Chacón: entre versos y aprendices

Carlos Chacón Zaldívar, poeta y narrador de Matanzas
Chacón: entre versos y aprendices. Por José Alejandro Gómez Morales y Gisselle Brito García

Su pasión voraz por la cultura ha hecho de Chacón un viajero incansable. De Mayarí a Limonar, del candor a la madurez, entre la Uneac y la Universidad de Matanzas, discurre la vida del autor de obras como El caballo y las voces o Para un discreto naufragio. Una persona que, en su propia definición, insiste y lucha tanto en su vida profesional como en la personal para vencer los retos que se propone.

Merecedor del Premio Nacional de Cuento Raúl Gómez García, entre otros prestigiosos galardones, acumula una destacada trayectoria de poeta, narrador, crítico literario y formador de generaciones. En este último apartado destaca, desde hace casi 30 años, al frente del Taller de Creación Literaria Pablo Neruda, en la casa de altos estudios yumurina.

Con el tono, aspecto y cadencia de sabio que le caracterizan en su calmo andar, conversó con Girón Carlos Chacón Zaldívar. El escritor y pedagogo, nacido en junio de 1958, empieza por rememorar sus orígenes holguineros.

“Decía Naborí que el hombre no es solamente de donde nace, sino de todos aquellos lugares donde ha encontrado personas que lo quieren a uno como ser humano. De manera que Holguín, Las Tunas y Matanzas están en mi vida, en mi trayectoria, por todas las personas que conocí en esos lugares.

“Nací en Mayarí, un pueblecito holguinero de campo. Recuerdo que al lado de mi casa había una gran cantidad de palmas, y mis juegos infantiles tenían que ver con ese ambiente, con las plantas, con los animales. Creo que muchas veces llegué a conversar con ellos, y me parece también verme en un cuarto de desahogo que había detrás, con un poco de páginas en blanco, tratando de escribir cuando en realidad no había empezado ni la primaria”.

Dichos estudios los realizó en ese mismo terruño y no solo los amigos que hizo fueron importantes. A partir de dicha etapa, Chacón fue sumando una notable diversidad de conocimientos a su conciencia, sobre todo matemáticos y de lengua materna.

“Guardo de aquellos años la imagen de mi maestro de Matemática de cuarto grado, un señor muy entusiasmado con su labor pedagógica, que además de sus clases me habló mucho de la cultura afrocubana. De ahí él descendía, y me puso en contacto con numerosas e interesantes historias. Ese elemento, desde entonces, representó un estímulo para mi escritura.

“Cuando estaba en 10mo grado, siendo dirigente de la Feem, tenía la idea de estudiar una carrera de letras en la universidad de Oriente. Ya había ido allí en una ocasión, pues me hablaron de un taller, así que dejé un grupo de contactos para relacionarme con ese ambiente, a pesar de no haber terminado el preuniversitario. Pero, por las propias circunstancias de la vida y la esencia humana de uno, al llegar las captaciones para el destacamento pedagógico Manuel Ascunce Domenech reflexioné mucho sobre la necesidad del país, en ese momento, ante la carencia de maestros y profesores.

Acepté incorporarme, siempre con una idea: aparte de los estudios que pudiera hacer en la carrera de Español-Literatura, dedicaría buena parte de mi tiempo a informarme acerca de la escritura, los autores, las obras más importantes de la literatura universal”.


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En estos empeños transcurrieron los años del joven Carlos en el Instituto Superior Pedagógico de Holguín. La carrera que cursaba le aportó un vínculo estrecho con los estudios de la gramática, de las diferentes literaturas, además de proporcionarle una formación organizada de lecturas y gran cercanía con el quehacer de escritores y editoriales.

“Entre los libros que yo había leído en esa época, destacan los ensayos de Cintio Vitier. En un programa de televisión lo vi abordar el tema del grupo Orígenes, y desde aquel sitio lejano de Oriente le escribí una carta, explicándole todo ese cúmulo de sensaciones que me provocaba la necesidad de escribir. Asimismo, le exponía mi ausencia de orden, de guía. A los meses me llegó una carta, la respuesta de Cintio. Varias veces he contado que se me desaparece entre los papeles; sin embargo, cuando va a ocurrir algo importante, algo que va a suponer cierto rompimiento en mis actividades, la carta suele aparecer.

