Los acordes de La guantanamera y el bullicio de niños llenan el lugar. No hay dudas, es ahí, donde el amor y el arte se dan la mano. Los pequeños pintan sus sueños; algunos tienen necesidades especiales, pero no importa, todo un personal capacitado se encuentra allí, para ayudar en su integración en la sociedad.
Defectólogas, psicólogas, bibliotecarias y miembros de la Asociación Hermanos Saiz forman parte de Tocororo, proyecto de Yurién González Alonso, el bombero, ingeniero industrial y licenciado en Estudios Socioculturales con un corazón que es más grande que su estatura.
Entre llamas Yuri se descubrió un buen día, salvando vidas y bienes, y quedó enamorado de esa noble profesión a la que llegó por medio del Servicio Militar, en el año 90. “Seleccionaron a uno por unidad en aquel momento para un curso de especialista contra incendios en la Escuela Nacional de Bomberos, y como tuve labores destacadas allí me gradué. Trabajé 10 años de bombero activo, ocupando cargos en diferentes comandos, desde bombero recluta hasta jefe de unidad, como la de Matanzas del Comando 1, que está en la plaza de la Vigía.
“Después me licencié de la parte militar, seguí trabajando en la Agencia de Protección Contra Incendios y estuve muchos años de especialista. En la Asociación de Bomberos de Matanzas fui instructor-capacitador. Llevo 30 años de servicio, de una manera u otra.”
No fue por azares, sino intencionada, su vinculación a los estudios socioculturales. Confiesa que siempre tuvo entre sus sueños la idea de crear un proyecto comunitario.
“Los sábados me dedicaba a la carrera, y eso me fue vinculando al arte. Trabajé de administrador en un museo, en Teatro Las Estaciones con Zenén y Rubén (grandes amigos míos), en el sistema de Casas de Cultura, el centro José Jacinto Milanés, el Museo Castillo San Severino, donde entre otras responsabilidades fui promotor cultural. Me introduje en el mundo sociocultural, hasta que con la experiencia que viví en el proyecto Maravillas de la Infancia, donde estuvieron mis niñas ocho años, decidí que era el momento de dar un salto e iniciar mi propio proyecto”.
Desde sus orígenes, Tocororo aunó manos y esfuerzos por una causa a la que se siguen sumando personas. “Por Facebook, en un grupo martiano conocí a Karelis, defectóloga. Ella tenía su idea de un proyecto inclusivo y yo tenía la idea de un proyecto sociocultural. Entrelazamos todo y surge este al que le pusimos el nombre de nuestra ave nacional”.
La doctora en Ciencias Pedagógicas y profesora adjunta de la Universidad de Matanzas, Daisy Ríos Moreno, y los especialistas de la Sala Juvenil e Infantil de la Biblioteca Provincial Gener y Del Monte, también forman parte de este propósito.
Gracias a Tocororo, niños con discapacidades visuales y auditivas se integran perfectamente con otros infantes. Incluso lenguaje de señas aprenden todos con vistas a una mejor comunicación.
Con voz entrecortada, muestra de su orgullo ante los resultados, Yuri abre la carpeta que siempre le acompaña. “Estos son dibujos de los niños. Algunos los encuadramos, les ponemos por detrás los datos de sus dibujantes y los entregamos como souvenir en las actividades a las que vamos”.
Pero las artes plásticas son solo una de las manifestaciones desarrolladas como parte del proyecto. Casa sábado la música y el teatro no faltan en la cita, cuya mayor finalidad es lograr que los pequeños sean felices y estén mejor preparados para la vida.
“Siempre hacemos por la mañana un pequeño matutino, donde hablamos de efemérides importantes, principalmente que giren sobre la vida de Martí. Tratamos de retomar la Cívica, la cubanía, la identidad nacional, que nos hacen tanta falta hoy.
«También trabajo la parte deportiva, porque me gusta mucho el fútbol; fui del equipo juvenil de fútbol de Matanzas cuando tenía 16 años. Además, trabajamos en una tercera extensión de proyecto: la parte ecológica. Estamos vinculándonos con el Citma y con Flora y Fauna; con la sociedad de espeleología preparamos para este mes una actividad en la sala 3D, con documental de fauna cubana para fomentar la protección de su hábitat. Queremos crear un campamento de pioneros llamado Tocororo, para hablarles allí a los niños sobre la naturaleza y el desarrollo sostenible, apreciar el medio ambiente”.
Hay que verles declamar, cantar, bailar, pintar, sonreír, para entender el alcance de lo logrado por los integrantes del proyecto comunitario.
“No se crean que es fácil, yo trabajo por cuenta propia, dirijo el grupo de diseño gráfico y ambientación Contraste. Pero siempre busco el tiempo y estoy muy involucrado. Cuento con el apoyo de mis niñas, que son parte de Tocororo, y de mi pareja. Me siento muy complacido”.
Pero los sueños de Yurién no han acabado. Si le preguntas, la lista de propósitos con sus niños es infinita, así como ilimitadas son la bondad y nobleza de este bombero, que con alas de Tocororo ha conquistado las cimas más altas.