cuando en la actualidad algunos pretenden tergiversar la verdad y confundir con la mentira, además de querer hacer olvidar aquellos momentos de profundo dolor y muerte, basta recordar estos hechos, no salidos de la mente y manos del más excelso intelectual literario, sino de la realidad infernal que sufrió el pueblo cubano debido a las hordas inescrupulosas que bajo la batuta de Batista y su coronel Fermín Cowley —ajusticiado por un comando revolucionario el 23 de diciembre de 1957— hicieron padecer a este pueblo.

Pueblo ahora libre y soberano, porque sus mártires y héroes lo honraron con su valiente entrega en sangre y vidas, para que sea imperecedero su recuerdo, porque ellos viven más que nunca entre sus hermanos cubanos, agradecidos de su gloriosa ofrenda.

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