
Muchos matanceros mantienen un vínculo sentimental con el polo productivo de Ceiba Mocha, donde miles de yumurinos en décadas pasadas se enfrentaron por primera vez a los rigores de la agricultura mientras permanecían en los campamentos ubicados en la zona, en aquellos períodos en su etapa formativa conocidos como “escuela al campo”.
Durante un mes aproximadamente, un gran número de adolescentes de diversas secundarias de la ciudad de Matanzas se estrenaban como inexpertos labriegos en un área cubierta lo mismo de viandas, que de hortalizas, con el deseo expreso de cumplir una norma para muchos irrealizable y fatigosa.

El tiempo pasó, los campamentos dejaron de recibir muchachos y hasta el afamado polo productivo languideció. Durante el transcurrir de los años numerosos han sido los intentos por revitalizar este espacio agrícola próximo a la cabecera provincial y que bien pudiera suministrar hasta un 30 por ciento de los productos que pusieran el plato de comida en la mesa de los yumurinos.
Bendecidos por la naturaleza, los suelos ferralíticos rojos de Ceiba Mocha se caracterizaron durante años por las altas producciones. Incluso, muchos recuerdan las grandes plantaciones de café, y los elevados rendimientos de hortalizas y vegetales que se cosechaban en muchas de las áreas que hoy conforman la Unidad Básica de Producción Cooperativa.

Entre las acciones que perseguían rescatar aquella bonanza de antaño resalta la transformación en comunidad del centro escolar que, bajo el nombre de Horacio Rodríguez, también marcó la vida de miles de estudiantes desde su inauguración en los años 70.
La idea inicial, según explica el presidente de la UBPC, Alexis Pablo Machado, consistía en transformar aquel inmueble en hogares para los trabajadores de la unidad productora, mas hoy, de las 86 casas entregadas, muy pocas pertenecen a los 142 trabajadores bajo su dirección. Se trata, sin dudas, de una de las tantas políticas que se aprueban en el país y que se desvirtúan en el transcurso del tiempo por la ausencia de control y sistematicidad.
Si bien es cierto que han sido incontables los intentos, las máximas autoridades del Partido y el Gobierno en la provincia son conscientes de la importancia de rescatar este enclave productivo, por lo cual no cejan en el empeño de enrumbar definitivamente el ansiado despegue, chequeando cada acción emprendida en las 24 fincas que integran la cooperativa, y con frecuentes visitas para constatar en los surcos el paulatino proceso de recuperación.
Para Joaquín Tamayo sí se pudiera hablar dentro de muy poco del renacer del polo agrícola de Ceiba Mocha. Expresa su convencimiento desde la finca # 12, ubicada en las áreas de San Simón. Con un sombrero de yarey desgastado por el sudor y los años supervisa como jefe de finca los retoños del plátano recién sembrado. En dos jornadas y bajo la lluvia, lograron cultivar 3 300 plantas de la variedad Fiat 002.

La labor la realizaron cuatro hombres para cubrir tres hectáreas del llamado plátano extradenso, por el marco de plantación que se aplica en su siembra. “Este plátano tiene mucha fama, veremos cómo sale”, comenta mientras la mirada se le pierde en la Loma del Cura, una incipiente elevación que sirve de cortina natural a unas tierras prodigiosas de gran productividad pero que vieron disminuidos los rendimientos por la falta de apoyo en tiempos pasados.
“Sin combustible ni electricidad no se pueden alcanzar grandes resultados. Ahora sí sentimos ese apoyo constante que se convierte en grandes volúmenes, como los 600 quintales de boniatos que recogimos hace poco”, comenta el veterano finquero.
Con más de 10 años al frente de esa porción de tierra, rememora aquel pasado oneroso cuando apenas producían y pasaban hasta ocho meses sin recibir salario.
Hoy el monto salarial ha aumentado, estimulando a los trabajadores a realizar un sacrificio extra, como sembrar más de tres mil plantas sin reparar en la lluvia, y lo dificultoso que resulta enfrentarse a unos suelos rojos enchumbados, “entripados por tanta agua logramos terminar la siembra”:

