Entre los cubanos, diciembre abre sus puertas jubilosamente con la celebración en su tercera jornada del Día de la Medicina Latinoamericana, en honor a los natales en esa fecha del año 1833 del descollante científico y compatriota Carlos J. Finlay.
Nacido en la ciudad de Camagüey y bautizado con certeza bajo el nombre real de Juan Carlos Finlay y Barrés, no Carlos Juan, como la mayoría suponía hasta hace poco tiempo, se ha de aceptar nombrarlo simplemente con su original rúbrica de Carlos J. Finlay, aunque parezca impropia por las reglas del idioma.
Nada satisface más a sus coterráneos de hoy, a 190 años de su venida al mundo, que homenajear a este gigante de la ciencia nacional en sus albores, cuyo apelativo es estandarte de pensamiento de avanzada, lucha y gloria, en todas las épocas.
Eminente epidemiólogo, aportó a la medicina cubana y universal el descubrimiento irrefutable del agente transmisor de la fiebre amarilla, cuyas epidemias asolaban en aquel periodo a la región de las Américas y otros enclaves del planeta, un logro descollante que le intentaron arrebatar de manera ruin y vergonzosa.
En el ejercicio incansable y a todo terreno de su profesión, y como miembro ilustre de la Academia de Ciencias de Cuba, además hizo valiosos estudios favorecedores de las terapéuticas contra el tétanos infantil y de la oftalmología.
Este científico brillante y al mismo tiempo sencillo y bondadoso doctor, falleció en La Habana el 20 de agosto de 1915, tras una vida provecta y marcando de manera señera un ejemplo a seguir y a honrar siempre, no solo por sus compañeros de profesión, sino por todo el pueblo.
La transparente imagen del doctor Finlay, con su entrega abnegada, su creatividad y espíritu de lucha ante las componendas y la falsedad, hoy fortalecen a las mujeres y hombres de su oficio, y a todos los cubanos, en los tiempos difíciles por los que la nación transita.
El mundo sacudido hasta las raíces por la bárbara masacre a Palestina, que los intereses imperiales atizan en bien de sus industrias bélicas y de su hegemonismo, es la cara opuesta del humanismo que durante años han venido ofreciendo en muchos “lados oscuros de la Tierra” los diversos destacamentos de médicos cubanos que han prestado allí servicios sanitarios invaluables.
Cuba, ahora mismo, cuando al interior de sus extensos litorales está sufriendo las consecuencias de un brutal bloqueo, recrudecido a partir del gobierno de Donald Trump, no ha renunciado a su vocación solidaria con otros pueblos del planeta, tal y como les enseñara el Comandante en Jefe Fidel Castro desde la primera misión cumplida en Argelia en 1963.
El amor y servicios profesionales de los médicos, enfermeras y enfermeros, y todos los profesionales de la salud, se sigue sintiendo a través del cumplimiento de convenios con países hermanos, o ayudas de emergencia, a pesar de que fueron rescindidos algunos contratos en América Latina, como ocurrió en su momento con los de Brasil, Bolivia y Ecuador, tras cambios de gobiernos.
Pero en naciones hermanas como México, que igualmente ha ofrecido a los cubanos un irrestricto apoyo ante la adversidad, se ha sentido y valorado el aporte de los isleños en la atención sanitaria a sus pobladores más humildes.
No se equivocan los que consideran de colosal el impacto causado por el bloqueo en el funcionamiento del sistema nacional de salud, una de las joyas más preciadas de la Revolución desde su triunfo.
Un impacto brutal que ha causado y causa dolor y muerte, a pesar de los esfuerzos y voluntad política desplegados de manera ingente en el país.
Debido al impacto del cerco imperial, que ha llegado a hospitales, policlínicos y consultorios de los médicos de la familia, a la red de farmacias, con la carencia sensible de medicamentos, insumos, materiales imprescindibles, es ostensible la merma de muchos servicios vitales, aunque la salud pública cubana no está detenida y asume con entereza el cumplimiento del deber organizándose mejor, protegiendo más a los vulnerables, asumiendo las urgencias…
Los galenos y otros profesionales, y el sistema sanitario creado por el gobierno, no han dejado de la mano a sus congéneres en horas en que el drama y el dolor ha llegado a alguna familia de su tierra.
Cuba denunció esta situación provocada por el bloqueo con toda su crudeza nuevamente ante el mundo, en fechas recientes, cuando se sometió una vez más a análisis y aprobación la condena de la criminal política de Estados Unidos en la ONU.
Y a pesar de lo desgarradores que resultaron algunos relatos necesarios para ratificar los argumentos, esta Isla no acudió allí en tono plañidero, ni anduvo de mendiga, como dijera un día José Martí, reclamó con la frente erguida y se mostró hermana, lo que fue reconocido por todos.
En el cumplimiento de esa conducta altruista, solidaria y de resiliencia creativa, tiene mucho que ver la entrega y sacrificio de las mujeres y hombres que el 3 de diciembre tienen motivos también para el festejo.
Hay razones en todos para sentirse en fiesta junto al pueblo, desde los que acompañaron a sus compatriotas en las jornadas terribles y dolorosas durante la COVID-19, cuidando de los enfermos graves, hasta los científicos que crearon nuevos medicamentos y las maravillosas vacunas cubanas.
Sus paisanos aman tanto a los que se mantuvieron firmes al pie del combate luchando contra los estragos de la enfermedad dentro de Cuba, como a los que fueron a colaborar por la misma razón con otros pueblos del orbe.
Y hay satisfacción natural y sencilla de en que nuestro territorio, desde hace muchos años y a iniciativa del Líder de la Revolución, se creara la Escuela Latinoamericana de Medicina, por sus siglas ELAM, formadora de galenos imprescindibles para la región y otras partes del planeta.
Ni incluso el feroz bloqueo ha logrado parar el funcionamiento o borrar el simbolismo de una obra de tamaña humanidad levantada en la Antilla Mayor.
A los dignos herederos de los ejemplos de Carlos J. Finlay, Joaquín Albarrán, Laura Martínez de Carvajal, Pedro Kourí, Ernesto Che Guevara y Manuel Piti Fajardo, entre tantísimos profesionales sobresalientes, se les patentizará nuevamente la honra y el querer de todos. Felicidades. (Marta Gómez Ferrals, ACN)