En su mundo apenas habitan los sonidos, pero pululan los pinceles y acuarelas, transformadas en llaves para conectar con la vida. Las artes plásticas le permitieron superar discapacidades, y se convirtieron en el vehículo con que Alianny Bárbara Lima Naranjo expresa sentires y desahogos del alma.
Pero pintar no es solo la pasión de la instructora natural de Manuelito, en el municipio de Pedro Betancourt. Su amor por los niños y su necesidad de transmitir saberes aprehendidos le llevaron frente a un aula hace ocho años, y desde entonces no se ha podido desligar de una profesión que le atrapa.
Ser hipoacúsica no impidió que formara parte de la décima graduación de la Escuela de Instructores de Arte de Matanzas, donde perfeccionó sus técnicas de dibujo y afianzó habilidades educativas. También allí estudió su hermana, amante de las coreografías danzarias.
Fue tras los pasos de la “jimagua”, o quizá por cosas del destino, que llegó a Hato de Jicarita, una intrincada comunidad, insertada dentro del programa Plan Turquino, del municipio de Unión de Reyes.
Allí, pintada de verde limón y decorada en su interior con las imágenes de los héroes y mártires de la Revolución, se encuentra la escuela rural Reynaldo Montejo Muñoz, su otra casa, que ayudó a remozar con sus manos con vistas al nuevo curso escolar.
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En la modesta escuelita, Alianny instruye técnicas de mosaico arraigado y recortado a infantes de tercero y cuarto grados. “Me gusta enseñar a los niños, siempre me ha gustado. También pintar para superar y mejorar mis habilidades”, asegura, mientras deja escapar una sonrisa que delata el especial disfrute por lo que hace.
“Me gusta ayudarlos, y a la vez ellos me ayudan a mí. Somos como un equipo”, confiesa, y de inmediato comienza a comentar sobre cómo prevé prepararlos para importantes concursos de artes plásticas, como el Donde crece la palma, donde los niños matanceros suelen llegar a representar la provincia en el evento nacional.
Tras unos lentes y una delgada complexión, Alianny esconde un mundo de conocimientos que está ansiosa por compartir. Son experiencias adquiridas en la escuela que le formó, en sus años como docente, pero también en el tiempo que laboró como especialista en conservación en un museo de su municipio natal.
Dice que no para de preparar talleres; considera importante pornerle empeño a lo que se hace. Y es que para ella lo más trascendente es lograr incentivar en los infantes el amor por las artes plásticas. Asegura que ya tiene listos a Elpidio Valdés y el Capitán Plin para su próxima clase: “Los hice en cartulina, me gusta trabajar mucho con estos materiales, aunque también soy amante de las temperas y los pirograbados”.
Es madre, conoce cómo tratar infantes y cultivar cariño. También sabe de paciencia y de superación, de no ceder ante límites, de vencer obstáculos aun cuando parezcan imposibles de sortear. Da igual si el mundo se muestra silente, si apenas se perciben los grillos o el sonido de los pájaros; el mundo sigue siendo lindo, y sigue estando a color, como los sueños de Alianny.