Quién nos iba a decir que, entrándole a la tercera década del siglo XXI, la gente seguiría cantando sus canciones, bailando sus sones, enamorándose con él, gozando de lo lindo con sus montunos.
Esa es la ventaja de ser un clásico, pero no un clásico cualquiera. Lo es porque sentó cátedra y fijó pautas. Respondió a las exigencias de su tiempo y se adelantó. Por ello está vigente y vuelve una y otra vez; y muchos jóvenes, los que ven más allá de los tópicos impuestos por las equívocamente llamadas músicas urbanas, se arrebatan, y en las salsotecas del Caribe y las comunidades latinas de Estados Unidos está a la orden del día, y entre las voces más aventajadas de las nuevas generaciones no faltan los que le cazan la pelea para ver cómo decía el bolero o marcaba el ritmo.
Benny es Benny y ya, con eso sería suficiente para comprobar cómo no se fue el día de su muerte, hace 60 años, el 19 de febrero de 1963. No podía irse así como así, después de haber cantado tanto, hasta el último minuto en que pudo estar de pie y con la garganta plena 72 horas antes, para deleite de los pobladores de Palmira, localidad cercana a Cienfuegos. Cuando allí entonó con el sabor Maracaibo, los palmireños, crucenses, lajeros y cienfuegueros presentes, creyeron que era una bola, una más, aquella de que Benny estaba enfermo.
Santiago Cardosa Arias, maestro y colega en la redacción de Granma, por entonces el diario Revolución, me contó hace un par de décadas que cuando fue, en enero de aquel año, a casa de Benny en La Cumbre, San Miguel del Padrón, a sonsacarlo con la sorpresa que le daría a los asistentes al festival Papel y Tinta, el hombre desbordaba energía.
«Lo vi algo demacrado, pensé que era por los trajines del reciente fin de año –rememoró Cardosa–. Me dijo con mucho humor que Obras Públicas, lo que hoy sería el área del Ministerio de la Construcción que se dedica a la pavimentación, tenía que prepararse para el montón de baches que iba a dejar en las calles al pie del espectáculo, por la cantidad, calidad y fuerza de la música que interpretaría, pues el pueblo brincaría de gusto».
Habría que dar completa razón a Nicolás Guillén. El poeta de El son entero publicó una crónica en el diario Noticias de Hoy, en la que escribió: «Los dioses mueren jóvenes; no se van, su arte nos comunica con las fuentes en que bebieron».
El Comandante Juan Almeida recordó la mala hora en que se enteró del final de Benny. «Fue como si me arrancaran un pedazo, tanta admiración sentía por su arte». Quien comenzó a escribir formidables páginas épicas junto a Fidel en el Moncada y el Granma, regresó en 2001 al punto de partida de la expedición libertaria en tierras mexicanas para honrar a Benny, hombre puente entre las culturas de nuestros dos países, con la develación en el callejón Lagunillas, del puerto de Veracruz, de una escultura del artista, realizada por su compatriota Herminio Escalona. Almeida afirmó: «Quienes conocimos a este exponente de nuestros ritmos musicales, consideramos que su contribución y enseñanzas bien merecen el tributo a la memoria del que murió joven, pero dejó mucha música y amor».
En una conversación con este cronista, el autor de Dame un traguito y Este camino largo, salió al paso ante una afirmación que se ha repetido como un mantra: el Bárbaro del Ritmo; «Sí, soneaba y guaracheaba como pocos, pero también como pocos sacaba lo mejor de la veta romántica. Era el campeón del bolero. A mí no se me olvidan los grandes boleros que cantó, de varios autores y los suyos».
Cómo no tener presente el fervor con que cultivó ese género desde el primer disco de larga duración de la rca Víctor que, en 1954, compiló los tempranos y arrolladores éxitos en la radio, la televisión y las victrolas de Benny, ya de regreso a Cuba, con su Banda Gigante. Ricardo Pérez, un príncipe de la amistad, reveló en una de las hermosas tertulias informales del café Hurón Azul, de la Uneac, que solo una voz como la del lajero había sido capaz de descifrar el más recóndito sentido de aquel bolero que él puso en manos del gran Moré, Tú me sabes comprender.
En los predios populares de Bogotá, al filo del año 2000, exhibía un tenderete de discos la placa Benny Moré, disco homenaje, puesta en circulación por la Imprenta Nacional de Cuba en 1963. «Esta rareza no está en venta –aclaraba el comerciante–, es solo para que mis paisanos vean y escuchen; si les gusta el gigante cubano, que compren estos otros casetes y compactos. Por nada del mundo me desprendo de un disco donde él canta Dolor y perdón y Hoy como ayer».
Hoy, 19 de febrero de 2023, la voz de Benny resonará como siempre. La predicción del poeta Roberto Fernández Retamar, escrita en versos memorables a raíz del deceso del artista, se va cumpliendo en parte: «¡Así que esta voz / delgada como el viento, hambrienta y huracanada / como el viento / es la voz de nadie! / Y que ese hombre es ahora discos, retratos, lágrimas, un sombrero / con alas voladoras y un bastón». Solo en parte, porque Benny es la voz de todos.