Juan Carlos, director del Hospital Militar Mario Muñoz Monroy
Para entrevistar al coronel Juan Carlos Martín Tirado hay que tener muchísima paciencia y no precisamente porque sea esquivo a cámaras y micrófonos. En la apretada agenda del galeno, timonel del Hospital Militar Dr. Mario Muñoz Monroy desde hace más de década y media, apenas existen brechas, ni para ingerir alimentos.
Dicen que es el primero en llegar y el último en partir de la institución hospitalaria matancera, que personalmente controla las rutinas médicas aplicadas a cada uno de sus pacientes, la calidad de todos los servicios, así como las condiciones laborales de sus trabajadores, de esos que habla orgulloso siempre que se le pregunta la razón por la que “el Militar” funciona como un reloj suizo.
Recientemente, el liderazgo y los años de servicio de excelencia del especialista en I y II grados en Ortopedia y Traumatología fueron reconocidos con la máxima distinción que otorga la Central de Trabajadores de Cuba: el título honorífico de Héroe del Trabajo.
SOÑAR DE BLANCO
Cuando yo era un niño muy pequeño, que apenas podía hablar, empecé a decir que iba a ser “méquido” y eso a la familia le causaba risa, porque eran cosas de muchacho. Pero sí, desde muy temprano tenía claro lo que quería estudiar.
En el pre, etapa definitoria, solicité la carrera en primer lugar, en ese entonces estudiaba en la escuela vocacional Carlos Marx. La inicié en 1981. Fue en segundo año empecé a vincularme más directamente a la ortopedia, quizás porque mi papá padecía de dolencias en la columna y eso me motivó.
Al terminar Medicina hice mi servicio social en las FAR pero ya tenía otorgada la especialidad por vía directa, por ser alumno ayudante, instructor no graduado. Realmente influyó tanto mi papá en mi vocación que después en la ortopedia me dediqué mucho a las patologías de columna, incluidas las operaciones de hernias discales y las fijaciones.
La Medicina es una profesión muy humana que necesita de gran sensibilidad, tienes que consagrarte por completo a esa profesión. En todo momento eres el médico, aunque estés descansando en tu casa debes seguir atendiendo a quien reclame el concurso de tus esfuerzos, estés de vacaciones, paseando…
Es muy difícil que en el escenario donde estés no se promueva un tema de medicina o alguna dolencia, más si se sabe que tú eres especialista, con la intención de que ayudes con un diagnóstico o simplemente orientes. Siempre vas a estar en actividad.
TIMONEL EN UN MUNDO VERDEOLIVO
En la Atenas de Cuba pocas personas no conocen a Juan Carlos. Más de tres décadas le vinculan al Hospital Militar, entre los más prestigiosos de la provincia.
Dice que era un dirigente juvenil, estudiando en la carrera de Medicina, cuando mientras transitaba su quinto año llegó la solicitud de las Fuerzas Armadas que necesitaban fuerza de trabajo calificada para garantizar el completamiento médico en las unidades militares. Y cómo buen líder en formación no lo pensó dos veces para asumir la tarea y predicar con el ejemplo. Orgulloso asegura que otros compañeros le siguieron y tres de ellos hoy se mantienen en el Mario Muñoz.
“El sexto año, conocido como Internado, lo hice aquí, rotando por las especialidades que correspondía. Luego de graduado paso como Jefe de Servicio Médico de la unidad militar 2946 en San Miguel de los Baños, donde era jefe pero también médico asistencial durante los dos años del servicio social. Al concluir ese tiempo retomo la especialidad, y paso a oficial permanente de las Fuerzas Armadas.
“Este 2024 cumplo 32 años como especialista en este hospital. Lo veo prácticamente a la par como primera casa. Es decir: mi primera casa donde vivo y mi primera casa donde trabajo. Uno no puede deslindar una cosa de la otra, son tantos años dedicados que se siente así”.
¡Y eso nadie lo duda! Si algo alaban sus subordinados es la permanencia del líder en la institución. Dicen que cada amanecer, justo a las seis, se le ve llegar al centro asistencial, aunque estén cayendo rayos. Para irse nunca hay apuros. Mientras exista trabajo pendiente, problemas que resolver u otras decisiones importantes que tomar, de esas que salvan vidas, el galeno se mantiene allí para guiar su barco como buen timonel. Allí en la institución que se sabe de memoria, en la que ha sido de todo un poco: desde especialista en ortopedia, Jefe de Servicio, vicedirector quirúrgico, vicedirector general asistencial hasta llegar al cargo máximo.