“En mi cuarto año de estudios universitarios participé por primera vez en un evento literario en Holguín. Fue un concurso de cuentos, y allí sale a la luz  la primera narración que me premiaron en dicho período. Se trataba de un cuento acerca de un combatiente cubano en Angola, en medio de la soledad de la naturaleza, recordando sus raíces en una situación muy próxima al combate. Luego trabajé con bachilleres de la vocacional holguinera José Martí, y allí inicié otra parte significativa de mi accionar: me dediqué a captar a jóvenes estudiantes con inquietudes literarias”.

Luego de estas experiencias en su natal provincia, Chacón se trasladó a trabajar en la casa de altos estudios tunera. Como profesor se vinculó con el movimiento artístico local, por ejemplo, integrándose a las filas del movimiento de instructores que en el país dio apertura a la fundación de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

“Me convertí en presidente de esta organización en Las Tunas, de forma que desarrollé una amplia actividad en todas las manifestaciones creativas para estimular a esos jóvenes. Uno de los logros más relevantes fue la fundación de la Casa del Joven Creador en el territorio, alrededor del año 1991. Es una de las más antiguas de su tipo”.

Por aquella época fungía de profesor de Literatura Latinoamericana y Universal en la universidad, a la par de su trabajo en la AHS. En años posteriores se funda el comité provincial de la Uneac y él formó parte del núcleo. Para aquel entonces, su obra creativa se había dividido en tres vertientes esenciales.

“En primer lugar, seguía con ese gusto por la escritura poética. Luego, la narrativa. Y por último, las propias exigencias universitarias me condujeron a estudios científicos, a la realización de investigaciones en torno al surgimiento de la décima, de los diversos concursos que en Cuba comenzaron a promoverla en calidad, para muchos, de estrofa nacional.

“Durante esas investigaciones visité la localidad matancera de Limonar, y comencé toda una serie de viajes hacia la Atenas de Cuba. Finalmente, en torno a 1995, me mudé a la ciudad yumurina y empecé a trabajar en la universidad. Por supuesto, gracias a toda la experiencia que traía es que fundé, en el curso 96-97, el Taller de Creación Literaria Pablo Neruda.

“Con eso sucedía algo curioso: aunque yo estaba más relacionado con la literatura cubana, aquí en Matanzas los estudiantes que se acercaron a mí en aquel momento tenían una referencia de la obra poética de Pablo Neruda. Incluso recuerdo que una profesora de aquí había descubierto que él había estado un par de veces en Varadero. En ese grupo juvenil era todo un paradigma la obra nerudiana, además de esos dos episodios de carácter local”.

Posteriormente, en la medida en que avanzó con el taller, Chacón buscó la mayor cantidad de datos posibles sobre el ganador del Nobel de Literatura y su arraigo en el continente. En ese contexto fundacional, en la universidad, conectó y organizó dos actividades muy significativas para el desarrollo posterior de su labor: el primer coloquio internacional sobre la poesía de Carilda Oliver Labra y el Encuentro Internacional de Poetas e Improvisadores, realizado a lo largo de varios años con la presencia constante del Indio Naborí.

“Luego vino, en 2003, el bicentenario de José María Heredia, ese enorme poeta cubano que vivió también en Matanzas. Tuvimos la oportunidad de participar y de llevar una muestra de lo que hacían los estudiantes del taller. De eso se derivó más adelante la creación de un concurso de narraciones cortas, el cual se llamó La Malva Azul y tuvo un cierto resultado”.

En su peregrinar a través del tiempo por sitios tan diversos, entre los pueblos y ciudades de su vida, Matanzas es de los que más han marcado al profe Chacón.

“Los espacios, la naturaleza, las calles matanceras… La conversación de Carilda, desordenándose entre los versos de la nación, en el sentimiento y en el amor. Matanzas, como mis otros lugares, estará conmigo siempre. Y, por supuesto, en mis escritos, en la poesía.

“Con toda claridad lo aseguro: yo vine porque me enamoré de una matancera, de una limonareña. Ella ha sido un pilar importante de mi familia por su apoyo, por su comprensión, por los hijos que hemos compartido, por los nietos que siguen llegando. Todos ellos estarán también en mis palabras, y en lo que escribo”.

Ante la pregunta de si tiene algo que reprochar a la vida, Chacón evidencia por qué se considera alguien insistente, incansable: “Siempre me hará falta escribir, escribir, y escribir…”. (Por José Alejandro Gómez Morales y Gisselle Brito García)

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