Poulenc: desde la alegría ingenua hasta la melancolía perpetua

El próximo jueves, en la Sala José White, el cuarteto D’ Cámara presentará un programa compuesto por algunas obras de Francis Poulenc.

El Cuarteto D’ Cámara presentará el próximo jueves, a las 3:00 p.m. en la Sala de Conciertos José White, un programa compuesto por algunas obras de Francis Poulenc (1899-1963). Este compositor francés, de gran relevancia dentro de la historia de la música, fue un gran amante de la alegría y un enamorado fiel de París, por lo que en su obra encontraremos un desbordante optimismo, incluso en los momentos más sombríos.

El concierto comenzará con El Bestiario o Cortejo de Orfeo (1919), una pieza para voz y piano, escrita sobre textos de Guillaume Apollinaire. Los poemas, del libro homónimo, utilizan como recurso la comparación con ciertos animales para expresar ideas tan humanas como el amor, la esperanza de una vida mejor o la crueldad de la realidad circundante.

En este caso la música se apropia de la idea de los animales y sus características. Consigue mostrar la esencia del significado poético a través de la construcción melódica y los recursos rítmicos y de intensidad del sonido. Poulenc, con la maestría que lo caracterizaría en toda su vida, logra una unión entre texto y música capaz de provocar desde la alegría más ingenua hasta la melancolía perpetua.

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Sonata para clarinete y piano (1962) nos muestra un estilo compositivo audaz y particularísimo. Nos recuerda, una vez más, el talento melódico de Poulenc y su influencia de la música vocal, pues no solo trata al clarinete con elementos del canto, sino que busca un equilibrio típico de géneros vocales entre los dos instrumentos.

Esta fue la penúltima obra de Poulenc y está dedicada a la memoria de su amigo Arthur Honegger, importante compositor también. Quizá por eso la música está tejida alrededor de sentimientos muy íntimos y roza constantemente con la melancolía.

Para finalizar: Sonata para piano a cuatro manos (1918), pieza temprana dentro del catálogo de este compositor. En ella encontramos rasgos de las dos mayores influencias que tuvo Poulenc como músico: Igor Stravinsky y Eric Satie. Se divide en tres movimientos, Prelude, Rustique y Final, que alternan tiempos rápidos con otros lentos.

Su construcción melódica muestra dos lados. Por una parte destaca la aspereza que impera en el primer movimiento, y como contraparte aparece la melodía simple y gentil del segundo. Pero sin lugar a dudas el momento climático es Final, que recoge en sí mismo todos los motivos temáticos anteriores y los desarrolla para lograr un ascenso sensitivo y un receso como cierre.

“No finge estar seguro de nada, porque sabe que es siempre la pregunta la que involucra al oyente; nunca la respuesta”. Esta frase es de la película Tár, y hace referencia a Bach, pero creo que Poulenc conocía este secreto y lo quiso compartir con nosotros. Por eso el concierto no es solo una invitación a escuchar su música, sino también a disfrutar de la búsqueda constante de una respuesta. (Por Patricia Mesa Bermúdez, estudiante de Periodismo/ Fotos: Cortesía de la fuente)

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Sobre el autor: Periódico Girón

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