
La Llorona de Los Ángeles y Vic Vega
La primera vez que vi «Terciopelo azul« (1986), de David Lynch, pensé en Quentin Tarantino. No tanto por las semejanzas entre ellos como por sus diferencias, a la hora de cada cual partir en dos una década con originalidad, ultraviolencia y ¡música! Han conseguido que no volvamos a oír con inocencia las viejas canciones que antaño no se asociaban a perversiones ni perversidades. Pero esa no ha sido la última vez que al pensar en Lynch también he pensado en Tarantino. La más reciente, de hecho, fue hace un par de días, al conocer la muerte de Michael Madsen.
¿Por qué? Porque el actor que mejor sabía bailar y a la vez blandir una navaja barbera sucumbió de un infarto cuando mi corazón cinéfilo, que es tarantiniano, que es lyncheano, aún no se recuperaba de la noticia de Rebekah Del Río. Encontrada en su hogar, sin esclarecer las causas del deceso, la Llorona de Los Ángeles sigue robándose después de muerta la atención de quien asista por primera o enésima vez a Mulholland drive (2001) y llegue, confuso y sobrecogido, al momento donde ella canta con una lágrima maquillada sobre la mejilla.
Los universos de Quentin y David siempre se me han mezclado, desde mucho antes de que estas dos estrellas cayeran en menos de dos semanas. Comparten actores, comparten geografía, comparten una visión enrarecida y malsana del mundo. Michael Madsen bien pudo ser un estupendo secuaz de Dick Laurent en Carretera perdida (1997) o, como Tim Roth, Robert Forster y Jennifer Jason Leigh, un miembro más del elenco de Twin Peaks: El regreso (2017). A su vez, no recuerdo que Rebekah haya estado más cerca del universo Tarantino que en la codirigida Sin city (2005), donde también sintonizamos su voz. Pero pudo estarlo. ¿Por qué no? La música de Quentin es tan ecléctica, y tan emocionante casi siempre…
Ambos astros, en su descenso, coquetean con la idea de haber pertenecido uno al espacio del otro. El título de una película de Madsen, Mulholland falls (1996), parece la prueba burlona de ello.

Pero existe una tercera dimensión, más amplia, que es la de nosotros, los del otro lado. La que se expande ante nuestros ojos, en un rango donde cabe la genialidad de más de un cineasta posmoderno con sello muy marcado. Es nuestra propia condición de espectadores, y dentro de ella decidimos que tan inmortal es él en Reservoir Dogs y Kill Bill: Volumen 2 como ella en Mulholland Drive y Twin Peaks: El regreso. Y que tan profesional, convincente y admirable fue él en Thelma y Louise, Liberen a Willy o el remake de La huida como ella al micrófono por Llorando, No Stars u otras piezas de su carrera no necesariamente encapsuladas en los fotogramas de Lynch.

Recientemente Mulholland Drive quedó elegida como segunda mejor película del siglo XXI en un listado de prestigio. ¿No había pasado ya? Bueno, lo importante es que una gran responsabilidad en eso no solo la tiene el visionario que la soñó, rodó y pulió, sino también la cantante maquillada, enigmática y poderosa que convierte la escena del Club Silencio en algo más. Claro, con el talento de Lynch habría salido una escena buenísima en cualquier caso, actuase tanto una soft-rockera californiana como un black-metalero escandinavo, pero quiso el destino que pocas sensaciones de Mulholland Drive nos perdurasen tanto en el subconsciente como la versión hispana de Crying que se marca la Del Río.
Es un momento fascinante, que se vive a flor de piel. Da miedo, da tristeza, da un qué sé yo de sensaciones alternantes entre las notas. Para comprender qué rayos pasa con los personajes de Laura Elena Harring y Naomi Watts, es bonito tener que conceder el primer plano (en todos los sentidos) a la desconocida que canta como solo puede cantar alguien en la segunda mejor película del siglo XXI (primera, según otro listado).
Y Michael, siempre discreto en su poderío, hasta el fin de los días será uno de esos secundarios de siempre, un rostro reconocible (con no menos desapercibida voz), de los que salen “en todas” y habitualmente “de malo”. Y vaya malo. ¿Has visto alguna vez un malo que sea, aparte de eso, un ser humano? ¿Quieres apreciar un prodigio de actuación natural, introspectiva, digna de desprecio y compasión? Míralo en el segundo segmento de Kill Bill. Disfruta cómo prepara una margarita en la batidora mientras finge no poseer ni venerar el sable Hanzo que le regaló su hermano. ¿Qué tal se hubiese portado su Vic Vega en Pulp fiction, si por haberse marchado a hacer Wyatt Earp (1994) no hubiera tenido que suplirlo John “Vincent Vega” Travolta?
Los actores como Michael Madsen son (y es la mejor metáfora que pude encontrar) vigas que a menudo sostienen buena parte del producto. No tendemos a reparar en su fuerza, pero están ahí, haciendo de Wyatt Earp una experiencia más buena de la que sería sin su mínimo aporte, con solo asomarse de vez en cuando por el plano y hacer el trabajo por el que se le pagó ese día y se le recordará siempre.
Al final del capítulo 10 de Twin Peaks: El regreso… Por cierto, qué rápido se han ido, ¿verdad? David Lynch y sus colaboradores musicales, Angelo Badalementi, Julee Cruise, ahora Rebekah… En fin, al final de ese capítulo, que es como la décima entrega de una película testamentaria dividida en 18 partes, tiene lugar No Stars.
La Llorona de Los Ángeles se presenta en el montañoso pueblo de Twin Peaks y concede a su embelesado público (hablo de nosotros, que a estas alturas deberíamos embelesarnos cada vez que ella despegue los labios) otra actuación para la eternidad. Una canción donde, como en el extraordinario álbum Floating into the Night (1989), Lynch demuestra ser un maestro de los sentidos. Podría tratar del hijo, para entonces fallecido, de Rebekah Del Río. Podría tratar de un romance al borde de una carretera perdida. Podría tratar de Laura Palmer. Podría tratar de cualquier cosa, pero trate de lo que trate, es una obra de arte.
La letra de No Stars, la melodía de No Stars, el misterio de No Stars, parecen la mejor despedida conjunta, a destiempo y en esta alta madrugada, para las dos presencias del cine cuya ausencia del mundo terrenal motivaron este texto. Adjunto todo ello a continuación, cual poema tardío, y también el extracto correspondiente de Twin Peaks: El regreso. Sin traducción, pues no es preciso entender a la primera nada que tenga que ver con Lynch.
Letra de No Stars
My dream is to go
To that place,
You know the one,
Where it all began
On a starry night,
On a starry night…
When it all began.
We danced
With the stars in our eyes
The night when it all began,
When it all began.
You said
Hold me,
Hold me,
Hold me…
Don’t be afraid,
Don’t be afraid,
We’re with the stars!
I saw them in your eyes,
En tus palabras
Y en tus besos, tus besos…
Debajo de una noche
Llena, llena de estrellas.
Under the starry night,
Long ago…
But now it’s a dream.
¡Yo vi en tus ojos,
Yo vi las estrellas!
Pero ya no hay,
Ya no hay estrellas.
Pero ya no hay,
Ya no hay estrellas.
No stars,
No stars…
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