A Yirmara no le va a gustar esta crónica. Es más, me advirtió que no la escribiera. Quizás crea que no la merece. Tal vez haga hasta lo imposible para que algún mecanismo de Google la esconda en la nube y nadie la encuentre jamás en la infinitud de las redes. No querrá que nadie la lea. Y de verdad que le pido disculpas. No seré adulón, porque lo detesto, y ella también, y una crónica adulona no hay Dios que se la lea.
A Yirmara no le va a gustar esta crónica, pero tengo que escribirla. Me he obligado a hacerlo. Ingenuo yo, que creo que un texto puede estar a la altura de una periodista como ella.
Si alguien habla de Yirmara Torres, enseguida habrá quien diga “profesora”, “jefa de informativos”, “presidenta de la Unión de Periodistas de Cuba en Matanzas”, “reportera a todas”. A ello habrá que agregarle que Yirmara es una periodista al pie del peligro, y nos lo enseñó —por si alguien lo dudaba— en la cobertura del peor incendio en la historia de Cuba, ocurrido en la base de supertanqueros de Matanzas.
Fungió como presidenta de la Upec provincial, preocupándose por los periodistas que sufrieron quemaduras cuando reventó el primer tanque y el fuego quiso devorarse lo primero que tuviera delante. Los visitó, los llamó. Se tomó un café con ellos.
Y, porque la humildad también radica en no querer prebendas cuando se ocupa un cargo, Yirmara puso el transporte de la Upec de Matanzas en función de la cobertura del incendio. Siempre repetiré, donde quiera que me pare, que Cubadebate debe la cobertura que hicimos a Yirmara Torres.
No sé cómo lo logra, pero además de brindarnos su casa para unas pocas horas de sueño durante casi una semana, y además de ocuparse de su trabajo como presidenta de la Upec, Yirmara no dejó de reportar el siniestro ni un solo día.
El lunes 8 de agosto, a las tres de la mañana, una de las explosiones nos agarró en el puesto de mando, muy próximo a la zona del incendio. Fue la primera vez que sentí miedo, el calor te golpeaba en la cara y las manos me temblaban. Yirmara lo notó. Ella estaba serena. No hay nada más gratificante que en momentos como ese, alguien te diga que todo va a estar bien. Esa fue Yirmara.
Yirmara fue también quien vino con los ojos lagrimosos a darme la mejor noticia que recibió ese día. En un mensaje de voz un joven bombero le decía: “mi vida, soy el muchacho que usted entrevistó, estoy vivo”. Si algo no le puede faltar a un periodista es la sensibilidad, y a Yirmara le sobra, como le sobró el valor para acercarse al peligro y mantener informado a todo un país.
Hay algo en lo que todos coincidimos. A Yirmara no le gusta hablar de ella, prefiere —y es hermoso que lo haga— resaltar el trabajo de los demás. Por eso, estoy seguro, que a Yirmara no le va a gustar esta crónica. (Por: Andy Jorge Blanco/Cubadebate)
En estos días han aparecido en las redes varios «opinadores» destilando veneno sobre cualquier arista informativa que aborde el incendio, desde sus causas hasta la identificación de los restos de los que el siniestro atrapó en sus llamaradas. Al pie del artículo original de Cubadebate, enalteciendo la actuación de Yirmara, una periodista de los medios matanceros ante el incendio, un opinador que se identifica como “fiscal”, critica a los que, como la periodista, se expusieron una y varias veces, al peligro, enlodando su actuación al calificarla de infantilismo de golpes de efecto e irresponsabilidad. En dicho medio comenté, y me publicaron lo que sigue:
«Al señor que dice llamarse fiscal.
Hay que lavarse la boca para hablar de responsabilidades, de valentías y heroicidades. Lo que usted califica de infantilismo de golpes de efectos e irresponsabilidad los demás los calificamos de heroicidad en grado sumo. ¿Que no estábamos preparados para un evento de tal magnitud? ¿Que nuestros bomberos, socorristas y el resto de nuestros abnegados hombres y mujeres que se enfrentaron al siniestro no contaban con todos los medios técnicos, equipamiento y soluciones tecnológicas para hacerlo? Ello es dolorosamente cierto, y la suerte de contar con la ayuda solidaria, la experiencia, el equipamiento y las soluciones tecnológicas de nuestros hermanos mexicanos y venezolanos, fue clave en la extinción del incendio y en la preservación de las vidas de nuestro personal. Pero esa valentía, esa determinación de hacerle frente al problema a pecho descubierto, a veces sin esperar que estén todas las condiciones, pues se sabe que la espera puede empeorar el resultado, ha sido una característica de nuestro pueblo, de nuestros jóvenes. Nuestra Historia está llena de anécdotas que lo ilustran. Me permito recordarle una. En Girón, fueron jóvenes, sin la experiencia y preparación necesaria, quienes manejaron las cuatrobocas de nuestra incipiente artillería antiaérea. ¿Le diría a alguno de ellos que no podían enfrentar la aviación mercenaria pues apenas conocían el tiro de las cuatrobocas y los aviadores mercenarios conocían su oficio? ¿Que era un irresponsabilidad o infantilismo asumir su puesto? No señor «fiscal», ante estos jóvenes, los que sobrevivieron y los que perdieron la vida, la admiración ante su determinación y el agradecimiento eterno ante su valentía.»
En dos palabras es una coj…..ya que ha pasado x mucho y gente como ella es la que necesitamos,franca, clara,concisa y precisa.