Qué fácil resulta para algunos ver en todas las carencias y problemas cotidianos una mala gestión del Gobierno. No niego que tenemos un sinfín de deficiencias y que hay personas que consiguen agobiarnos con tantas trabas que ponen; pero el bloqueo impuesto por los Estados Unidos, ese que nos intenta matar de hambre y necesidades, que nos complica la vida a más no poder, existe, es muy real.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿Quién tiene la culpa de la baja cobertura de oxígeno medicinal que se presentó en algunos hospitales cubanos? ¿Por qué nuestros niños mayores de siete años en lugar de leche reciben yogur de soya? ¿A qué obedece la escasez de fármacos, incluso, de aquellos imprescindibles en tiempos de pandemia? ¿Por qué nos quitan la corriente en medio de un calor insoportable?
¿Por qué… por qué… por qué…? Serían muchísimas preguntas, todas con igual respuesta. El bloqueo siempre ha sido y será un acto genocida; nos priva del acceso a alimentos, tecnologías y medicinas que podrían mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, mientras el mundo entero lo rechaza y tiende puentes de solidaridad con esta pequeña Isla, algunos de los que aquí viven se empeñan en negarlo, en decir que es muela, y se refieren a él como una justificación.
En varias ocasiones lo ha reiterado el presidente. Si de verdad piensan que no nos desarrollamos porque somos incapaces, pues que lo quiten y punto. Cuando eso suceda y la nación no prospere entonces podrán criticarnos; pero, está claro, no lo hacen por temor; porque saben que hay muchos países dispuestos a ayudarnos, y ha quedado demostrado en estos últimos días, pese a arreciarse la medida punitiva.
Cuba no ataca al Gobierno norteamericano; en cambio, recibe de él una agresión feroz, cuyo fin no es otro que derrotar a la Revolución. Quiere con su política rendir por hambre a millones de personas, entre ellas, ancianos, niños y mujeres. Solo que no van a conseguirlo. La resistencia de la mayoría de este pueblo está probada y, lejos de amedrentarse, crece frente a las dificultades. Lo hizo durante el Período Especial y ahora ocurre igual ante una pandemia que ha puesto en jaque a la humanidad.
Aunque se añade a otras tantas, una noticia reciente que circula por las redes nos vuelve a enorgullecer: el Grupo de Creación Audiovisual, de Cienfuegos; el taller de electromedicina, de Villa Clara; y el Centro de Estudios de Fabricación Avanzada y Sostenible, de la Universidad de Matanzas, se suman a la confección de dispositivos necesarios para suministrar oxígeno a los pacientes aquejados de covid-19; una alternativa ante la imposibilidad de comprarlos, porque el gigante del norte no nos los vende, ni permite que otros lo hagan.
Con ese ridículo papel de hacerse pasar por buenos, de ofrecernos “gratis” la Internet, pretenden confundirnos. Como si este pueblo no supiera, como si no sufriera a diario los efectos del bloqueo. Aquí continuaremos, ocupados en perfeccionar nuestra obra. Nada cambiará el destino escogido por nosotros: seguiremos haciendo Revolución.