La muerte de la izquierda boliviana

La muerte de la izquierda boliviana

Con poco más de un 11% del total de votos en los comicios celebrados el pasado domingo —sumados los resultados de Alianza Popular y el Movimiento al Socialismo (MAS)—, la izquierda boliviana queda al margen del poder político en el país andino tras casi dos décadas de gobierno. 

Las luchas internas entre las facciones lideradas por Evo Morales y Luis Arce, junto a la crisis económica que viene experimentando el país en los últimos años, situaron al MAS en el más adverso de los escenarios posibles, obteniendo el peor de sus resultados en lo que va de siglo. 

La crisis económica 

Cuando en 2006 Evo Morales juramentó como presidente de la nación, o incluso desde su triunfo electoral en 2005, la popularidad del político aimara y el partido que representaba se sustentaba en la agenda política y económica que prometían llevar a cabo. 

La inclusión de los movimientos indígenas dentro de la vida política y el pleno reconocimiento de los derechos de estas comunidades, junto a la reducción de la pobreza y el analfabetismo, así como los distintos programas sociales impulsados a partir del sostenido crecimiento económico; terminaron por convertir al MAS en una fuerza aplastante en la nación, triunfando en las elecciones de 2005, 2010, 2015 y 2020.

No obstante a ello, durante los últimos años la fuerza del Movimiento al Socialismo había entrado en un franco declive. El progresivo fin del boom las commodities —como se calificó al período de bonanza del precio de las materias primas—, repercutió en la caída de las exportaciones bolivianas y en un deterioro del programa redistributivo sostenido, en buena medida, por los ingresos de las ventas de gas. 

Así, los extraordinarios crecimientos económicos se irían contrayendo, las reservas de divisas recortándose y la inflación y el déficit fiscal disparándose. Las largas filas en las gasolineras, los elevados precios de los productos esenciales y la depreciación de la moneda nacional afectaron la popularidad del MAS, al punto de dejar a Luis Arce con escasas posibilidades de ser reelecto, dadas las críticas a la gestión económica de la crisis. 

Las divisiones internas

Aun cuando en 2020 el propio Morales nombró a Arce como su sucesor al frente del MAS, ofreciéndole un respaldo total para la candidatura presidencial; la conformación de un gabinete de perfil técnico, con una mínima representación de los movimientos indígenas, afloró los primeros distanciamientos entre el exmandatario y su exministro de Economía, convertido en presidente del Estado Plurinacional. 

Tras la inhabilitación de Evo Morales como candidato presidencial, luego del dictamen del Tribunal Constitucional Plurinacional en 2023, las diferencias entre uno y otro no harían más que profundizarse. Imposibilitado de luchar legalmente por un nuevo mandato, el líder aimara aprovecharía la coyuntura económica para lanzar duras críticas al gobierno de Alce —al que calificaría como autor intelectual de la «persecución política» en su contra—, que, a su vez, señalaría a las facciones evistas dentro del Congreso como culpables de la crítica situación del país, al intentar boicotear de manera reiterada la gestión de su administración. 

En este fuego cruzado el MAS fue desperdigándose en distintas organizaciones y facciones como el Movimiento de Renovación Nacional (Morena), la Alianza Popular y los evistas —nucleados en el sindicato cocalero del Chapare y en el partido (sin personalidad jurídica) Evo Pueblo—. Tal atomización situó peligrosamente al MAS al borde de la desaparición —evitada con la superación de los tres puntos porcentuales en los pasados comicios— y dejó sin posibilidades de triunfo a una izquierda antaño imbatible. 

Los nuevos ganadores y el futuro de Bolivia 

Renovada por la hemorragia interna de la izquierda, la derecha detentará nuevamente el poder político en la nación andina. Triunfe Jorge Quiroga (LIBRE) o Rodrigo Paz (Partido Demócrata Cristiano), a Bolivia retornarán las políticas neoliberales y las manidas fórmulas de rescate económico y recorte fiscal definidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. 

La apuesta de ambos se centra en el fomento de la industria extractiva, la reducción del gasto público, la privatización del sector público y la redefinición de la política exterior, acercando al país a los intereses estadounidenses y europeos; lo que supone, en cualquier escenario, un desmantelamiento del proyecto que el MAS estructuró durante casi veinte años. 

Pero la restauración derechista en Bolivia, que impactará negativamente en una población dependiente de los subsidios y las ayudas estatales, pudiera suponer, asimismo —dada la prevalencia que tendrá dentro del poder legislativo—, una amenaza a las propias bases del Estado Plurinacional, a la Constitución de 2009 y a la inclusión de las comunidades indígenas —más del 40% de la población total. 

Lectura final 

La caótica derrota de la izquierda boliviana, en medio de un convulso panorama regional para las fuerzas progresistas, que supone el cierre definitivo de un ciclo político que llevó al triunfo de disímiles proyectos más o menos radicales en la región, demuestra cómo toda la ola progresista latinoamericana se vio atravesada, y a la postre finiquitada por los mismos fenómenos. 

Más que las fuerzas reaccionarias, fue la propia izquierda, con sus transformaciones a medias, que nunca llegaron o pretendieron socavar las bases del sistema, y los personalismos y caciquismos que signaron su proyecto; la que ha terminado por destruirse a sí misma. 

El MAS en Bolivia, engullido por la democracia liberal y el clientelismo, fue despojándose gradualmente de la herejía política y los ideales populares que lo habían convertido en el partido de los movimientos indígenas y sociales, reduciéndolo a un partido de turno más, a un nuevo instrumento estatal. 

De cara al futuro, y aun teniendo en cuenta la apertura de un nuevo ciclo de luchas sociales con la restauración derechista en el país, la izquierda contará con unas casi nulas posibilidades de catalizar cualquier descontento social. 

Muy probablemente, el desmembramiento del MAS dará lugar a un largo período de crisis política para las fuerzas progresistas y, teniendo en cuenta la fuerza con la que aún cuenta Evo Morales, y la posición caciquista que ha asumido, el panorama a futuro luce sumamente desesperanzador.

Recomendado para usted

Foto del avatar

Sobre el autor: José Carlos Aguiar Serrano

Lic. Marxismo-Leninismo e Historia por la Universidad de Matanzas. Ex profesor universitario.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *