La edad de la ciruela, un hermoso texto teatral del dramaturgo y actor ecuatoriano Arístides Vargas, convertido en coreografía para la danza por la maestra Liliam Padrón (Matanzas, 1958), forma parte de las 25 piezas del Museo de Esculturas en Madera de la Dramaturgia Cubana, creado por Adán Rodríguez Falcón.
Es un homenaje a la labor coreográfica de la bailarina y directora de la Compañía Danza Espiral y su constante recreación de obras literarias, que van desde poemas, novelas o piezas teatrales, y que está presente en el repertorio de la agrupación desde sus inicios, como parte esencial de su creación.
Los vínculos de Liliam Padrón, su directora, con parte de los escritores cubanos y universales se refleja no solo en sus coreografías, sino en su inserción en diferentes espacios literarios que van desde las ferias, presentaciones de libros, actividades sistemáticas y homenajes a diferentes autores y obras. Recuerdo entre otros, el ofrecido a Nicolás Dorr a partir de Las Pericas, con el Museo Provincial Palacio de Junco como escenario dramático, para vivir el mundo alucinante que propone el texto del destacado autor cubano, en el marco de una Jornada de la Dramaturgia.
Su constante colaboración con el teatro, como parte de su visiones sobre la cultura, ha propiciado el acercamiento a obras como Otelo, de William Shakespeare, por ejemplo, una coreografía monumental de la compañía, que constituye una fascinante mirada a dicha obra del inglés, en un contexto mestizo, de fuerza dramática, en los que la imagen simbólica y la concepción de los personajes danzantes ofrece una perspectiva trágica y muy particular sobre la escena.
Igual sucedió con Un estudio sobre Hamlet, irreverente visión del texto del emblemático autor isabelino. Inolvidable también resulta un clásico de nuestra dramaturgia, como es Aire Frío, de Virgilio Piñera, quizás el autor más reinventado coreográficamente por Espiral, donde el universo de la familia Romaguera vuelve a escena, mientras la máquina de coser Singer marca el tiempo y la estructura de la historia, un símbolo de las relaciones familiares en la realidad nacional.
Una revisión de lo creado en estos años por Liliam Padrón con Espiral, va desde matanceros como los poetas Alfredo Zaldívar, Carilda Oliver, Digdora Alonso, Rolando Estévez, Laura Ruíz, Israel Domínguez, Derbys Domínguez, entre otros, pero también Antón Arrufat, Abelardo Estorino, José Milián, Alejo Carpentier.
En estos días, en que se analizan los numerosos aportes de Matanzas como Ciudad Creativa en Literatura, que vienen desde el siglo XIX hasta la época actual, y donde la poesía y la dramaturgia son dos de los géneros predominantes, el diálogo orgánico de la danza con la literatura, especialmente con la de nuestros autores, constituye también una potencialidad. El viaje poético de la danza.
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