Las nuevas dinámicas de consumir series y películas por streaming, los juegos de steam y prepagados y el aumento de la interacción con las redes sociales han generado una nueva patología psicológica, el síndrome de FOMO (fear of missing out), que se traduce al español como “miedo a perderse algo”.
Esta nueva enfermedad no es más que el miedo que todos hemos sentido alguna vez a la exclusión social, lo que ahora extrapolado a las redes. Los que lo padecen sienten una severa ansiedad por perderse algún acontecimiento social que lleve la etiqueta de “importante” y no poder participar activamente de él para posteriormente interactuar con el resto de usuarios que participaron.
Esto incluye: el estreno de una película, serie o canción, el último concierto del grupo de moda, poseer la última consola de videojuegos del mercado, conocer la actividad de familiares y amigos en redes sociales y hasta estar al día con los influencers del momento.
La patología agrupa actividades tan habituales como la necesidad de revisar constantemente las redes sociales y el ejercicio de compartir videos y fotos de tareas diarias habituales.
La adicción a mantenerse actualizado es proporcional al miedo que se siente al punto de dejar de importar el acontecimiento en sí en detrimento de la validación online que puede generar participar de dicho suceso.
Los síntomas identificados van desde la soledad, la ansiedad, problemas para dormir y una necesidad obsesiva de validación hasta la separación parcial de la realidad. La causa más común es el mal uso de internet y las nuevas tecnologías, pero la baja autoestima y la poca interacción social pueden acentuar el trastorno.
Pese a que en Cuba llevamos unos cuantos años ya conectados a la red de redes, seguimos siendo pioneros en el tema y preparar a los jóvenes sobre las potencialidades y peligros de internet es una tarea que no se debe descuidar.
El FOMO puede parecer algo muy superficial, pero los trastornos que provoca son reales y pueden condicionar la vida de una persona. Y esta es solo otra de las puntas visibles del iceberg de las relaciones del hombre con el mundo online, como el ciberacoso o el sexting, pero de seguro no será la última.