
El niño Ernesto junto a su padre. Al fondo, la casa embrujada. Foto: Cortesía de Clara Emma Chávez Álvarez
A inicios de 1943, en la vivienda de la calzada de San Luis número 66, entre Buen Viaje y Tenaza, en la yumurina barriada de Pueblo Nuevo, acontecían una serie de inexplicables y tenebrosos sucesos, por lo que los vecinos de la zona comenzaron a identificarla como la casa embrujada del jardín.
De madera, con estilo de bungaló americano de una sola planta, alto puntal y tejas planas o “francesas”; ocupaba predios del antiguo jardín La Dalia.
Cierto día, la tía del niño Ernesto entró a la cocina y, extrañada, preguntó a su hermana, madre del menor, por la desconocida mujer que se encontraba al lado de la cuna del infante. Al instante, madre y tía llegan al cuarto y solo ven, tranquilo y todavía risueño, al bebé.
Lo cierto es que, comentado el evento, resultó que varios familiares la habían visto en otras ocasiones, solo que no lo habían dicho.
Otros sucesos tuvieron lugar con el tiempo. Varias noches se escuchaban pasos por la vivienda que se detenían en la cama del menor. Los sillones se mecían solos y se sentía el accionar de la llave en la cerradura de la puerta principal, sin haber nadie afuera.
Se decía que en el patio trasero de tierra, y bajo un limonero, aparecía una dama vestida de blanco empeñada en “entregar” un dinero enterrado en ese lugar por un chino que cerca de ahí se había ahorcado.
En otra ocasión, caída la noche, de súbito, la casa fue ocupada por centenares de murciélagos. La madre solo atinó a guarecerse debajo del mosquitero de su cama, abrazando al hijo, hasta que los quirópteros desaparecieron.
Pero, quizá, el hecho más escalofriante e impactante sería cierta vez que llamó la atención de los mayores el tiempo prolongado que llevaba el niño Ernesto mirando el espejo. Al llegar madre y tía, proferirían fuertes gritos de espanto; sobre el espejo se marcaba una mano humana cadavérica. Este acontecimiento, esparcido por la comunidad, llevó a infinidad de vecinos curiosos a desfilar por la vivienda para ver la “huella” macabra.
Desde entonces, para los residentes en la barriada, la casa del jardín estaba embrujada. Aunque la antigua vivienda fue demolida y su lugar hoy lo ocupan dos modernas construcciones de mampostería, los eventos acaecidos son recogidos en el libro inédito Sol en Géminis, de la autoría de Ernesto Chávez Álvarez, el niño protagonista; mientras los extraños sucesos forman parte de la historia, memoria y leyenda urbana de la localidad.