El amanecer del 5 de septiembre de 1957 se reveló trascendente en el levantamiento armado protagonizado por militantes del Movimiento 26 de Julio, algunos oficiales y miembros de la Marina de Guerra y pueblo en general, llevado a cabo en la ciudad de Cienfuegos.
Aquella acción audaz puso a la bella urbe del centro de Cuba en el corazón de la Patria, y aunque no alcanzó sus objetivos tácticos y en ella perdieron la vida valiosos hijos de esa tierra, entró en la historia como un combate verdaderamente resuelto y heroico, según la calificación que Fidel le diera años más tarde.
A las alturas del suceso, ya en la Sierra Maestra se libraba la guerra de liberación esperanzadora y cada vez más creciente encabezada por Fidel Castro desde el 2 de diciembre de 1956, en tanto la llama de las iniciativas y combates se diseminaba por otros frentes del territorio nacional.
La acción de los revolucionarios de Cienfuegos sigue siendo un hecho glorioso al cabo de 66 años y lo será siempre. En cada aniversario los hijos de ese pueblo peregrinan desde el Parque José Martí hasta el cementerio donde reposan los restos de los héroes masacrados por la dictadura, partícipes en el combate.
Y se recuerda con admiración que ese día la insurgencia tomó Cayo Loco y otros enclaves de una urbe que, enardecida, tuvo el coraje de desafiar al poder corrupto y asesino, y respaldarlos.
Fue finalmente o esencialmente una hermosa jornada de luz y de combate en la que el pueblo vivió 24 horas sintiendo libertad plena.
Si fue un corto lapso de tiempo en una vida, anunció a todos cuán firme era la decisión de lucha que se forjaba en la juventud y el pueblo cubano de nuevo en esos tiempos.
Los alzados y sus seguidores no pudieron enfrentar la brutal embestida de una fuerza armada bien dotada, robustecida por su gran poder y saña criminal. La represión batistiana ocasionó decenas de muertos, heridos y mutilados en su afán de abortar la acción, pero nunca imaginó que el acto de rebeldía era en sí mismo una victoria moral de incalculable valor que alcanzaría resonancia nacional.
Sorprendido por ello el dictador Fulgencio Batista hizo de todo por diezmar, golpear y desarticular al M-26-7 y sus acercamientos a otras fuerzas progresistas en la también llamada Perla del Sur, y esto más tarde se hizo sentir.
Al final en solitario, la acción del territorio centro-sureño debió formar parte de una cadena de insubordinaciones previstas a nivel nacional que incluían asaltos al Palacio Presidencial y Estado Mayor de la Marina de Guerra en La Habana, combates en Santiago de Cuba y esos propios dominios.
Solo los implicados de este último punto no pudieron recibir a tiempo la orden de posposición del alzamiento y la ejecutaron, según la fecha antes acordada, 5 de septiembre.
Las previsiones iniciales contemplaban efectuar la acción en abril, luego se precisó el 28 de mayo. Sin embargo, hubo que posponerla, primero por fallas técnicas y luego por delaciones que añadían peligros a la vida de sus ya arriesgados participantes y la eficacia del propio emprendimiento combativo. Julio Camacho Aguilera, entonces designado jefe militar de un grupo de oficiales en esa localidad, se encontraba al frente de esa audaz iniciativa que perseguía tomar la ciudad en pleno, además de la policía marítima, las estaciones de radio y comunicación y el cuartel de la Guardia Rural.
Al principio conquistaron sitios claves en duro bregar que duró casi todo el día. Y pudo disfrutarse la dicha de ver la urbe en manos de genuinos patriotas.
Fidel, en el discurso por el XX Aniversario del levantamiento en Cienfuegos, afirmó:
“Nadie es capaz de imaginarse la extraordinaria ayuda que habría significado para los combatientes de la Sierra Maestra el alzamiento programado para el 28 de mayo y la apertura de un segundo frente guerrillero en las montañas del Escambray.
“(…) el hecho del levantamiento de Cienfuegos significó un aliento moral extraordinario para los combatientes de la Sierra Maestra. Ya la tiranía no podía continuar hablando de la unidad de sus fuerzas armadas. Es conveniente señalar que este fenómeno que se produce en Cienfuegos es sumamente interesante, porque indiscutiblemente que la tiranía se mantenía apoyada en las fuerzas armadas.
“No pudimos mantener entonces el Cayo, no pudimos mantener el Colegio San Lorenzo, ni el Ayuntamiento, ni el parque Martí, ni la ciudad…No lo tomamos entonces, pero lo tomamos después, y lo tiene nuestro pueblo ahora definitivamente y para siempre. Y hoy somos dueños de nuestra Patria, no solo porque supimos conquistarla, sino porque supimos también defenderla digna y heroicamente”, sentenció el líder cubano.
Víctimas del agotamiento y la carencia de las municiones, al filo de la medianoche los revolucionarios concluyeron sus combates. Y ocurrió lo previsible. Los esperaba una ola de torturas, asesinatos y persecuciones muy al estilo bárbaro de un tirano que llenaba de luto al país, mientras se enriquecía al calor del entreguismo al capital foráneo y a la oligarquía.
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Crímenes salvajes como los que causaron la muerte a los hermanos Frank y Josué País, connotados dirigentes del M-26-7, junto a otros hermanos de lucha, en Santiago de Cuba, eran ejemplos del estado insostenible e insoportable de la realidad cubana en aquel tiempo.
Ganada la libertad a fines del siguiente año, Cienfuegos y Cuba tienen memoria y muchos lugares de la urbe que mira serena al Caribe recuerdan la acción, como el antiguo Colegio de San Lorenzo, uno de los escenarios principales, hoy llamado Escuela Secundaria Básica “5 de Septiembre”.
Así septiembre transcurre con remembranzas, homenajes, amor patriótico y orgullo, también con dicha serena. Nadie olvida a los héroes de ese día pleno y libertario, aquel instante sublime. (Marta Gómez Ferrals, ACN)