Un socialista en Nueva York

Un socialista en Nueva York
Un socialista en Nueva York

A principios de año, Zohran Mamdani era un desconocido dentro de la política estadounidense. Una meticulosa campaña electoral enfocada en los trabajadores, las minorías y la Generación Z, sumada al proselitismo de figuras como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, terminó por convertirlo en una figura mediática capaz de vencer a un rival tan experimentado como el exgobernador Andrew Cuomo, materializando lo que antaño hubiera parecido una utopía.

Un día después de la muerte de Dick Cheney —uno de los más infames personajes de la historia norteamericana—, la Gran Manzana llevaba a la alcaldía a un musulmán, inmigrante y socialista; una perfecta vendetta contra ese otro señor de la guerra que, desde el Despacho Oval, tan porfiadamente intenta superar a sus congéneres imperialistas.

El camino de Mamdani desde las primarias en junio a los recientes comicios no fue fácil. En su contra se unieron oligarcas y sus medios de comunicación, junto a demócratas y republicanos por igual, en una santa cruzada que no tardó en apelar al sambenito del comunismo y a la islamofobia para vertebrar una campaña de odio y descrédito.

No bastaron, sin embargo, los ataques mediáticos, las amenazas de restringir el presupuesto federal o la maquinaria del miedo que el establishment puso en marcha para aplacar a los neoyorkinos —en especial a ese 40% que conforma uno de los estados más racial y étnicamente diversos del país.

Jóvenes, afroamericanos e inmigrantes concedieron a Zohran Mamdani su abrumadora victoria. Solo la blanca y conservadora Staten Island resistió su carisma y su programa radical, en unos comicios que registraron la mayor participación desde los sesenta, con más de dos millones de votantes.

El triunfo, como era previsible, ha sentado mal al establishment, a Trump y a la oligarquía estadounidense. Lo llamativo, no obstante, es que entre una izquierda que globalmente lo celebra, emerjan críticas y señalamientos dirigidos a restar trascendencia al éxito de un hombre que ha llegado a denunciar al Estado genocida de Israel y a su régimen de apartheid en Palestina, cuando pocos en su entorno lo hacen.

Aun en un panorama donde las corrientes conservadoras y de extrema derecha gozan de hegemonía, la izquierda más ortodoxa se ha atrevido a lanzarse contra el autodenominado socialista democrático.

No ha comprendido esta izquierda que, aunque el ascenso de Mamdani pueda ser funcional al Partido Demócrata y al sistema electoral bipartidista norteamericano, resultan preferibles las posiciones de este frente a la agenda más reaccionaria y con visos fascistas de Trump y buena parte de los republicanos.

No han entendido que aunque Mamdani no pueda —o incluso no pretenda— atacar las bases del sistema imperialista, su victoria no deja de ser trascendental. Merece ser celebrada en Estados Unidos y el mundo, como lo que es, un hálito de esperanza en medio de un panorama cada vez más dantesco.

Mañana, con toda seguridad, una revolución socialista no comenzará en Nueva York. Los trabajadores no desfilarán por Wall Street ni tomarán la Bolsa de Valores entonando La Internacional. Lo más probable es que Mamdani sufra el mismo destino que otros outsiders políticos que, antes que él, han enarbolado discursos más o menos revolucionarios.

No obstante, el triunfo de un socialista en Nueva York, corra la suerte que corra, demuestra cómo, aun en el fin de la historia, la revolución persiste como una quimera atractiva para los marginados.

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Sobre el autor: José Carlos Aguiar Serrano

Lic. Marxismo-Leninismo e Historia por la Universidad de Matanzas. Ex profesor universitario.

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