“Sesenta y cinco eléctricos matanceros partirán a Mantua tras el impacto de la #TTIdalia”, anunciaba un reciente post en Facebook. Aún no había tocado tierras pinareñas el fenómeno atmósférico cuando comenzaron los gestos de apoyo y amor, desde diferentes rincones del archipiélago, incluyendo la Atenas de Cuba.
Cuando una nueva catástrofe se empeña en quitarle el sueño a parte de la isla, resurge nuevamente un sentimiento arraigado dentro del cubano (da igual si es de Oriente, o de Occidente).
Desde el micro entorno de la casa, el vecindario, hasta lo más macro que engloba ciudades y provincias, comienza a avivar, silenciosa, la llama de la solidaridad.
Y el matancero bien que la conoce. Gracias a ella llegaron los anhelados refuerzos en tiempos de Covid, cuando los números de contagios dispararon alarmas; y en Supertanqueros, el peor incendio del que se tengan registros, que requirió de muchas manos amigas para apagarse.
Pero no, no es esa la razón por la que da el paso al frente. Ya lo ha hecho otras muchísimas veces antes de agosto del 2022, y de julio del 21. Lo hizo en esas otras tantas ocasiones en que se necesitó del concurso de sus esfuerzos para recuperarse de otros eventos meteorológicos y situaciones difíciles.
Piedra a piedra se construyen muros y se levantan ciudades. Basta con que detrás de cada granito de arena haya brazos solidarios dispuestos a ayudar.
Decía Eduardo Galeano que “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
Esa “gente pequeña” es la que comparte su casa con el que tiene una vivienda en malas condiciones, la cual puede zozobrar ante la fuerza del viento y las precipitaciones; la que ayuda a resguardar los bienes colectivos para evitar pérdidas materiales; la que dobla turnos en hospitales y dona sangre si es necesario.
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Esa “gente pequeña” es el liniero que parte a kilómetros de su hogar para devolverle la luz a otros, sin importar lo intenso o peligroso de las jornadas que se avecinan; es el arquitecto que rediseña y el constructor que levanta nuevamente los muros deshechos; el hidráulico restableciendo el servicio vital; el socorrista o el bombero al que no le asustan llamas, ni inundaciones, cuando hay vidas que salvar. Son los eléctricos matanceros que partirán a Mantua, a apoyar en lo que se necesite, y los otros que se sumarán después.
Esa “gente pequeña” son gigantes de alma, que bien conocen el valor de la solidaridad y la importancia del apoyo en tiempos difíciles. Para ellos el infortunio de unos, se convierte en el de todos. Y no hay dudas: pueden cambiar el mundo. De hecho, ya lo están haciendo.