La Nota Gamer: Administrar para sobrevivir
En el ya lejano año 2012, la desarrolladora Ubisoft Shanghai estrenaba un juego que si bien no fue un éxito comercial ni mucho menos, sentaría las bases jugables para el resto de títulos de supervivencia posteriores y dejaría a los jugadores más puristas con ganas de más.
I Am Alive, “Yo Estoy Vivo” en español, fue la cúspide de lo que debería ser un juego de supervivencia en su momento, con un toque psicológico importantísimo. En él encarnamos a Adam, un padre que pierde a su hija producto de un cataclismo en Chicago y decide salir a buscarla.
La ciudad está devastada y muestra un ambiente desolador, la comida y el agua potable escasean y la muerte asecha en cada esquina. Para sobrevivir deberemos emplear todos los recursos a nuestro alcance y ahorrar cada bala y cada pomo de agua, como si fueran los últimos, porque podrían serlo.
La mecánica más innovadora de este juego es la de poder resolver los conflictos con las personas que nos encontremos por la calle de diferentes maneras. Podemos intercambiar agua o comida por información, hablar y simplemente decidir mutuamente que tanto uno como el NPC no quieren tener problemas o hasta apuntar con una pistola sin balas a los enemigos y hacerlos creer que el arma está cargada.
Otro punto interesante, lo que en este título no se explota a cabalidad, es el uso de una barra de resistencia para realizar acciones como trepar, cargar o correr. Un elemento que puede aportar mucho en lo jugable, termina por servir de pretexto para alargar las pocas horas que dura el juego y protagonizar las misiones más tediosas y repetitivas.
El juego nos castiga si intentamos intervenir en peleas callejeras, atracos o meternos en donde no nos llaman en general, ya que participar en este tipo de situaciones solo nos obliga a gastar munición y recursos, y el premio puede ser menor que el gasto, o incluso no recibir nada en absoluto.
En el apartado artístico, los tonos grises, el silencio, la penumbra y el trazo grueso de las líneas tanto de los personajes como de las estructura van muy a tono con el ambiente desolador que quiere transmitir. El mundo se ha vuelto una lucha diaria por sobrevivir y por ello a perdido todo rastro de belleza y de humanidad.
El juego ocupa poco espacio de almacenamiento y no exige una PC con demasiadas capacidades. Es cierto que su jugabilidad no ha envejecido del todo bien, pero todavía es una experiencia divertida a la par de cautivadora.
Yo Estoy Vivo marcó una pauta a seguir para los juegos del género de supervivencia y planteó mecánicas innovadoras para su tiempo. Ojalá le hagan una secuela que sepa sacarle el juego a un planteamiento adelantado para su época.