Es una buena noticia que el Cine Club Baiguana, de Boca Camarioca, esté trabajando en un nuevo documental basado en el mago Serruchini, cuyo nombre es Diwaldo Ventosa Pakar, figura ilustre de la escena cubana, un auténtico personaje en el escenario y fuera de él.
Sus realizadores son Luis Enrique (Licho) Alpizar y Mayra Hernández. Por otra parte, el dibujante Ulises Guerra Yi, en su proyecto de la Casa de la Memoria Escénica dedicado al circo, además de otros acercamientos al ancestral arte, está trabajando la figura de Serrucho, como lo llama el mago Fuentes, y lo hace desde el personaje niño.
Los dos, Licho y Ulises, son limonareños, casi de la misma edad y forman parte de una generación marcada por la figura del mago que nos acompañó a muchos en nuestra infancia.
Diwaldo Ventosa Pakar nació el 3 de abril de 1941, y según su biógrafa, la también limonareña Ondina Marina Planas, «se vincula de forma autodidacta al arte de la ilusión en 1956, y en 1961 comenzó a trabajar profesionalmente como mago».
Destacado deportista, Planas refiere su trayectoria boxística, en la que «como aficionado realizó 44 peleas, de las cuales ganó 42 y solo perdió dos; mientras profesionalmente celebró 39, perdiendo solo cuatro y una en tabla».
Pakar asumió la naciente Revolución y tuvo una destacada participación en la misma.
Lo cierto es que estas dos iniciativas artísticas, sustentadas en la imagen, y de dos artistas contemporáneos y coterráneos, nos devuelven al mago que admiramos bajo la carpa del Circo Atenas, pero también en numerosos escenarios de la isla, especialmente en su terruño natal, donde murió.
Fue maestro de varias generaciones de magos cubanos que lo admiran, y que en cada encuentro recuerdan al amigo humilde, sensible, querido por ellos y su público.
El Serrucho era en realidad genial, multifacético, con una técnica impecable y un virtuosismo en varios números que sin dudas lo convirtió en un referente para muchos que lo conocieron. Para algunos es una especie de leyenda.
A menudo se recuerda el número de La Pionerita, o el de los aros, pero mi preferido era el de la cinta. Lo vi muchas veces hacerlo, en diversos escenarios. Rememoro un Espacio Memorias dedicado a él, en la Casa que conserva el patrimonio escénico, y la manera interminable en que sacaba de su boca cintas y más cintas, todo preciso, orgánico, limpio, con la genialidad de los maestros, capaces de mostrar su arte con ingenio y depurada técnica.
Creo que la última vez que lo vi fue en el Proyecto Corazón Guamacaro Km 9, donde actuó en la Escuela Fernando Planas con dos de sus alumnos, los magos Fuentes y Ubaldo. Hizo, entre otros, el número de La Pionerita y el de la cinta.
Tanto el documental como la historieta, dedicada fundamentalmente a los pequeños, son materiales que perpetuarán en el imaginario cultural ese patrimonio artístico que representa Serruchini. Son las experiencias de dos de esos niños que vivieron la magia del artista y deportista matancero, premiado con numerosos reconocimientos, una hermosa manera de recordarlo, iluminar la historia del circo cubano y sus figuras, destacar el papel de Limonar dentro de la vida de Serruchini, pero también de la historia de la magia en Cuba.
Existía un proyecto de sus colegas y amigos de dedicarle una escultura que lo recordara. Y creo que lo merece, como también el pueblo, que tiene en su historia a varias figuras relevantes.
Espero por el documental y la historieta. El Serrucho ha de estar feliz, allá, donde debe estar divirtiendo a muchos.