Producen papa agroecológica en Ciénaga de Zapata. Fotos del autor
Juan Luis Rangel Duarte está acostumbrado a bregar a contracorriente. Cuando afloran criterios que intentan desaprobar sus empeños, de su interior emerge una fuerza descomunal como la de ciertos arbustos que crecen en el monte, y que logran penetrar con sus raíces la más dura de las piedras.
Juan Luis también ha logrado empresas impensables como transformar los suelos cenagosos de Soplillar en un jardín productivo donde nacen saludables pimientos y coles, entre los tantos cultivos que nacen en su finca de 36 hectáreas.
Lejos de regodearse por los logros asumiría un nuevo proyecto desoyendo las palabras desalentadoras: cultivaría papa mediante técnicas agroecológicas, quizás de las hazañas más trascendentales de la Ciénaga de Zapata en materia productiva.
Si bien el simple hecho de obtener alimentos en un área de poca cultura agrícola y escasos suelos cultivables ya representaba una heroicidad, introducir un tubérculo que requiere de tantas atenciones demostraría la recia voluntad de este campesino.
Pero la fuerza de la naturaleza a veces intenta amilanar el ímpetu de un hombre y cuando las plantas comenzaban a prosperar sobrevinieron cuatro temporales que anegaron la tierra. Justo cuando todo esfuerzo parecía en vano, el productor continuó aportando nutrientes y velando por la salud de las plantaciones desde prácticas agroecológicas y con el empleo de la permacultura. Mucho tuvo que ver el concurso de los especialistas de la Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey.
A los tres meses cosecharon el resultado de tanto desvelo y sobresalto, y para beneplácito de la familia de Soplillar, superaron las 10 toneladas de papa que luego surtieron las despensas de los pobladores del extenso municipio.
Quizás a muchos asombró la noticia, pero no al agricultor que durante años ha demostrado una y otra vez que en la Ciénaga de Zapata sí se puede producir alimentos.
Sentado bajo una edificación donde descansan los aperos de labranza y varios sacos del tubérculos como señal de triunfo, Juan Luis asegura que todavía quedan muchas reservas y capacidades por explotar.
Gracias a las técnicas agroecológicas y a los diferentes proyectos de desarrollo local que han surgido en el territorio en los últimos años, hoy los cenagueros exhiben una realidad diferente que se palpa a ras de suelo desde donde destaca el verdor de los sembrados.
La labor tomó años, sobre todo el enriquecer el sustrato con abono biológico, partiendo de la premisa que de la finca nada sale, ni se desecha, solo las producciones a comercializar, el resto se reutiliza y se reincorpora al suelo.
“La papa fue una experiencia un poco dura, pensé en algún momento que lo perderíamos todo, cuatro temporales contra un tubérculo muy sensible al exceso de humedad. Trabajamos el doble pero el resultado fue gratificante”, manifiesta el veterano cenaguero con satisfacción.
“Lo importante de esta siembra es demostrar a los incrédulos que en la Ciénaga se puede sembrar siempre que se dediquen esfuerzos, insumos y capacidades”.
Fundador junto a su esposa Mariana, de la Cooperativa de Créditos y Servicios Antonio Maure, logran extraer de su finca cada año hasta 500 toneladas de productos.
Ahora centran sus esfuerzos en dotar a los vegetales y viandas cosechados de valor agregado tras la creación en breve de tres nuevos mercados de nuevo, tipo donde expenderán las producciones procesadas lo cual permitirá incrementar los niveles de venta y lo más importante, la cantidad de alimentos en la mesa de los habitantes de una demarcación donde, hasta hace algunos años, la agricultura era exigua, y por la resolución de gente laboriosa como Juan Luis han logrado cosechar hasta papa.