
En la finca Ibarra, en el municipio de Unión de Reyes, late con fuerza la pasión por la tierra y los animales. Allí, cada día, trabaja Yosniel Gil Montenegro, pequeño agricultor de la Cooperativa de Créditos y Servicios José Antonio Echeverría, quien convirtió el campo en su modo de vida y en la mayor motivación de su familia.
Su vínculo con la agricultura comenzó desde niño, impulsado por el amor a los animales. Aunque estudió la carrera de Estudios Socioculturales y tuvo varios empleos, ninguno llenaba sus expectativas. La verdadera satisfacción la encontró en el surco y en la crianza de animales.
Su historia comenzó de manera sencilla: con una puerquita y la necesidad de sostener a su pequeña hija. Ese primer paso marcó el camino que más tarde lo llevaría a criar cientos de cerdos, incursionar en la ganadería y dedicar buena parte de su tiempo a la producción agrícola.
“Inicié por placer, y también por necesidad, porque de ahí sacábamos el sustento de la familia. Gracias a eso pudimos levantar nuestra casa y continuar con las diferentes producciones en la finca donde nació mi esposa. Poco a poco nos fuimos ampliando, y hoy trabajamos de todo un poco”, comenta con orgullo.
Cultivos que alimentan y resisten
La finca que dirige Yosniel tiene una caballería, y en ella siembra yuca, guagüí, tomate, pepino y otros cultivos de temporada. La yuca constituye su apuesta más segura, porque se trata de un alimento resistente a los embates del clima y que, además de ser fuente de ingresos, sirve como pienso para los animales.

“Los cultivos son la base de todo —explica—. Donde hay producción, hay vida. Eso no es solo para nosotros, también beneficia a muchas familias, al Hogar Materno Celia Sánchez, del municipio, y a personas vulnerables. La tierra no solo da comida, brinda oportunidades”.
Además de los sembrados, en la finca conviven otras producciones donde destacan los cerdos, las gallinas ponedoras, los patos y otros animales que garantizan diversidad y autoabastecimiento. Ese vínculo entre agricultura y ganadería permite que nada se desperdicie: lo que no consumen en el hogar, lo transforman en alimento para los animales.

Para Yosniel, producir alimentos representa más que una responsabilidad económica: consiste en un compromiso social. “Un país no puede sostenerse sin alimentos. En la actualidad resulta complicado producir por la falta de insumos y los efectos del cambio climático, pero lo más importante radica en incentivar a los pequeños agricultores. Somos quienes llevamos directamente la comida a la mesa del pueblo”, asevera.
Las técnicas que aplica en su finca combinan lo mejor de la tradición con algunas soluciones modernas. La base del sistema consiste en el buen empleo de abonos orgánicos. Con residuos de la finca elabora materia orgánica que devuelve a los cultivos, lo que reduce costos y mantiene la sostenibilidad. “Esta práctica nos da mejores resultados y es más económica”, confiesa.
Sin embargo, aunque cuenta con turbinas eléctricas, la falta de electricidad limita el riego, en ocasiones, así mismo, por la escasez de insumos, debe recurrir a algunos químicos para enfrentar plagas.
Retos de hoy y esperanza de mañana
El campesinado de Unión de Reyes enfrenta retos que están presentes en todo el país: altos costos de insumos en divisas, precios topados que no siempre corresponden con la inflación, falta de equipos y las consecuencias del cambio climático. “Muchos guajiros tienen desánimo y abandonan el campo. Yo sigo aquí porque lo asumí como mi modo de vida. Me gusta lo que hago y tengo la suerte de contar con una familia que está conmigo en todo momento. Sin ellos no pudiera lograr nada”, afirma convencido.
El bienestar de los más cercanos, su alegría y los deseos de continuar las producciones representan su gran satisfacción. “Todos integran las labores, ya sea en el cuidado de los animales, la siembra o la comercialización”. Yosniel, valida la unión familiar como la única garantía para mantener la finca. También la comunidad juega un papel vital, pues constituye la primera beneficiada con las producciones.

La producción de este joven campesino está contratada en su mayoría, lo que garantiza estabilidad. Además, cuenta con un punto de venta en la zona del Paseo en Unión de Reyes, donde la población puede adquirir productos frescos a precios más asequibles que los de los particulares. También participa en las ferias sabatinas del municipio, donde acerca directamente lo que cosecha a quienes más lo necesitan.
Recuerda con especial satisfacción los momentos de reconocimientos al trabajo que realiza a diario, incluso, cuando pudo donar cerdos en señal de agradecimiento. “Esas cosas motivan mucho, porque uno siente que lo que hace vale la pena. A mí me mantiene activo y contento ver que la gente reconoce nuestro esfuerzo”.

En un municipio que no cuenta con fábricas y empresas, el campesinado emerge como el principal motor económico de un territorio eminentemente agrícola. “Hoy somos quienes damos empleo, quienes aseguramos la alimentación, quienes mantenemos viva la economía local. La producción se queda en el territorio y beneficia a todos. Sin campesinos, no habría vida en Unión de Reyes”, enfatiza Yosniel. (Por Roxana Valdés Isasi, colaboradora)
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