Hay quien profetiza su propia muerte. A muchos de ellos los ayuda el azar y la coincidencia, otros erran y el olvido se los traga. Sin embargo, algunos desafían al azar y al olvido, porque por la manera en que vivieron no pudieron morir de otra forma.
Martí es uno de ellos, cuando escribió que quería irse de cara al sol. Pero este sol no es el astronómico, el egocéntrico que cree que Venus y Martes giran a su alrededor, sino “ese sol del mundo moral”.
No obstante, el Apóstol no solo profetizó su propio fin, también los posibles fines de un pueblo, si se intentaba tapar con una mano ese sol (el del mundo moral). A veces este encandila, o parece más de lo que un hombre puede soportar. Entonces, hay quien se refugia en las sombras de la comodidad o la sombra larga, la noche, reino de los mezquinos de alma, los ladrones de mano fina y los corruptos con dientes de oro.
Por ello, después de ese 19 de mayo de 1895, cada vez que se ha necesitado que vuelva el Maestro, ha vuelto, resplandeciente.
En la Revolución del 30, cuando la juventud impetuosa combatía a los generales y doctores que se habían pasado a los imperios, el del Norte y el de la penumbra, cabalgaba él a la cabeza de la caballería de la historia.
En 1952, incluso, se pensó que había muerto en el año de su centenario, porque esas sombras se habían deslizado silenciosas e imparables por todo el país, como si desde la estratosfera observáramos cómo la luz solar se retira de a poco de la Isla. Mas, otros jóvenes impetuosos, como en el 30, saldrían con la estrella en la frente con Martí como behíque, como sacerdote, como guía espiritual.
Este 2023 se cumple el 128 aniversario de la caída en combate de «El Maestro«. Cada vez que se ha invocado su luz en la nación, reaparece. No ocurre nada más en las grandes tornas de la historia, sino en los pequeños actos de la cotidianidad: un niño que le entrega la mitad de su merienda a un compañero, porque el egoísmo solo multiplica el hambre; cuando se abandona el bien individual por el colectivo, al entender que somos un puñado de tierra, pero que si nos juntamos todos nos convertimos en un archipiélago.
Van más de 128 reencarnaciones del Apóstol y vendrán muchas más, todas las que conjuremos, todas las que necesitemos, y todo gracias a un hombre que profetizó que moriría de cara al sol y lo cumplió. (Ilustración: Dyan Barceló)