Mercenarios

Guillermo Miró, excelso periodista matancero, de los primeros en llegar para reportar desde Playa Girón hace 60 años, dejó para la historia imágenes inolvidables de los invasores de la Brigada 2506, desmoronados, sucios, con las cabezas gachas, luego de que fueran derrotados en menos de 72 horas por el pueblo cubano.

El reconocido fotógrafo y camarógrafo, fallecido ya, contó muchas veces cómo le impresionaba que aquellos hombres supuestamente fuertes, protagonistas de una invasión financiada y organizada por la poderosa Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, fueran incapaces de sostener la mirada.

Cuando se rememoran los hechos que dieron la victoria a los milicianos, con un Ejército Central en ciernes y a solo unas horas de que Fidel Castro declarara el carácter socialista de la Revolución Cubana, en el museo de Playa Girón se expone un documento trascendental.

Donado por José Ramón Fernández Álvarez, conocido popularmente como el Gallego Fernández, uno de los estrategas de los combates decisivos por la victoria desde Pálpite hasta Playa Larga y Girón, y bajo una exhaustiva investigación de Bárbara Sierra Cobas, especialista del centro, el texto, desclasificado por la CIA hace 20 años, evidencia de manera irrefutable la participación del gobierno estadounidense en los sucesos, y da cuenta de la preparación y organización de la brigada mercenaria.

Fernández quiso que este formara parte de una de las salas de exhibición permanente, declaró Dulce María Limonta, directora de la institución. En estos momentos constituye la muestra del mes; pero por su importancia quedará expuesto, pues las nuevas generaciones tienen que palpar la historia viva de los acontecimientos.

Según la historiadora, en su informe investigativo: “El pliego contiene la evaluación final que llegó a manos de Jake Esterline, que era el encargado por la CIA de la “Tarea Cuba” (Plan para derrotar la Revolución y la figura del Comandante en Jefe).

“El mismo fue confeccionado desde Puerto Cabezas, Nicaragua, el 13 de abril de 1961, antes de la partida de la Brigada 2506 a Cuba por Jack Hawkins, oficial estadounidense de más alto grado que estuvo directamente involucrado en la operación —los cubanos de la Brigada 2506 lo conocían como Frank.

“En este, Frank manifiesta las observaciones, criterios, opiniones y confianza en la brigada mercenaria 2506, que personalmente entrenó, supervisó y con la cual convivió por más de un año, en cumplimiento de su misión principal de formar una fuerza para derrocar la Revolución.

“Narra el entusiasmo de los integrantes de dicha fuerza, después de conocer a fondo los objetivos y detalles del Plan de Operación Pluto. Describe a los altos oficiales de la fuerza mercenaria José Antonio Pérez San Román, Erneido Andrés Oliva González, Manuel Artime Bueza como inteligentes, vigorosos, con ansias por comenzar la lucha, en condiciones difíciles.

“Expresa que ha conversado con los integrantes de la agrupación mercenaria en español y todos confían en su capacidad de vencer. Comparte esa confianza, basado en que la brigada cuenta con un armamento más pesado y moderno, que supera el de las unidades de infantería de los Estados Unidos.

“Reconoce estar impresionado con la seriedad de los hombres, que han recibido un entrenamiento intensivo, y confía en el éxito del embarque realizado por los mismos.

“Confirma que la brigada cuenta con 1 400 hombres y lo único que piden a las fuerzas armadas de los Estados Unidos es que sigan enviando suministros. En su última consideración evalúa la fuerza aérea de la brigada 2506 de fuerte, bien entrenada, armada excelentemente y muy motivada. Jack Hawkins era de la opinión que sería un grave error que el gobierno norteamieicano desviara a los miembros de la brigada de su propósito”.

Esa fue la evaluación del alto oficial para responder el requerimiento del Presidente John F. Kennedy, quien dispuso que el general Maxwell D. Taylor investigara las causas de la derrota de la brigada 2506.

Para elaborar el expediente solicitado, Taylor recibió el documento perteneciente al archivo de la seguridad nacional de Washington D.C, el resto de la historia es pública.

Seis décadas después, deben existir otros archivos que pudieran desclasificarse, porque otros mercenarios siguen recibiendo órdenes y financiamiento de otras administraciones del gobierno de los Estados Unidos para destruir a la Revolución Cubana.

Los de ahora no vienen en lanchas rápidas, ni tienen el buque Houston en las aguas aledañas esperando la señal para la intervención. Estos utilizan herramientas de la era de Internet, para tratar de subvertir el orden en el país.

En una batalla virtual, donde tergiversan y mienten cínicamente a la espera de llenar sus bolsillos, mercenarios igual, deberían tener algo de pudor. Otras cámaras y lentes de avezados reporteros podrían reflejar sus rostros desmoronados y sus cabezas gachas, cuando el SAU-100 apunte y los hunda.

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Sobre el autor: Bárbara Vasallo Vasallo

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