Observa al campo con cierta mirada suplicante porque a veces la naturaleza juega su mala pasada, como la plaga reciente que afectó a los campos de yucas, aniquilándolos en apenas horas. “Aquel gusano de colores se ensañó con la yuca”, pero nos recuperamos porque aquí el éxito radica en tener el campo siempre “sellado” con algún cultivo”.
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A varios kilómetros de allí, casi en el otro extremo del poblado, radica la finca # 1. El fuerte sol reseca la tierra con furia. Nadie creería que en la noche anterior aquellos suelos quedaron anegados por un fuerte temporal. Para Pepe, como todos conocen a Pedro Luis Cabrera, los suelos rojos son buenos pero drenan muy rápido, y pronuncia la frase mientras señala el polvo rojizo que se levanta a orillas del camino.
El sol fuerte del mediodía obliga a los trabajadores —reclusos de una granja penitenciaria cercana— a guarecerse bajo unos frondosos árboles cercanos esperando el horario de almuerzo. Desde bien temprano en la mañana comenzaron a sembrar el bejuco de boniato traído desde La Angelina, en Máximo Gómez.
Al borde del surco descansan promontorios creados con el bejuco que servirá de semilla. Una parte ya se introdujo en los surcos. Es tan fuerte el sol que las posturas yacen desfallecidas sobre la tierra. Por suerte, dentro de poco se aproximará la máquina de riego que lentamente pasará sobre los cuadrantes recién sembrados.

Bastaría subirse al elevado para comprender que son otros los tiempos que corren en la UBPC. Justo a poca distancia desde donde los hombres comienzan a cubrir los suelos con el boniato Inivit avileño, se aprecian varios campos de maíz y boniato que muestran un intenso verdor y buen desarrollo. Pero Alexis Pablo Machado sabe que aún resta mucho para alcanzar siquiera los niveles productivos del pasado. Sí se encuentran en un momento favorable con el apoyo constante y decisivo de las autoridades de la provincia.
Este vínculo evitará seguramente que suceda algo parecido a lo experimentado hace algún tiempo cuando perdieron tres bancos de transformadores que alimentaba a una máquina de riego porque no se solucionó a tiempo una avería en un poste. La respuesta tardía trajo como consecuencia que los dispositivos eléctricos quedarán inservibles afectando un área nada considerable de la UBPC.

El empeño por transformar la cooperativa logró que finalmente se reactivara la máquina de riego, y se sumara a otros seis equipos en activo. De las 172 hectáreas cultivables con que cuenta la unidad han logrado plantar 81 con renglones como la yuca, el boniato, plátano y maíz.
Con cierto orgullo sano el directivo afirma que desde que asumiera la dirección, hace siete años, dejaron de operar con pérdidas, logrando utilidades a raíz de un estado financiero favorable. Entre los logros también enumera la buena relación con el Banco, permitiéndole adquirir créditos por la seriedad con que asumen los pagos. “Se trata de dirigir el monto del crédito hacia la actividad que declaraste, no lo puedes dedicar a otra tarea. Esa responsabilidad te permite obtener las ganancias y cumplir tus compromisos”.

Esta UBPC, explica, fue de las pocas que cumplieron la contratación contraída con el frijol al entregar al Estado 35 toneladas cosechadas en las tierras de la unidad. Lograría muchos más si contaran con maquinarias en mejor estado técnico y no los viejos equipos casi obsoletos que muchas veces quedan varados en medio del campo por las continuas roturas.
Pero la obsolescencia del parque automotor no representa una justificación para no desarrollar actividades imprescindibles como la rotación de los cultivos y cubrir cada espacio cultivable. Su sueño, según expresa en voz alta, consiste en lograr más temprano que tarde sellar con hortalizas, granos y viandas las 172 hectáreas de la cooperativa.

Al menos las áreas ya no permanecen cubiertas de malezas y se percibe el laboreo constante con tierras cultivadas o en preparación aguardando por la semilla.
Siendo el principal polo productivo con que cuenta el municipio de Matanzas, con sus producciones pudieran suplir hasta un 30 por ciento de la demanda de los más de 145 mil habitantes que habitan en la urbe y zonas aledañas, no obstante, aunque resulta indiscutible el impulso experimentado en los últimos tiempos, las 1 172 toneladas planificadas para el presente año están muy distante del verdadero potencial.

Sobre todo si se toma en cuenta que en el 2011, tras otro periodo de transformación anunciado alcanzaron 2 500 toneladas. Desde entonces han aparecido, una y otra vez, los titulares de prensa que auguran “un nuevo renacer”.
Lo cierto es que quedó en el pasado aquellas deudas millonarias que enrarecieron el buen funcionamiento de la entidad, en cambio, hoy muestran niveles de ganancias que superan los ocho millones de pesos, sólo en lo que va de año.

A ello se suma que productores como Joaquín pasaron del triste panorama de esperar hasta ocho meses para percibir un salario, a devengar hasta 100 000 pesos por una cosecha. Se trata de hechos incontrastables que demuestran que los trabajadores de la UBPC Ceiba Mocha sí labran el camino para rescatar su gran legado.
