Cuba sufrió muchas veces la pérdida de hijos que solo luchaban por un país mejor; entre ellas, la del revolucionario Manuel Gaspar Moreno Pérez, quien tenía apenas 17 años.
Había nacido en Cárdenas el 6 de enero de 1941. De procedencia obrera, tuvo que abandonar los estudios al concluir el sexto grado y dedicarse con su padre a vender leche a domicilio.
Del mismo modo que le gustaba practicar béisbol, rechazaba las injusticias. Por eso, el 6 de noviembre de 1958 no toleró el abuso de la policía batistiana contra los jóvenes que jugaban ese día a la pelota en las inmediaciones del acueducto de esa ciudad.
Luego de recibir una herida en el abdomen, proveniente de uno de los uniformados, el muchacho, de complexión fuerte y valentía de sobra, logró desarmar a aquel y apuntarle con la misma arma con que recibió el disparo, acción que obligó al abusador a retirarse del sitio.
Dos de sus compañeros de juego lo trasladaron a la Casa de Socorro y mientras esperaba recibir asistencia médica llegaron varios asesinos de la policía para impedirlo. Fue así que se lo llevaron hasta cerca del cementerio, donde lo torturaron salvajemente.
Ya moribundo, lo depositaron en una camilla del cuerpo de guardia del hospital. ¡Mira a ver si puedes salvar a este!, le dijeron de manera despectiva al doctor que allí estaba.
Con ese crimen, la tiranía pretendía amedrentar al pueblo para que cesara la lucha por la liberación. Cuba perdió ese día a uno de sus hijos, no obstante, su ejemplo fue acicate para continuar luchando hasta alcanzar el triunfo definitivo solo dos meses después.
Un obelisco señala hoy el lugar del asesinato. El pueblo cardenense erigió, además, en 1959, un monumento a la memoria de los que ofrendaron sus vidas en holocausto de nuestra libertad y dignidad, mancilladas por la tiranía.