En las surgencias de aguas cristalinas y poco profundas de la vasta ciénaga, donde solo los más intrépidos monteros se atreven a mantener tradiciones que han recibido como herencia de nuestros primeros pobladores, existe un animal que por muchos años ha sido objeto de mitos, leyendas e historias de todo tipo. Este animalito se cuenta entre una de las especies endémicas más amenazadas de Cuba y el mundo. Curiosamente es la Ciénaga de Zapata el último de los escenarios donde aún se puede observar y ya no con tanta frecuencia al manjuarí, un pez prehistórico que ha sobrevivido pese a todas las amenazas, incluida la humana.
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Sus orígenes se remontan al período Carbonífero de la era Paleozoica, hace aproximadamente 300 millones de años atrás, cuando ni tan siquiera el primer hombre existía sobre la faz de la tierra y han subsistido hasta nuestros días . Resulta interesante imaginarse cómo resistió períodos de grandes extinciones, cuando las variaciones del clima imposibilitaron la vida para la gran mayoría de las especies. Y es que su cuerpo robusto en el que se pueden apreciar escamas, casi impenetrables, lleva las huellas de la evolución, con numerosas adaptaciones que le hicieron sobrevivir a las condiciones más adversas.
Una de las que destaca es que su vejiga natatoria se encuentra altamente vascularizada, lo que le permite sobrevivir en aguas poco profundas y con poca presencia de oxígeno. Para el ojo bien entrenado quizás no sea difícil detectarlos entre las raíces de los árboles o manglares, pero ante cualquier persona puede pasar inadvertido el manso pez, que curioso además, acude al más mínimo movimiento en la superficie del agua, por donde habitualmente se desplaza.
Otro dato curioso es que sus huevos son altamente venenosos, incluso para el ser humano, es por eso que ni las aves se atreven a degustar el manjar y gracias a este resultado de la evolución pueden garantizar su permanencia.
Aunque puede inspirar miedo a priori con su cabeza primitiva semejante a la de un cocodrilo y el cuerpo cilíndrico como una serpiente, no hay nada que temer, todo lo contrario, ver al manjuarí puede convertirse en una experiencia de vida enriquecedora; de hecho, miles de personas de todo el mundo acuden al Gran Humedal Ciénaga de Zapata en su búsqueda. Infelizmente cada vez se hace más difícil encontrarlo y ha sido principalmente el hombre quien incide en la destrucción acelerada de lo que le costó tanto crear a la naturaleza
No siempre fue así, cuenta la leyenda que nuestros primeros pobladores tenían un pacto con el animal: este les indicaba donde se encontraban las manchas de peces y en cambio se le respetaba la vida y así ambos se beneficiaban mutuamente. Con los años, las carencias de todo tipo y las creencias de que su aceite o manteca como le llaman algunos, sirve para disolver nódulos, “nacíos ciegos” u otras afecciones en la piel, han propiciado el sacrificio constante de la especie, hasta el punto de solo matarlos para extraer el fluido.
Otras personas también lo pescan con el objetivo de alimentar a sus familias ante la carencia de alimentos, a pesar de que su carne no es sabrosa como se piensa. Sumémosle a ello amenazas en el medio natural como son la claria; la destrucción y fragmentación de su hábitat, todas ellas asociadas a la actividad humana.
Lo cierto es que hoy se encuentra cada vez más amenazado y no se vislumbran cambios que propicien la recuperación de sus poblaciones. Aun cuando existen instituciones que velan por el cuidado de esta y otras especies de importancia e, inclusive, programas para la reproducción y reintroducción en el medio natural, las causas que han hecho que declinen no han cambiado, por tanto, es muy poco probable hasta la fecha que el manjuarí sobreviva el Antropoceno, que como muchas especies quede solo en los libros o el recuerdo de algún que otro cenaguero que lo pudo disfrutar. Entonces, si eres de los afortunados en observar con regularidad o no a esta joya de la Ciénaga de Zapata, permite que tus hijos también puedan conocerlo. (Por: Yoandy Bonachea Luis. Fotos: del autor)