Dos féminas unidas al Banco Popular de Ahorro en Matanzas.
Aunque ya han pasado más de 40 años, María Antonia Blanco Rodríguez recuerda con gran nitidez el día en que firmó el contrato de trabajo para convertirse en una trabajadora de una institución bancaria. Si fuerza su mente recordará que fue un jueves, el 9 de abril de 1981.
Desde entonces su existencia ha permanecido ligada a esa entidad, que en aquel momento se nombraba Banco Nacional de Cuba, por lo que se puede afirmar que ella vio nacer al Banco Popular de Ahorro (BPA).
Cuando habían transcurrido dos años de su vida laboral, se crea la nueva entidad financiera de la que María Antonia es fundadora. Durante estas más de cuatro décadas la laboriosa mujer ha formado parte de cada transformación del centro.
En un principio se crearon las cajas de ahorro en varios consejos populares de la provincia, con la misión inicial de efectuar el pago a jubilados. Tiempo después, aumentaron los servicios bancarios y comenzaron a otorgar financiamiento a personas jurídicas.
Su elevada responsabilidad le llevó a ocupar cargos de dirección al frente de una sucursal. Para ella representaba un camino desconocido, pues no poseía la experiencia necesaria para dirigir a un colectivo; mas, sobre la marcha fue aprendiendo.
El BPA siempre se ha caracterizado por las mejoras continuas para ofertar un mejor servicio. A finales de los 90 las operaciones se hacían manuales, y con la llegada de nuevas tecnologías se toma la decisión de automatizar los procesos.
Fueron jornadas muy intensas de 24 horas, en las que se garantizaba el servicio a la población durante el día, mientras que en la tarde y parte de la noche se introducían los datos y la información a las computadoras.
Una vez automatizado el sistema, las operaciones fueron más rápidas y los trabajadores desempeñaron su labor con mayor eficiencia, recuerda Blanco Rodríguez, quien se desempeña actualmente como jefa del Departamento de Banca Personal.
María Antonia llegó siendo apenas una adolescente de 17 años, nunca ha trabajado en otra cosa, y tampoco se imagina desempeñando otra función. No se adaptaría, asegura. “Me inculcaron una disciplina, un respeto hacia el cliente, el silencio que caracteriza a nuestras oficinas. Creo que el funcionamiento interno de nuestras sedes es único”.
Aunque se acerca a la edad de jubilación, se siente motivada cuando observa a los jóvenes que se incorporan para asegurar el relevo que continuará prestigiando el hacer de los trabajadores bancarios.
María Esther ama su trabajo en el Banco Popular de Ahorro
María Esther Gómez Navarro bien pudo desempeñarse como traductora de ruso; sin embargo, en tercer año de la carrera desistió de continuar los estudios. Pero en la vida, ciertas decisiones desfavorables se revierten en grandes oportunidades.
Fue así que comenzó a indagar por las labores del Banco ubicado en su natal Nuevitas, en Camagüey. Se trataba, sin dudas, de uno de los oficios de más prestigio, en un poblado donde el otro centro de trabajo más representativo era un central azucarero.
Con la urgencia de una ubicación laboral ocupó un puesto en la industria, pero nunca cejó en su empeño de convertirse en una trabajadora bancaria. Por ello, cuando supo de una plaza vacante como secretaria, no dudó en llegarse al lugar, y era tal su resolución que dijo: “¡Sí!”, ante la pregunta de si poseía conocimientos de mecanografía.
En su vida había colocado una mano sobre una máquina de escribir, recuerda hoy con una sonrisa. Localizó a una señora que impartía clases del oficio y se presentó a la plaza. Luego de varios exámenes de rigor cumpliría su sueño. Aunque, a decir verdad, no conocía mucho sobre las labores de un banco, pero su vida quedaría ligada a esta institución desde el 28 de marzo de 1983 hasta el día de hoy.
Con el tiempo recibió cursos de superación que le permitieron dominar el funcionamiento de cada área. Así llegó a asumir diversas responsabilidades como supervisora de crédito, cajera, controladora de operaciones y directora de varias sucursales.
En el año 2010 se establece en la ciudad de Matanzas, poniendo su experiencia al servicio de las unidades del BPA de esta provincia.
María Esther ama su trabajo, lo es todo para ella y, cuando piensa que se acerca la jubilación, se le agolpan los sentimientos y no puede contener las lágrimas. En torno a un banco creció como profesional y fundó una familia. Su esposo e hija también pertenecen al gremio.
“Son 39 años de trabajo, he pasado mi vida aquí. Es como mi casa, no quisiera pensar en el retiro, pienso trabajar hasta que la salud me lo permita”, sentenció con convencimiento.
“Para mí el Banco es responsabilidad, organización, disciplina, el trato ameno y respetuoso hacia los clientes, quienes depositan toda la confianza en nosotros para que le custodiemos sus bienes; tenemos que ser un espejo para ellos”, afirma Gómez Navarro, jefa del Departamento de Efectivo y Tesorería en la sede provincial del BPA.
Historias como las narradas por María Antonia y María Esther demuestran el sentido de pertenencia hacia una entidad financiera que arribó recientemente a los 39 años de existencia. Aunque muchos sean los retos de la contemporaneidad, contar con trabajadoras con tan alto nivel de abnegación representa una fortaleza que siempre allanará el camino hacia metas superiores.
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