Muchos de los artistas escénicos de nuestro Catálogo, que sintetiza las
agrupaciones emblemáticas e históricas (Papalote, Icarón, Espiral, El Portazo, Las
Estaciones, Circo América, El Mirón Cubano…) y los de la resolución 70, estuvieron en los centros de evacuación.
Allí se encontraban los que vivían en la cercanía del siniestro, los que vieron el fuego más de cerca, los que sintieron el vapor y la humareda, los que tuvieron que abandonar sus casas, con unas pocas cosas, para preservar sus vidas: gente con miedo, con incertidumbre, para los cuales estos lugares y aquellos que los acogieron fueron un resguardo.
De hecho, por estrategia, vocación y humanismo, los artistas escénicos
históricamente, con contingencia o no, han estado en desastres, llámase fuego,
ciclón o pandemia, o como programación habitual, cumpliendo un deber ético, social
y, a la vez, propio de la profesión, en zonas alejadas del municipio capital, de
nuestras salas, de las áreas turísticas y del confort.
Algunos de los que estuvieron en las zonas de evacuación también fueron los
primeros en llegar durante la pandemia a los barrios en acciones. Son ejemplo de
ello De balcón a balcón, Tropa en tu barrio Albio Paz, D’ Sur en el sur, los cuales
pelearon por abrir sus salas y ofrecer sus espectáculos, para que la gente volviera a
la normalidad; o como Teatro El Mirón Cubano que, con su Mirabella, ha convertido los hospitales pediátricos en espacios de presentación.
La programación, cuando no es en medio de un siniestro, más mediática, sino la
habitual, muy anónima en la mayoría de los casos y aparentemente menos heroica,
constituye un largo recorrido en un ómnibus viejo y con choferes no siempre
amables, hasta un lugar apartado de la provincia, y pienso en Los Arabos, Calimete, adonde no es común que lleguen agrupaciones claves.
Pero esa es también parte del acto de ayudar al otro, del altruismo cotidiano, de ofrecer el arte, el mejor, e iluminar el corazón y los ojos de un niño o un anciano.
Y ocurre año tras año. Muchos de nuestros artistas lo hacen, llegan, sin que los
persigan las cámaras, sin que su acto de belleza y amor, se haga viral en las redes,
llegan y regresan como un acto cotidiano.
La reflexión es la siguiente: más allá de cualquier siniestro, en cualquier momento o circunstancia, hay gente, todos los días, que nos necesita, y esa debe ser nuestra
brújula humanista, nuestra solidaridad. Todos los días.
Ayudar con lo que hacemos al otro, sin pedir nada a cambio, es un acto humano,
que encierra valores, que cada hombre y mujer, en toda época, en circunstancias
difíciles, debe hacer por los otros.
Aplauso a los que nos defendieron del incendio, a los que llegaron a las zonas de
evacuación y, especialmente, a los que ofrecen su espiritualidad. Un reconocimiento a los artistas que estuvieron donde se les necesitaba.