El Día del Teatro para niños (20 de marzo) y Día Mundial de la Marioneta (21 de marzo) se celebraron en Cuba, de muchas maneras.
En Matanzas, bautizada por muchos como la capital del títere cubano, nuestros colectivos mostraron la diversidad de sus repertorios.
El Centro Cultural Pelusín del Monte, que incluye el Patio que rinde homenaje al títere nacional, la Sala Pepe Camejo y la Galería-Estudio El Retablo, festejó la fecha imbricando las esencias de la institución para promover la escena para la infancia, la juventud, y el teatro de figuras.
Todo ocurrió el 21 de marzo y, de cierto modo, con las funciones del 25 y 26, se celebró también el Día Internacional del Teatro (27 de marzo).
Dos sucesos ocurrieron: el estreno de Flores de Carolina y Ajonjolí, en la Pepe Camejo, puesta y dramaturgia de Rubén Darío Salazar sobre textos de Dora Alonso, con diseño de Zenén Calero, inspirado en la poética de Arístides Hernández (Ares); y la exposición con los dibujos de Ares, Payasos de Dora y Ares, para el libro de Dora Alonso, dramaturga, poeta, narradora, guionista, con imágenes que se combinan con la puesta de Teatro de Las Estaciones.
Es un lujazo tener en la ciudad una institución cultural para la promoción del teatro de títeres, liderada por un maestro del diseño como Zenén Calero. Desde su apertura nos ha mostrado mucho de lo mejor del teatro cubano e internacional, y se conecta con la historia y la tradición teatral que nace en instituciones como Teatro Papalote y su Galería La Unión. Matanzas es, desde lo teatral, la sensibilidad patrimonial institucionalizada de Cuba.
El trabajo de Zenén y su dúo con Salazar Taquechel ha estado signado por la colaboración con otros maestros, combinando las puestas en escenas con las muestras de los artistas, en lo que se ha basado Calero Medina. Pienso, por ejemplo, en Pedro y el Lobo, cuyo diseño escenográfico y de muñecos se inspira en Sosabravo.
Arístides Hernández (Ares) es uno de nuestros más importantes y galardonados caricaturistas. Su poética, en mi visión personal, está definida por la delicadeza de las líneas, la fuerza expresiva de las imágenes, el uso de los colores, su contundente ironía, marcada por la belleza, una imaginación desbordada y una amplitud creativa. Esta última fusiona códigos culturales diversos, que abarcan la ilustración de libros, la caricatura, el dibujo, la instalación, y convierten todo en una figura paradigmática de la cultura cubana. A eso hay que agregar su cercanía y conocimiento del teatro, de lo perfomático e irreverente que puede ser, como padre de nuestra colega Martica Hernández. Y en ese diálogo de creadores hay una relación, que es mixtura de poéticas, y que no quiero pasar por alto: Ares incubó la libertad creativa.
Tuve el placer de recorrer en solitario la muestra, un homenaje a Dora Alonso, quien falleció un 21 de marzo, que es además el Día de la Poesía, fecha escogida por Teatro de Las Estaciones-El Retablo, lo que adquiere una connotación especial.
Ares —y esto es una invitación a los que llegan a los recintos de Zenén y Darío— muestra su capacidad de asimilar el espíritu de Dora Alonso con su gracia y lirismo, adentrarse en lo teatral, conjugarlo, dialogar desde la mezcla de técnicas, procrear un universo de cromatismos, una delicadeza de las líneas, reinventar el teatro y la literatura, fusionarlos con libertad.
En este viaje literario, teatral y pictórico, nos ofrece su rigor técnico, su carácter transgresor e innovador. Es un placer que en Matanzas ocurran cosas así, y que nosotros, sus habitantes, podamos vivir experiencias estéticas que enaltecen la identidad cultural.