
Olivia gira la pequeña taza sobre el torno y da los toques finales a su obra. Cada pincelada es una nueva aventura. La oportunidad de un tazón, una taza o un plato, para ser lo más importante en su mundo, mientras sus trazos dan vida a figuras coloridas, sencillas y a la vez, extraordinarias.
La joven artista posee un estilo singular. Su habilidad resaltó desde las primeras siluetas plasmadas en aquellas superficies que le parecieron lo suficientemente atractivas para adornarlas con su arte: revistas, libros o paredes.
“No recuerdo exactamente cuando empecé a dibujar, quizás fue en preescolar. Mis padres notaron lo mucho que lo disfrutaba y cuánto tiempo le dedicaba, comenzaron a llevarme a talleres. Mis avances más grandes empezaron a notarse después de estar bajo la tutoría de Josefina Báez.
“De vez en cuando nuestros dibujos aparecían en El Chiribitil y me sentía muy orgullosa cuando veía los míos, tanto que gritaba de felicidad. Me gustaba aprender nuevas técnicas, usaba los trazos y los colores de forma cada vez más atrevida. Entonces, en algún punto, lo que hacía dejó de ser un pasatiempo para convertirse en lo quería hacer siempre, la forma en la que podía expresarme mejor.
“En medio de todo descubrí el anime, me fascinaron sus historias, los personajes. Me inspiraban y empecé a dibujarlos, también creé mis propias obras con estilo manga. Aprendí más sobre la cultura asiática en general, lo cual sigue influyendo en mi arte.
“Hice los exámenes para entrar a la Escuela de Arte. Me preparé en Historia del arte, pintura, escultura y dibujo. Sin embargo, no pasé de la primera etapa. Me desanimé un poco, pero seguí estudiando y traté de perfeccionar mis habilidades para llegar a la segunda etapa. Lloré cuando supe que había aprobado.
“Durante los cuatro años en la Escuela de Arte, sacrifiqué muchas horas de sueño para terminar las piezas a tiempo. Podía pasar noches armando trabajos en el comedor de mi casa, con materiales convencionales o extravagantes. A veces, todavía lo hago con mis nuevos proyectos, es una costumbre que me quedó.
“Aprendí sobre la anatomía humana y realicé muchos retratos como resultado de los ejercicios en clase. Los tengo todos guardados como recuerdo. Algunos, incluso, los subí a mi Instagram, pues disfruto compartir lo que hago. En el último año me sentía más relajada y me centré en mi tesis. Elegí especializarme en grabado por su cercanía con el dibujo.
“Por aquel entonces también mi pasión por la cultura japonesa había crecido, al punto de crear mi primer cosplay y gracias a eso me uní al proyecto Animat. Sigo trabajando con ellos ahora, nos hemos presentado en eventos, a nivel nacional, dedicados a los amantes del anime”.


A Olivia le fascina encarnar personajes de animes y videojuegos. Pone especial dedicación en los detalles y características que requieren cada uno de los que ha interpretado. Usa sus dotes de creadora para hacer las armas o accesorios, incluso ha diseñado algunos de los trajes, desde una armadura aterradora hasta un vestido elegante.
“Ser cosplayer es mi mejor pasatiempo en la actualidad. Unido a eso, mi mundo se centra en ayudar a organizar los eventos en la Galería Provincial de Arte Pedro Esquerré, montamos las obras y promovemos lo que se hará. Siempre estoy rodeada de otros artistas y admiro de cerca sus trabajos.
“También decoro piezas de cerámica en la Galería Taller. Allí paso las horas pintando. Tengo total libertad para usar los colores, las formas y dejar mi huella sobre estas superficies. Me suelo inspirar en distintas culturas por lo general, mayormente en la asiática, pero también en elementos relacionados con lo cinematográfico o animado. En cada taza o plato, creo un diseño diferente.

“Cuando comencé, usaba la técnica de puntillismo y tonalidades azules. El resultado no me parecía muy convincente al ser mi primera vez probando pintar en cerámica. Domino bien la acuarela, pero en papel, y aquello era muy diferente a pintar en papel. Si aplicas mucho el pincel mojado, el acrílico de base se quita.
“Seguí probando otros estilos, pinté carpas y algunas de mis africanas con turbantes. Busqué muchas ideas para decorar las tazas, pero sin llegar a la caricatura. Pintar en cerámica, sobre todo, consiste en no cargar mucho la superficie con pigmentos sin dejar de recrear los detalles fundamentales de cada diseño”. (Por: Leysi Álvarez Fernández, estudiante de Periodismo)
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