Entiendo la sutileza como la manera que tenemos de realizar una acción para lograr un cometido sin parecer tan evidentes, sin que “se noten los subtítulos” o nos delatemos nosotros mismos.
Este principio se puede aplicar en la vida privada de cada cual, pero en este texto en específico quiero referirme a lo político. Dicho ámbito en nuestra Isla nos circunda como el mar, y por tanto no podemos ser ajenos a él, ya sea por las mediaciones foráneas o las internas. Al final, la política define bastante cómo se desarrolla tu vida en sociedad.
Existen diversos modos de hacer política, pero con marcada frecuencia hay quien asume que solo utilizar consignas a diestra y siniestra o realizar actos y entregar diplomas clasifican como tal. Sin embargo, esta constituye solo una de las maneras y, de tanto repetir los mismos patrones, la hemos conducido al borde de lo burdo.
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A principios del siglo XX, los primeros estudiosos de la comunicación propugnaban una teoría que nombraron de la aguja hipodérmica, la cual afirmaba que, entre más información sobre un tema en concreto le inyectaras a las audiencias, más estaría dispuesta a seguir tu discurso. Mas, pronto esta quedó desechada, porque en lugar de convencer, lo que lograba era atiborrar.
Me apoyo en la situación anterior para comentar que debemos evitar eso: sobrecargar a las personas con recursos tan directos, porque ello puede causar la pérdida de credibilidad, el aburrimiento y la abulia.
Por ejemplo, muchas veces cuando vamos a un acto sabemos lo que sucederá antes de que suceda. La asistencia a varios de ellos a través del tiempo nos otorga el poder de clarividencia: las mismas canciones de siempre, un número cultural, la entrega de carnés y las palabras centrales. El protocolo y la ceremonia se pueden cumplir mientras se ofrece un momento diferente, más natural y dinámico, y atemperado a esta época que utiliza otros códigos.
En las redes sociales no puede convertirse el “hacer política” o el ciberactivismo, como se le nombra, en el simple ejercicio de compartir contenido, muchas veces sin atractivo desde el punto de vista del diseño o con mensajes simplistas como si fuéramos bots, o escribir una y otra vez los mismos hashtags que se han transformado en las consignas de la web. No lo interpreten como que ello no se debe hacer bajo ninguna circunstancia, pero sí que no puede ser todo el tiempo.
Debemos cuidarnos de las prácticas rústicas; aunque sé que en estas puede intervenir el cansancio o lo difícil que resulta romper esquemas que durante muchos años han estado ahí, inamovibles. Las batallas de las mentes y las ideologías, como las de cuarta generación en que nos encontramos hoy, no se ganan solo con una carga de caballería, sino también con inteligencia, con el actuar delicado; con los tanques pensantes, no solo los de guerra.
Para combatir lo burdo, que puede ser tan contraproducente como los ataques externos, se debe emplear factores como la sutileza, la ciencia y la innovación. No temamos, por tanto, a la evolución de los lenguajes y al vaivén de la modernidad.
La mejor forma de “hacer política”, o de fomentar ideología, consiste en trabajar para el pueblo, para que nadie quede desamparado o desatendido, y buscar la mayor cantidad de soluciones o alternativas con la economía y recursos disponibles.
Excelente artículo. Lucidez. Hay que construir y consolidar una hegemonía comunicacional y cultural SOCIALISTA. Este artículo es una muestra de lo que se debe generalizar para logralo. Saludos. Éxitos y gracias.