Muchas veces terminan siendo insultados por el público asistente a los estadios; en muy pocas ocasiones se reconoce su actuación; sin embargo, los árbitros son piezas claves en un partido de béisbol, nuestro deporte nacional.
Ellos asumen una gran responsabilidad: hacer cumplir las reglas del juego en el que participan de manera neutral, velando por mantener el orden y un ambiente de respeto entre los jugadores.
Sus decisiones resultan determinantes. De ahí que con frecuencia los veamos como los ‘malos de la película’, pues, su dictamen no se corresponde con nuestro deseo. Y eso ocurre no solo en el béisbol sino en cualquier otra disciplina deportiva.
Quizás también por eso la celebración en Cuba del Día del Árbitro Deportivo, cada 4 de diciembre, tampoco sea muy conocida, aun cuando se asume desde el 2001, en homenaje al habanero Amado Maestri.
La propuesta surgió en el Pleno Nacional de la Comisión de Jueces y Árbitros del año 2000, con el objetivo de estimular y reconocer a aquellos que tienen la misión de conducir a feliz término las competiciones.
Maestri defendió a los estudiantes que, encabezados por José Antonio Echeverría, se lanzaron al terreno del Gran Stadium del Cerro, actual Latinoamericano, en protesta contra la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista.
De esa manera evitó que los esbirros de la policía del tirano les propinaran una golpiza a los universitarios protagonistas de la protesta. Hizo valer su autoridad sobre la grama, al punto de involucrarse en la riña para contener la situación. Su firmeza y carácter deben, por tanto, servir de legado a las nuevas generaciones de árbitros en el país.
Muchos de los que desempeñan hoy esta tarea han sabido ganarse, gracias a sus cualidades profesionales y académicas, el respeto de la afición local y de los atletas, pero además han sido seleccionados para impartir justicia en certámenes internacionales. Llegue a ellos, entonces, la merecida felicitación.
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