Hay vibraciones que vienen de adentro. No sabemos bien de dónde: del subconsciente, del alma. Solo conocemos que están ahí y que de alguna manera debemos sacárnosla de adentro. Entonces, para que no se queden ahí dando vueltas entre la psiquis y el verso, empleamos las artes. El último y gran pecado es el silencio.
No importa si las encrucijadas te hayan conducido por otras vías u otras vidas y elegiste el escalpelo y el estetoscopio o construir puentes o echar chismes, que dicen que es a lo que se dedican los periodistas, y no dedicarte en sí a las artes, sin embargo no puedes quedarte callado.
Con esta idea este lunes 13 de noviembre quedó inaugurado en el Teatro Sauto con una gala el 25 Festival Nacional de Artistas Aficionados de la FEU.
En el espectáculo bajo la dirección de Yadiel Durán desfilaron agrupaciones universitarias y otras amateurs. Diferentes formas de vibrar estuvieron presentes como la danza española, el jazz y la rumba. El público, con ese entusiasmo a prueba de las balas de las derrotas anticipadas y la abulia, recibieron cada número como si fuera el primero y el último.
Entre los creadores que se presentaron se encontraban el trío de Jazz The Heat Transfer, Rumbatimba, entre otros.
Dentro de la dramaturgia de la gala se hizo hincapié en el leitmotiv del evento -eso que nos trajo hasta aquí- un «eco por la naturaleza», eco o grito de socorro, como prefiera decirle usted. Ello se notó en varios momentos como un elaborado show de luces que abogaba por la fuerza de las chispas de la vida.