
Superman es una película de la era Letterboxd: cualquier usuario tiene la facilidad de entrar a esa catedral internáutica para cinéfilos y puntuar, entre cinco estrellas con corazón y el mínimo descorazonador, lo que le ha parecido tras verla. Pero también tras no verla, o relativamente verla, más pendiente de inconformidades que de placeres, con lo cual pondría punto final a una cinta más interesante de analizar de lo que le pudo parecer a priori. Y gustosa de contemplar.
Afirmaba el slogan con que se anunciaba hace casi medio siglo el Superman de Christopher Reeve: “Creerás que un hombre puede volar”. Ya en 2025 lo hemos creído muchas veces, cada vez más, desde aquellos efectos especiales que se han ido perfeccionando de superhéroe en superhéroe, de superproducción en superproducción. De modo que la era a la que pertenece esta película es también la de las audiencias saturadas, la era post Endgame. No basta el reclamo de una persona que vuela para recaudar millones: es preciso innovar en otros frentes.
Lo que sigue sorprendiendo en 2025 son las inagotables posibilidades de un personaje tan presto a interpretaciones múltiples, de Jerry Siegel a Alan Moore, de Richard Donner a Richard Lester, de Bryan Singer a Zack Snyder, y ahora James Gunn. Por no hablar de su paso por series y seriales, por radio y televisión, y otra vez al cómic, y otra vez a la animación, y otra vez a los juguetes (físicos y virtuales), y otra vez al cine en live action: Kirk Alyn, George Reeves, Christopher Reeve (¿no coincidimos todos en que es el mejor?), Dean Cain, Brandon Routh, Henry Cavill… ahora David Corenswet.
Larga vida ha tenido el hijo de Jor-El, en efecto, y tan fértil como contados seres de ficción han podido vivir las suyas en todos los medios. La Superman de este año es un nuevo reinicio conceptual, radicalmente distinto del propuesto por Zack Snyder en la pasada década. También funciona como un pseudo-resumen (donde por lógica no cabe todo, ni va a dejar a todos contentos) de la herencia cultural que a costa del kryptoniano hemos venido heredando hasta el presente. La pregunta de todo fan era si funcionaría. La respuesta para todo fan es diversa.

Evidentemente, quien padezca alergia a la personalidad jocosa y excesiva de James Gunn tendrá otras opciones dentro del canon más acordes a su interés. Pero aunque hasta hoy yo mismo no sea un gran fan del orquestador de Guardianes de la galaxia o de su humor en todo momento, y aunque mi preferencia se decante por el original de Donner, obra modélica del género (y casi inmediatamente por su digna sucesora de Singer), no creo difícil disfrutar de esta refrescante aventura, de este rescate del cine como mecanismo de evasión/reflexión.
Para ello, el primer paso es un desprejuicio total (sí, es comedia; sí, el prota usa mallas y calzón de forzudo; sí, ¡aparece Krypto!; ¿y?). Casi enseguida, lo mejor es dejarnos abrazar por el poder envolvente que ejerce el cine en torno a su época, sus medios y sus asistentes.
Por ejemplo, el conflicto ucraniano-ruso-americano que tan poco ha abordado Hollywood en su media de producciones está más presente en Superman de lo que cualquier denostador de la tradición superheroica osaría aventurar. Nada menos que en Superman, es decir, la película que a la vez te está entreteniendo con su espectacularidad, divirtiendo con sus ocurrencias y conmoviendo con el conflicto de identidad que plantea.
Así fluctúa, entre la sátira política y la apoteosis audiovisual aderezada de humor. Casi todos los años hay algún nuevo “viaje a la luna” cinematográfico, de esos que te apabullan sensorialmente, pero no en todos los casos coincide con el comentario a nivel de actualidad más picante del momento.
Es por tanto Superman una rareza por cuanto te abstrae y cuanto te hace aterrizar, intermitentemente. Sus lecturas son tantas que uno podría cometer el error de leerla demasiado en vez de verla, y tiene tanto que agradecer a James Gunn un inmigrante al sentirse representado en pantalla que un friki apolítico alucinado por los efectos visuales.
El río de antiprotones. He ahí mi secuencia límite: mi logro predilecto dentro de los aspectos técnicos dignos de Oscar que se suceden imparables, así como el momento más efectivo y arrebatador si he de elegir uno con el cual quedarme de todo el metraje. Porque, supongo, quizás el propio movimiento de ese río lleno de tecnología y colores, fluyente y hacia delante, todo el tiempo hacia delante, arrastrando a nuestros héroes hacia un agujero sin salida contra sus fuerzas, es comparable a la velocidad y a la energía con que la película nos conduce de principio a fin. Con la diferencia de que a los espectadores sí nos viene bien dejarnos llevar, no como a Superman ni a sus amigos metahumanos atrapados en esa corriente de peligros.

De lo más diversas han sido las razones para preferir o rechazar las decisiones argumentales y estéticas del film. Van desde la alegría porque Corenswet haya hecho un buen Kal-El/Clark Kent hasta la decepción por la poca seriedad con que se abordan algunos instantes épicos, o desde la emoción irrefrenable al escucharse las notas legendarias de John Williams hasta el hastío de sentir que hay demasiados personajes confluyendo a la vez.
Una cosa sí me atrevo a sugerir, con el iluso ánimo de unificar criterios: agradezcamos todos que, desde que ese traje azul con capa roja se estrella en las nieves antárticas, poco antes de ser reanimado y arrastrado hacia la Fortaleza de la Soledad por un perro con superpoderes, a más de uno se nos ha olvidado lo que teníamos pendiente y nos hemos entregado desde los primeros minutos al venerable placer de seguir una historia.
Esa involuntaria absorción, que no siempre consigue el cine, la ha conseguido esta vez un señor llamado James Gunn con mayor gusto y talento que muchos de sus colegas frente a semejantes propuestas multimillonarias. Eso, puristas de Superman o no, complacidos o decepcionados, lo debemos reconocer. Ojalá todos viésemos las dinámicas tras bambalinas, entendiésemos la necesidad de arriesgar, y midiésemos los riesgos que toma un autor en semejante empresa, con la omnipresencia con que Superman y Krypto ven, entienden y miden la tierra desde el cosmos.
FICHA TÉCNICA
Título original: Superman; Año: 2025; País: Estados Unidos; Dirección y guión: James Gunn; Fotografía: Henry Braham; Música: John Murphy, David Fleming; Reparto: David Corenswet, Nicholas Hoult, Rachel Brosnahan, Edi Gathegi, Anthony Carrigan, Nathan Fillion…; Duración: Dos horas y nueve minutos.
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