“Fui transitando por todos los escalones de un especialista simple hasta llegar a director del hospital. Es algo que favorece porque saliste, como se dice en el argot popular, ‘desde abajo’, y te da la experiencia suficiente para poder comprender, en primer lugar, el trabajo de una institución, y en segundo lugar, el quehacer de nuestros compañeros. Tú puedes tener mucha capacidad de dirección, pero si no conoces el centro de trabajo, si no sabes cómo es su idiosincrasia, cómo piensan los trabajadores, es más difícil hacer”.
Juan Carlos no es el dirigente que se pasa el día tras buró, de reunión en reunión. Cada día recorre una a una las salas de la institución médica para interactuar con sus pacientes.
“Este sistema de trabajo nos da muy buenos resultados. Fue implementado por mi predecesor, y he seguido esta línea, esa rutina durante los algo más de 16 años que llevo como director. El pase de visita, que es asistencial y administrativo, comienza todos los días a las 6:30 de la mañana.
“¿Por qué? Porque vemos los problemas médicos de cada paciente en su evolución clínica, lo relacionado con los medicamentos que están indicados y su cumplimiento, los medios diagnósticos hechos y los pendientes, las gestiones que debemos hacer… A la par chequeamos cómo se alimentaron el día anterior, cómo está la limpieza y organización de la sala.
“En estas visitas se toman decisiones importantes. Conversamos con todos los pacientes, excepto con los que estén intubados en terapia o los que por su estado de salud no se comunican. Todos los días les transmitimos un mensaje de aliento, independientemente de su patología. A veces tienen patologías graves y sabemos que no tiene solución su caso, pero siempre los estimulamos a pensar positivamente, a tener fe en que se van a recuperar y eso los pacientes y los familiares lo agradecen muchísimo.
“Para un profesional de la salud y un cuadro directivo en una institución de salud, el estímulo moral que constituye el reconocimiento del paciente o del familiar es lo más importante. No hay nada material que se equipare con el agradecimiento por lo que hiciste.
“Mi familia me ha apoyado mucho, no solo los que conviven conmigo, sino los que ya no están como mis padres que son fallecidos, pero en su momento me brindaron su máxima ayuda. Sin el apoyo familiar no hay tarea que un directivo pueda cumplir de verdad entregado totalmente. Cuento con una familia hermosa, tengo cuatro hijos, los dos hijos mayores son médicos y uno ya tiene una niña. Mi hijo menor va a estudiar medicina también. La niña tiene 10 años y está es la escuela de arte, donde estudiará viola. El hogar demanda a veces la presencia física constante con todos los problemas que surgen, pero si tienen una retaguardia segura te facilita tu trabajo”.
Pero las hazañas del galeno no se remontan solamente a su quehacer en el hospital militar o a su desempeño como líder. Hay otras muchísimas historias que atesora el ortopedista, como aquella que le valió la Estrella Orden de Eissar o Servicio de Sacrificio.
ANÉCDOTAS DEL OTRO LADO DEL MUNDO
En el año 2005 cuando el huracán Katrina azotó el sur de Estados Unidos se organizaron una serie de brigadas médicas por indicación del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, y en la Escuela Latinoamericana de Medicina se hizo la preparación de ese primer contingente Henry Reeve. Bush, presidente norteamericano en ese momento, rechazó la ayuda, lo que fue lamentable porque sí la necesitaban. No obstante, la preparación ya estaba, y un poco después partió un primer grupo a apoyar a Guatemala que sufría inundaciones, y en octubre de ese año, tras el terremoto de Pakistán de 7.1 grados en la escala de Richter, una brigada fue a socorrer a ese país.
“El 14 de octubre, seis días después del terremoto, llegamos a Muzaffarabad, capital de Azad Cachemira. No pudimos acceder en un primer momento al lugar del desastre porque la vía de comunicación había quedado destruida y la evacuación era en helicóptero. Trabajamos en la antigua capital con los casos que llegaban. Tuve el privilegio de hacer la primera operación que hizo un cubano en Pakistán.
