
¿Fracaso o revolución? Lo que en realidad está pasando con Tropicoqueta
Nadie lo pidió, pero todos lo esperaban. Y cuando llegó fue imposible ignorarlo. Karol G soltó Tropicoqueta y puso a temblar los algoritmos, las plataformas… y las lenguas más afiladas del género. ¿Es reguetón? ¿Es novela? ¿Es broma? ¿Es arte? La respuesta es sí. A todo.
Este álbum no vino a repetir fórmulas: vino a desafiar expectativas. En un momento en que muchos artistas latinos buscan sonar más internacionales, más limpios, más “de exportación”, Karol G hizo justo lo contrario: volvió al barrio, al drama, a la bachata de salón, al merengue escandaloso y a la estética de vitrola vieja. Pero lo hizo con producción de alto nivel, con discurso… y, sobre todo, con identidad.

Eso es Tropicoqueta: una fiesta latina que mezcla luces de colores, despecho, perreo y una narrativa que se siente tan cercana como una conversación de vecinas en la puerta. Aunque el envoltorio parezca exagerado, el resultado ha sido brutal.
Los números hablan: 57 000 unidades equivalentes vendidas en EE. UU.; en su primera semana; más de 28 millones de streams en Spotify en solo 24 horas; #1 en España, #3 en el Billboard 200 de Estados Unidos; 1.4 mil millones de streams globales y contando.

En Latinoamérica, literalmente: arrasó. Canciones como Si antes te hubiera conocido fueron #1 en más de 10 países: de Colombia a Argentina, de Chile a Honduras.
Pero los datos no explican el fenómeno.

Tropicoqueta funciona porque tiene alma. Porque no pretende ser un “éxito”, sino una experiencia. Cada canción tiene una intención, un ritmo y un guiño a la cultura popular: desde referencias a telenovelas latinas, hasta fusiones de reguetón con mariachi, ranchera, cumbia y bolero pop.
En medio de un panorama musical cada vez más homogéneo, Karol G entregó un disco que grita Latinoamérica, con orgullo. Y eso no es poca cosa.

Y por si alguien lo olvidó: Karol G no empezó ayer. Desde sus inicios, cantando reguetón cuando no era “moda”, ha recorrido un camino lleno de hits, obstáculos y conquistas: rompió récords con Tusa, Bichota y Provenza; llenó estadios enteros con Mañana será bonito; fue la primera mujer en ganar un Grammy anglo en la categoría de Música Urbana; encabezó Coachella. Y hoy se reafirma con un álbum que muchos criticaron… y luego terminaron tarareando.
Por supuesto, no faltaron los comentarios tóxicos: que si el álbum no pegó, que si se desnudó para llamar la atención, que si “está copiando a otros artistas”… Pero Karol G nunca ha sido de las que se queda callada. Respondió con más arte, más música y más control sobre su narrativa. Y lo mejor: no se defendió. Se mostró tal cual. En un mundo de filtros y estrategias de marketing, eso se agradece.

Tropicoqueta no es perfecto. Ni lo intenta. Tiene momentos brillantes, otros caóticos, y algunos profundamente íntimos. Pero esa es su fuerza: la honestidad de su exceso. Porque no todo lo latino tiene que parecer “de exportación”. No todo lo femenino tiene que ser correcto. Y no todo lo artístico tiene que ser serio. Karol G lo entendió. Lo gritó en colores y, guste o no, este álbum ya marcó la pauta del verano, del género y, quizá, de su carrera entera.

(Por Kevin Miguel Aldama Esparraguera, estudiante de Periodismo)