A Orismay Hernández Ramírez lo persigue “la bendita circunstancia de la poesía” por todas partes. Ya no es el niño que limitaba la improvisación a las horas en el regazo de su padre, sino que ha comprendido cómo la décima puede transfigurarse, hacerse dúctil en la existencia del poeta mientras la invoca en la tribuna, los oídos rurales o el paisaje citadino donde el teatro Sauto se abre frente a una máquina de escribir.
“Siempre la poesía ha tenido ese poder de transformar, sensibilizar e insistir en que tanto quien lee como quien escribe trate de apropiarse de las mejores virtudes. No puede vérsele como un patrimonio exclusivo del pasado. La décima, por ejemplo, se reviste con la osadía de los nuevos tiempos, y uno siente cómo a través de ella la sociedad recibe con más hondura la transmisión de valores, el amor por la Patria”.
Orismay es un poeta marcado por el calor del pueblo. Su infancia guajira supo de las lomas de Triunvirato, el húmedo roce de la presa… Del seno familiar aprendió el valor del trabajo y de perseguir con voluntad los sueños.
“Mi niñez transcurrió en una etapa difícil de la historia del país, el Período Especial. Me marcó profundamente crecer en un hogar junto a mi abuela, cerca de mi tío que siempre fue un horcón para la familia; pero sobre todo fue esencial el ejemplo de mi madre, una mujer trabajadora que dio prioridad a mi formación y que cree, como decía Martí, en la utilidad de la virtud.
“Aprendí que trabajando se obtienen buenos resultados, que sabiendo lo que uno quiere se vencen desafíos, porque la existencia es un ciclo de momentos buenos y malos donde no se puede perder la esperanza. Eso he hecho, tratar de construir una carrera, un hogar con esa misma perspectiva”.
“Soñador de la palabra”, “hombre de verso y futuro”, podrían ser pies forzados para narrar los pasos de quien ha sido profesor, promotor incansable de la décima, ganador de los más relevantes certámenes de improvisación, y a quien recientemente una nueva responsabilidad le conmovió los cimientos del alma.
“Ya había tenido el antecedente de haber sido delegado a la Asamblea Provincial del Poder Popular en el mandato anterior, pero haber sido electo como candidato a diputado al Parlamento me sorprendió muchísimo. Este proceso de candidatura se ha respirado en mi casa. Mis hijos preguntan “¿por qué te seleccionaron, qué vas a hacer, cuáles serán tus responsabilidades?”, y creo que esa explicación que uno les va dando los convierte en niños que desde el ejemplo de sus padres van comprendiendo cómo hacer un mejor país cuando les llegue su momento”.
Quienes conocen a Orismay saben que su rutina diaria parece desbordar las 24 horas. Los matanceros pueden encontrarlo en los centros culturales de Artex, en las peñas campesinas de Monserrate, contribuyendo con espacios audiovisuales del telecentro provincial, o inmerso en el proyecto DécimAdentro que, como toda obra que comienza a materializarse, requiere entrega y constancia. En estos procesos es vital el apoyo de su familia.
“Mi esposa se ha convertido en mi mano derecha, a pesar de que también se desempeña como directora de la Filial Universitaria de Limonar. Es cierto que hay poco tiempo libre, pero se disfruta cada instante, porque cuando uno trabaja haciendo lo que le gusta no siente el rigor de la fatiga.
“Soy polémico en cuanto a esas tendencias de esconder las situaciones o evitar la denuncia de determinados problemas; creo que la transparencia, el espíritu autocrítico y la búsqueda de soluciones tienen que ser tareas no solo de un diputado, sino de todo revolucionario”.
De resultar electo en los comicios nacionales previstos para el 26 de marzo venidero, Orismay se convertiría en el segundo poeta de la Isla que integre la Asamblea Nacional del Poder Popular, antecedido por el repentista Aramís Padilla Martínez.
“Un poeta diputado le puede aportar al Parlamento ese pedazo de cubanía tan necesario en instantes donde luchamos por la descolonización cultural. Si sucede, no seré yo quien hable, sino la décima, que estará desde mi palabra defendiendo nuestras tradiciones”, confiesa, pero no queda conforme.
Para quien descubre la circunstancia de la poesía hasta en los gestos más simples, los sentimientos no laten igual desde la prosa. Vuelve entonces al verso octosílabo para sellar el encuentro:
Trataré de hacerlo bien,
de llevar al Parlamento
las raíces que en el viento
de la palabra se ven.
Seré allí la voz de quien
sueña una Cuba mejor,
porque además del honor
de saberme diputado
seré el humilde soldado
de un pueblo trabajador.