“Después nos trasladamos a 40 kilómetros, la parte más crítica, donde comenzamos a brindar asistencia médica y a operar en condiciones absolutas de campaña, con instrumental y una mesa quirúrgica recuperada de una instalación que había allí y se destruyó por el terremoto. Tenía otro ortopedista conmigo, un cirujano, un clínico y un anestesiólogo, pero ni un equipo de Rayos X para hacer una placa, ni de electro o siquiera un análisis de sangre para determinar grupo sanguíneo.
“¿Cómo operábamos? Cuando se trataba de un fémur se ponía un compañero por los hombros a aguantar el paciente y otro aguantar la pierna después que se aplicaba anestesia, estirar el hueso y entonces se ponía el fijador externo. El proceder lo hacíamos por la experiencia que teníamos de años porque allí no había placas de control, estábamos a ciegas. Otros casos sí los abrimos y le pusimos lámina con tornillos, pero no nos gustaba tanto porque puede infectar.
“Hubo una paciente que al día 25 del terremoto todavía estaba encima de la montaña sin posibilidad de evacuar y unos rescatistas norteamericanos la trajeron. Ella llegó muy floja directo al salón de operaciones, donde le pusimos un fijador externo. Era un milagro que estuviera viva. Al otro día, se levantó de su canapé y fue con sus bastoncitos a coger el sol sentada en una piedra. Cuando el norteamericano, acostumbrado a un hospital de emergencia de Estados Unidos donde están todos los recursos, vio el fijador puesto y a la mujer muy feliz, decía: ‘Esto es increíble’. Si no fuera porque yo la traje pienso que esta es otra paciente. Estos cubanos hacen maravillas.
“A los pocos días, Bruno Rodríguez Parrilla, en aquel entonces viceministro de Relaciones Exteriores, me comunicó que era necesario regresar a Muzaffarabad, apodada la Ciudad de los Muertos debido a que la mayoría de las víctimas fatales del terremoto eran de allí. Se había comprado un hospital moderno de campaña en Noruega y había que armarlo. El hospital poseía una mesa quirúrgica increíble, máquina de anestesia, gasómetro, ultrasonido, Rayos X, terapia intensiva con ventiladores pulmonares, tiendas inflables… Podíamos hacer el trabajo de un hospital normal.
“Allí estuve el resto de la misión donde se realizaron cesáreas, apendicitis y hasta úlcera perforada. Fueron ocho meses que parecieron tres años por lo intenso del trabajo, noches enteras sin dormir tratando de adelantar la cantidad de pacientes que eran demasiados.
“Fue una experiencia única donde aprendimos a trabajar en condiciones adversas: el clima que incluía nevadas, la religión que no era habitual para nosotros pero la respetábamos, y vencer las barreras del idioma. Aprendimos por si un día desgraciadamente viene una guerra, que hace falta que nunca exista, cómo operar en campaña absoluta. Sí, porque en una guerra es lo mismo: no hay recursos, no hay nada, y sin embargo hay que atender a los pacientes.
ENTRE SANAR Y SEMBRAR
La oficina de Juan Carlos resulta muy acogedora. Tiene sofá, butacas y ventilador. A la izquierda, sobresalen en la decoración dos grandes cuadros con las imágenes del General de Ejército y del Comandante en Jefe, en el medio, aquella instantánea del día que le condecoró el presidente de Pakistán.
A la derecha, encima del buró, un velero minuciosamente tallado en madera salta a la vista, mientras que al fondo se alza otro un poco más discreto. En la pared, también llamativo, un timón de barco.
“Sí, me gusta el mar, me atrae, pero no es lo que más me atrapa. Mi principal hobby es la tierra, sembrar. Soy de origen campesino y lo que más he hecho en mi vida después de médico es sembrar árboles maderables, frutales además de otras plantaciones en mi finca del Tomeguín.
“Mi hermano, Yens Martín Tirado sí se ha dedicado al campo y ha obtenido muchos éxitos, productor destacado de granos de esta provincia y del país. Él se dedica a los cultivos varios, pero lo que es frutales y maderables son míos.
“Tengo sembrados: cedros (que hemos utilizado para hacer puertas y ventanas de la casa porque los sembré muy joven), caoba brasileña, ocuje, roble blanco… También he plantado más de 200 matas de mamey colorado, mango, aguacate, guanábana, chirimoya, anoncillo, pera, melocotón, café y otras menos habituales en este lugar, como el cacao que es propio de las provincias orientales.
