Loma del Gato sería solamente un paraje de significación geográfica en las serranías orientales, si el general José Maceo no hubiera librado en ese lugar el 5 de julio de 1896 su último combate, hace 126 años, cuando cayó herido de muerte e inició su tránsito a la inmortalidad con una leyenda tejida a fuerza de coraje, impetuosidad y lealtad a la Patria en las guerras contra el colonialismo español.
Ese día, en un momento de incertidumbre de sus tropas las dirigió personalmente a la carga contra las posiciones enemigas que dominaban la elevación. Su proceder fue como lo intuyó su hermano Antonio, quien al conocer la noticia mientras estaba en Pinar del Río como parte de la Invasión de Oriente a Occidente, reflexionó sobre lo que acostumbraba decir a sus compañeros: “Los de mi raza han de caer todos en el campo de la gloria militar” y “…ningún Maceo puede volver la espalda ante la provocación del adversario, ese es nuestro destino”.
José nació el 2 de febrero de 1849 en Santiago de Cuba y tuvo como entorno formador las agrestes estribaciones de la Sierra Maestra, en la finca familiar de Majaguabo, donde el padre Marcos Maceo le enseñó el arte del combate al machete, y se formó, además, como experto jinete y certero tirador.
El progenitor y Mariana Grajales, la excepcional madre, inculcaron a sus descendientes altos valores éticos, de amor filial, honradez acrisolada, dedicación al trabajo, valentía, solidaridad y sobre todo un profundo sentimiento anti esclavista e independentista para la Patria colonizada.
La familia Maceo secundó el grito de independencia de Carlos Manuel de Céspedes en octubre de 1868, y José libró más de 400 acciones militares en las que alcanzó el grado de Mayor General del Ejército Libertador.
En 1879 resultó uno de los iniciadores de la Guerra Chiquita en Santiago de Cuba; pero por la falta de condiciones y organización fue acordado un pacto con el mando hispano en Guantánamo, el 2 de junio de 1880, según el cual los cónsules de Inglaterra y Francia garantizarían la libertad del insurrecto y de quienes partieran con él.
Lo acompañaron su esposa, sus hermanos Felipe Regüeiferos Grajales y Rafael Maceo Grajales “Cholón”, entre otros, pero el barco que los llevaría al exterior fue interceptado en altamar por orden del Gobernador General de la Isla y los cubanos resultaron apresados y conducidos a Chafarinas, España, donde José permaneció hasta 1882.
El bravo mambí no se resignó a ese destino y en julio de ese año, cuando era trasladado a otra cárcel en la ciudad de Cádiz, se evadió junto a los suyos y llegó a Gibraltar, dominio británico, pero fueron entregados a la policía hispana por las autoridades inglesas, bajo el pretexto de que se trataba de un delincuente fugitivo y no un destacado líder revolucionario cubano.
De inmediato se inició una campaña internacional en su favor en la que participaron importantes patriotas como José Martí, desde New York; Juan Gualberto Gómez, desterrado en Madrid; y en el Parlamento británico el periodista irlandés, amigo de Cuba, James Okelly; y hasta Federico Engels en carta a Carlos Marx se pronunció en contra del tratamiento dado por las autoridades británicas al criollo y sus compañeros.
Sin embargo, esos empeños solo sirvieron para hacer más dura su condena, y sufrió retención en varias prisiones ibéricas hasta que pudo escapar de Palma de Mallorca en 1884, en unión de su familia, pero esta vez de forma definitiva hacia Jamaica.
El inicio de la Guerra Necesaria, organizada por Martí, lo sumó otra vez a la contienda junto a su hermano Antonio y otros patriotas con los cuales desembarcó por Duaba, en Guantánamo, el 1 de abril de 1895; pero nuevamente las circunstancias difíciles lo pusieron a prueba y logró sobrevivir a una verdadera odisea al quedar solo y rodeado de enemigos durante más de 10 días en que las fuerzas cubanas se mantuvieron por las lomas de Baracoa.
Sobresalió por su agresividad contra el enemigo, demostrada en los combates victoriosos de La Curia, Maibío, Sagua de Tánamo, Altos de Ampudía y en las acciones de Cauto Abajo, Altos de Santiago y El Caney, entre otras.
El ejemplo del general José Maceo, quien siempre se creció ante las peores condiciones en el campo de batalla y en las prisiones colonialistas, acompaña a las generaciones de patriotas que resisten la acometida imperialista que intenta infructuosamente quebrar la resistencia del pueblo de la mayor de las Antillas. (Por Jorge Wejebe Cobo, ACN)