El lunes pasado ocurrió una descarga eléctrica en el exterior de la Empresa de Servicios a la Unión del Níquel (Esuni), en Moa, Holguín, mientras varios trabajadores esperaban el transporte obrero.
Ese trágico incidente dejó un saldo de siete lesionados, quienes recibieron los primeros auxilios y fueron trasladados de inmediato al hospital municipal, pero hubo que lamentar el fallecimiento de una persona.
Y es que más allá de los daños que ocasionan a las redes eléctricas y telefónicas, equipos electrodomésticos y de computación, por mencionar algunos ejemplos, en Cuba las descargas eléctricas constituyen la primera causa de muerte por fenómenos naturales.
Una investigación realizada por especialistas del Instituto de Meteorología, cuyos autores principales son los másteres en Ciencias Nathalí Valderá Figueredo y Evelio García Valdés, corroboró que las descargas eléctricas ocasionaron en nuestro archipiélago un promedio anual de 54 víctimas fatales entre 1987 y 2017.
La suma total de fallecimientos ocurridos en ese periodo asciende a 1742, cantidad muy superior de muertes provocadas por huracanes, tornados y eventos de lluvias intensas.
Por provincias, el número más alto para las tres décadas analizadas se registró en Granma, con 249 muertes; seguida de Holguín, que tuvo 186; Camagüey, 161, y Santiago de Cuba, 147.
Estas cifras se basan en la recopilación y procesamiento de los datos ofrecidos por el Departamento de Estadísticas del Ministerio de Salud Pública.
El mes de más pérdidas de vidas humanas fue julio, con 376, mientras en segundo y tercer lugares se sitúan agosto, que tuvo 363, y junio, 361.
Según plantean los estudiosos del fenómeno, las descargas eléctricas o fulguraciones aparecen cuando el movimiento ascendente y descendente del aire contenido dentro de una nube del tipo cúmulo nimbo, de gran desarrollo vertical, con una altura de diez a 12 kilómetros y elevado contenido de humedad, forma cargas positivas y negativas que, al acumularse en exceso, originan una descarga en forma de chispa, el relámpago.
La misma puede circular dentro de la propia nube, entre dos nubes de tormenta, o entre una de ellas y la superficie de la Tierra. Cuando el chispazo desciende a una temperatura muy elevada, choca con el aire mucho más frío de los alrededores y produce un enorme ruido, llamado trueno.
Al ser la velocidad del sonido mucho menor a la de la luz, siempre veremos primero el relámpago y después escucharemos el trueno. Las estimaciones de los científicos sugieren que la distancia a partir de la cual comienza a oírse el estruendo asociado a la caída del rayo es de ocho kilómetros o más, en dependencia de las características del entorno.
En caso de ser sorprendido por una tormenta eléctrica en plena calle, lo más recomendable es buscar refugio en el interior de una edificación techada.
Nunca debe caminarse ante esas condiciones meteorológicas sumamente peligrosas, y menos correr con la ropa mojada, ya que suele crearse una turbulencia en el aire, que puede atraer al rayo.
Igualmente, resulta peligroso colocarse debajo de un árbol, porque la descarga eléctrica tiende a caer sobre el punto más elevado. También es riesgoso practicar deportes en terrenos abiertos, montar a caballo o hablar por teléfono.
Asimismo, es aconsejable alejarse de vallas, alambres y cercas metálicas. Si forma parte de un grupo situado en un área descampada, lo correcto es separarse de manera individual, ponerse de cuclillas e inclinar la cabeza sobre las rodillas con los oídos tapados, hasta tanto pase la severidad de la tormenta.
En opinión de los especialistas, una opción muy segura es permanecer en un vehículo con las puertas y ventanillas cerradas, porque como las ruedas son de goma, las descargas eléctricas circulan por el exterior del metal y dejan en el interior un campo eléctrico nulo, proceso denominado Jaula de Faraday.
Si la persona se encuentra dentro del mar, piscina o bañándose en un río o presa, lo recomendable es salir de inmediato del agua tan pronto empiece a tronar, porque esta conduce la electricidad.
(Tomado de Granma)