“Las plantas las germino en mi casa, aquí en la ciudad, y las siembro allá. Como mismo disfruto del resultado cuando opero a un paciente y se recupera, también me siento reconfortado cuando siembro algo y da frutos”.
CONDECORAR EL SACRIFICIO
Cuando en fecha cercana al Día Internacional de los Trabajadores se corrió la noticia de que al director del Hospital Militar yumurino le iba a ser entregada la distinción de Héroe del Trabajo de la República de Cuba no hubo asombrosos, y sí múltiples alegrías. Llegaba el premio a tantos años de entrega del galeno.
“Constituye un gran estímulo, pero más que el reconocimiento personal a mis méritos y mi trayectoria es un reconocimiento especial a mi colectivo de trabajo, que ha obtenido tantos resultados durante años. Sé que mi colectivo está contento, se siente feliz con esa estimulación, realmente se premia el esfuerzo durante años.
“Recordar que durante la covid 19 fuimos el hospital insignia de la provincia en el enfrentamiento al flagelo, una designación del General de Ejército, Raúl Castro, que los hospitales militares participaran en cada lugar en atención a los enfermos. Asumimos Matanzas y Cienfuegos durante el año 2020, y en el 21, con la complejidad y aumento del número de casos, los pacientes de riesgo.
“Eso demandó un esfuerzo tremendo, primero porque era una epidemia desconocida, mortal, de alto riesgo de contagiarte y este colectivo dio ese paso al frente y cumplió la tarea. Los compañeros el tiempo que hacían las rotaciones estaban prácticamente sin dormir porque se necesitaba estar constantemente al lado del enfermo, en muchos casos graves y críticos.
“El tiempo del desabastecimiento con oxígeno fue una tensión adicional porque teníamos que estar calculando el consumo en cada paciente para poder ahorrar. El país atravesaba por una situación difícil y Estados Unidos mantuvo su bloqueo y actitud inadecuada, impidiendo obtener oxígeno de ellos mismos y de incluso otros lugares, un acto criminal. El poco que producíamos y el que recibíamos de países hermanos lo teníamos que ahorrar.
“Es una de las satisfacciones más grandes que nuestro colectivo cumplió esa tarea al máximo nivel y que no defraudó a la dirección de la Revolución. Obtuvimos muchos reconocimientos de instituciones, organismos y de la sociedad, entre ellas la bandera de Proeza Laboral que fue un estímulo.
“Como ortopedista el mayor reto fue siempre superarme y brindar el mejor servicio de mi parte, que los pacientes resolvieran sus problemas médicos cuando recibía mi atención. Como directivo, es tener un colectivo que esté unido, avance y se supere también, que goce del reconocimiento de toda la sociedad, que creo que en lo hemos logrado. Eso es un reto constante, porque mantenerse en la cima requiere mucho esfuerzo, es todos los días enfrentar las diferentes tareas y problemas para que la institución funcione lo mejor posible.
“Siempre uno sueña, pero más que pensar en uno, quiero que esta institución siga conquistando logros y mejorando su estructura, que se puedan hacer nuevas instalaciones y brindar otros servicios, que la población mantenga un alto nivel de satisfacción.
“Tenemos proyecciones incluso de inversiones pendientes a realizar que yo no quisiera irme de director sin lograr esas ideas, por ejemplo, una sala de infecciosos con todos los requerimientos, porque la covid demostró que hacía falta una sala especializada.También mejorar el confort de la institución que se traduce en mayor bienestar para trabajadores y pacientes. Sueño que mi institución sea mejor aún”.
Muy bonita su historia, y cierto su sacrificio, es una realidad su esfuerzo, el trabajo, la disciplina, constancia , todo lo que hace por su hospital, es un ejemplo a imitar, el dr Juan Carlos es excelente, compañero, ortopédico, especialista, es un líder, es lo.máximo.
Estoy muy feliz de ver esta entrevista del doctor amigo y por muchos años mi jefe y compañero de trabajo juan carlos. somos dos guajiros de pura cepa yo de finca sumidero y el de finca tome gin juanca vamos por mas se te recuerda con cariño saludos y bendiciones
Muchas felicidades y merecido reconocimiento para el.Dr
Juan Carlos y todo el personal de trabajo del hospital militar en el cual me formé como médico y me siento parte