Helados Vidal, ¡cómo los vamos a olvidar!

Helados Vidal, ¡cómo los vamos a olvidar! Foto: tomada de https://laroussecocina.mx

Llama la atención que desde hace algunos pocos meses vemos a vendedores de helados, en carritos y hasta en motonetas equipadas para ofrecer su apreciado y altamente preciado producto.

También en algunos sitios puntuales de la ciudad algunos particulares los expenden.

Esa propuesta, en meses de tanto calor como los que estamos padeciendo en estos últimos tiempos, me hizo recordar que cuando yo era un muchachito, a finales de los años 50, con frecuencia veía pasar carritos en los que se vendían Helados Nevada, Hatuey, Guarina…, con sus ricas paleticas de varios sabores: vainilla, chocolate, piña, mango, etc. Además, expendían las de vainilla cubiertas con una fina capa de chocolate. Toda una delicia, al costo de 10 centavos.

El helado de Vidal era, como decimos actualmente, “en vivo y en directo”. Es decir, lo elaboraba en su propia casa (calle de La Merced, entre Tirry y San Diego, en Pueblo Nuevo), donde poseía una pequeña fabriquita, que nos maravillaba observar, desde el ancho ventanal de su vivienda, cómo bajaba la sabrosa pasta hacia unos higiénicos depósitos metálicos que posteriormente instalaba en su pintoresco carrito, con capacidad para cuatro de ellos.

Helados. Foto: tomada de riquisimo.net
Foto: tomada de riquisimo.net

Siempre o casi siempre utilizaba frutas naturales y, cuando faltaba alguna de estas -por no estar en época-, adquiría el extracto (en pomitos) de la fruta ausente que, procedente de Francia, compraba en La Habana.

La particularidad de Vidal consistía en que despachaba los helados con una espátula acanalada y, el compacto y refrescante alimento lo depositaba en barquitos de sorbeto, a dos y tres centavos. Era opción del cliente comprarlo en un tarrito, al precio de cinco centavos.

Los vecinos de la barriada de Pueblo Nuevo lo preferían, no solo por la calidad, sino también por el módico precio de sus helados. 

Solía salir a vender en horas del atardecer, 5:30-6:00 de la tarde. Tomaba por la calle de San Diego y doblaba por Santa Rita, con rumbo hacia La Playa. Regresaba alrededor de las 10 de la noche y, tal vez, quienes le compraron al inicio de su recorrido, volvían a comprarle.

Se alumbraba con un mechón de carburo que resistía los embates del viento. Las llamas se acostaban, casi horizontalmente, y volvían a erguirse, orgullosas, cuando la fuerza eólica cesaba. Iluminaba todo el carrito, pintado de blanco, con ribetes en azul y orlas rojas, muy llamativo.

A  tantos años y aun recordamos a José Vidal, español o descendiente directo de español, radicado en Matanzas y que tanto buen helado comercializaba, ¿Los sabores…?

Algunos de los sabores que él vendía, en estos tiempos no los he encontrado, ni en los carritos ambulantes ni en los establecimientos de particulares.

Comenzamos por guanábana, chirimoya, anón, naranja-piña, chocolate, trigo, mamey (uno de los mejores), plátano, vainilla, mantecado, frutabomba, naranja, maní (toda una exquisitez), piña y coco. No sé si me falta alguno, pero creo que no. Lo que sí puedo atestiguar es que los Helados Vidal, nunca los vamos a olvidar. (Por Fernando Valdés Fré)


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