Del reguetón al cine X: no apto para menores

Desde la puerta de la escuela se escucha la música a todo volumen: “Ahora se puso más rica…”, y a partir de ahí el cantante comienza a enumerar, con pelos y señales, los atributos físicos de la susodicha, conocida como “La triple M”. Los pioneritos, con sus uniformes de primaria, corean la letra y repiten movimientos que no entienden pero conocen a la perfección.

Esta escena, con mínimas variaciones, la hemos vivido todos los que tenemos hijos. Se ha repetido hasta el cansancio que determinados contenidos no son aptos para el público infantil. A pesar de advertencias y prohibiciones continúa pasando, pero ¿qué consecuencias acarrea la exposición de los menores a la famosa triada: violencia, sexo, lenguaje de adultos?

Comencemos por la música, el ejemplo más extendido y tolerado. Para nadie es un secreto que algunos temas populares están cargados de lenguaje obsceno, escenas sexuales, machismo, misoginia, incitación a la violencia, al consumo de alcohol y drogas, ostentación de lujos y todo tipo de excesos absolutamente fuera del alcance de la mayoría. 

Lo que nuestras mentes maduras identifican como una recopilación de exageraciones creadas con el fin de entretener, para un pequeño se convierten en patrones que copiar; recordemos que la imitación es la base del aprendizaje. En el caso específico de las niñas, los bailes sexualizados pueden atraer sobre ellas la atención no deseada por parte de adultos en su entorno y convertirlas en víctimas de abuso. 

Otro problema son los videojuegos y audiovisuales saturados de violencia. Las investigaciones no son concluyentes respecto a si el consumo de contenido sanguinario y terrorífico induce a un comportamiento más agresivo, pero se ha demostrado que, a nivel fisiológico, estimula la excitación mental y las alteraciones del sueño, mientras que en el plano psicológico se incrementan los sentimientos de ira y disminuyen los empáticos.

En cuanto a la pornografía, aunque hace menos de una década estaba bastante alejada de nuestra realidad, el acceso masivo a internet y el auge de las redes sociales han cambiado las cosas. Los resultados preliminares de un estudio llevado a cabo por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y el Ministerio de Salud Pública, entre otras instituciones, apuntan que desde la pandemia de covid-19 su consumo se ha ampliado. 

Por supuesto, la mayoría de padres y adultos responsables no van a facilitarles, como sucede con el reguetón y los videojuegos, imágenes del llamado cine X a sus criaturas; de hecho, quien sí lo haga incurre en uno de los “delitos contra el normal desarrollo de la infancia y la juventud” y puede ser procesado por ello. Sin embargo, cada vez a más temprana edad se les entrega un teléfono o una tablet, no importa si no les facilitamos los datos móviles o la wifi, ellos pueden conectarse a la web a través de amigos o simplemente pasarse esa información de un dispositivo móvil a otro.

La sexualidad es un tema delicado que debe abordarse con sensibilidad. La visualización de material sexualmente explícito antes de que los niños estén emocionalmente preparados para comprenderlo tiene consecuencias negativas, genera confusión, ansiedad o una idea distorsionada de las relaciones interpersonales. En los adolescentes puede agravarse, llegando incluso a trastornos de hipersexualidad o conductas adictivas.

El desarrollo cognitivo está en juego cuando los niños son expuestos a temas no adecuados para su edad. La complejidad de algunos de ellos puede resultar abrumadora y dificultar la comprensión de la información. En respuesta a estos desafíos, la supervisión de los padres se presenta como un factor clave. Usar las aplicaciones de control parental (algunas como mSpy, Kids Place o Confidant son gratis), establecer límites claros en cuanto al tiempo de pantalla y el tipo de contenido permitido. 

Sin embargo, más allá de simplemente restringir el acceso, también debe fomentarse la comunicación abierta. Crear un espacio donde los niños se sientan cómodos compartiendo sus experiencias mediáticas y expresando sus preguntas o inquietudes es fundamental para ayudarles a procesar la información de manera saludable. También enseñarlos a interpretar críticamente lo que ven y a desarrollar habilidades para discernir entre la realidad y el espejismo de su representación.

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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

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