
Sangre, sudor y sonrisas
Entre un cartel de boxeo y mis ganas de disfrutarlo al máximo siempre se interpuso una pantalla: el televisor, el teléfono. Pensaba que la distancia y las“malditas” circunstancias nunca me iban a permitir vivir un momento como ese.
Un poco de insistencia aquí, argumentos allá y la cooperación de directivos en múltiples dosis se conjugaron para que la Noche del Boxeo Cubano en Varadero quedara grabada en mi memoria en vivo y a todo color.
Una hora antes, como reza el valioso “mandamiento radial”, ya arribábamos a las inmediaciones del Hotel Internacional del balneario matancero, luego de sortear los problemas de transporte que nos aquejan a casi todos.
La entrada tortuosa y demorada no logró que mi entusiasmo menguara, al punto de que mi compañero de mil batallas profesionales sonriera y afirmara: “Tú eres la persona más feliz de este lugar”, y no le faltaba razón, así era.
Credenciales en mano y todas las puertas se abrieron a un espectáculo único hasta el momento en Matanzas, donde además una mujer se enfrentaría al reto de ser la primera y la más observada (prejuicios mediante).
El tono azul predominaba en un ambiente lujoso y expectante, los equipos de transmisión se alistaban en un sector de la sala, prueba sonido, encuadre, los narradores listos y la afluencia de público no paraba.

Y es que el boxeo cubano sigue disfrutando de gran prestigio a nivel internacional a pesar de no vivir sus mejores momentos y púgiles con semejante palmarés no se ven todos los días en vivo.
La mesa estaba servida para una noche inolvidable y sin defraudar a sus seguidores Yakelín Stornell abriría el celofán de las victorias cubanas con un KO técnico en 48 segundos.
Su rival era la favorita por la experiencia en este tipo de combate, pero ella se concentró en hacer su pelea y en todo el estudio del contrario que realizó junto a sus preparadores.
La dominicana Lina Tejada se notaba sorprendida y como a escasos metros los rostros dejan al descubierto emociones que esconden las cámaras pude ver que la potencia de la cubanita la había sacado de paso rápidamente, hasta que la confirmación llegó en sus brazos abiertos en señal de derrota.
Lo que vendría después constituiría puro trámite pues los mejores exponentes del equipo masculino mantendrían el invicto en estas lides, mostrándose ante nuevas oportunidades con oponentes de mayor rango en el profesionalismo, una promesa que la promotora Agon Sports dijo cumplir para el próximo evento.
En casi tres horas de pura emoción, cada golpe dejaba al descubierto esos pequeños detalles que quedan fuera de una cámara profesional: los gestos, dinámicas y expresiones corporales.
Las gotas de sudor se mezclaban casi por descuido con la sangre que brotaba de los rostros descubiertos, forcejeos y rivalidades aparte, las sonrisas también se abrían espacio como la muestra, quizás de compañerismo.
Entre vítores y sanas provocaciones el público hacía lo suyo mientras que los cubanos arrasaban sobre el encerado en un momento histórico para el deporte de los puños.
Al tiempo que los nuestros recibían sus cinturones, una pregunta rondaba mi mente, si el boxeo puede, ¿por qué el béisbol no? ¿Es acaso pecado que el profesionalismo llegue al deporte nacional?
Estar a espaldas de lo que ocurre allende los mares no ha sido saludable y cada día sobre los terrenos de los deportes colectivos, principalmente la pelota, se cierne la incertidumbre: ¿quién será el próximo en irse?
Un cartel profesional de boxeo que deja las puertas abiertas para continuar creciendo sin prejuicios y si de retención se trata que mejor que recibir importantes sumas de dinero y poder tener una vida mejor haciendo lo que amas en tu tierra.