
Actores del filme Memorias de un asesinato
El hombre mira desde las alturas. Una mujer y una estudiante que no debe superar los 18 años cruzan sus caminos. La oscuridad llena el lugar; solo se escucha la caída constante de la lluvia. Las observa con dudas. Después de varias miradas hacia ambos lados, toma una decisión. Con un placaje derriba a la chica para amordazarla y violarla. Al día siguiente, es encontrado el cadáver entre los árboles del bosque.
Entre 1986 y 1991, en el poblado de Hwaseong, Corea del Sur, 14 mujeres mueren después de ser violadas. El país, durante la dictadura militar, no presta atención al hecho. Mientras el culpable perpetra sus crímenes, las fuerzas del orden dedican su tiempo a reprimir manifestaciones. Hasta el 2019, la identidad del culpable no sería revelada. Causa enorme indignación el hecho de que Bong Joon-Ho creara Memories of murder, película que retrata de manera sincera la ineficaz respuesta policial.

Nuestro mundo es idéntico al del filme, cargado de gente común, abusos de poder y fallas constantes. Los consumados profesionales del CSI no son los investigadores, sino que presenciamos a un torpe dúo de policías que no teme usar la fuerza, incluso, contra los inocentes.
Los investigadores Park (Song Kang-Ho) y Cho (Kim Roi-Ha) son los encargados de encontrar al homicida en el recóndito poblado. Seo (Kim Sang-Kyung), detective enviado desde la capital, se adhiere a la pareja y deja al descubierto su ineptitud.
Aunque derive en la simple búsqueda de un asesino, no debemos encasillar la cinta como thriller policiaco. A pesar de beber del cine crepuscular de Fincher y el suspense de Hitchcock, se alza como una obra única por sus personajes y complejos diálogos. Largometrajes como este son los encargados de demostrar que los géneros cinematográficos no son una camisa de fuerza.
Park no necesita investigaciones exhaustivas, pues recurre a métodos más originales. Ante la ausencia de vello púbico en escenas del crimen, decide observar genitales en baños públicos en busca del delincuente. También considera plausible acudir a una vidente. La mezcla de ridiculeces realza la poca seriedad con que fue tomado el crimen.
La relación de Seo con el protagonista es crucial para comprender el sentimiento reinante: la impotencia. Seo, como detective joven e inteligente del grupo, aporta un enfoque más efectivo a la investigación. Su rivalidad con Park lo posiciona como el lado positivo y lógico de la película. La ira y la incapacidad de resolver algo son los causantes de que se convierta en lo que juró destruir. Al sentirse inútil, es víctima de un arranque de furia y echa por tierra todos sus esfuerzos. Cuando la historia concluye, Seo es tan reprochable como sus peligrosos compañeros.
Hay un elemento que añade un ambiente bizarro a la obra: las patadas “voladoras”. Me encontré en una situación bastante cuestionable cuando me reí de las vistosas agresiones. No presenciamos una aventura divertida de Jackie Chan ni una batalla ruidosa de Chuck Norris, sino un thriller de tono gris basado en hechos reales.
A veces, el recurso de la sátira resulta intrusivo. Nuestra pareja de policías, como si de una comedia tratase, propina golpizas a los sospechosos para que confiesen un crimen que no cometieron. No olvidemos que, entre peleas, borracheras y conversaciones banales, transcurre una historia de muerte y hostilidades. Detrás de cada persona torturada hay familias inocentes y un criminal que se burla de las autoridades.

Aunque parezca preciosa, la imagen no busca belleza. Cada arrozal y camino solitario que aparece en pantalla transmite sensación de abandono. Los silencios invaden el paisaje campestre y llenan el plano de un vacío espeluznante.
Memories of murder, paradigma del naciente cine coreano en el siglo XXI, coincide en tiempo con otros filmes coterráneos como Oldboy (2003), Mr. Vengeance (2002) y The host (2006). Juntos, enmarcan un movimiento con características distintivas como la irreverencia y una representación algo incómoda de la realidad.

No cumple su rol como película detectivesca. El culpable no solo queda impune, sino que mantiene su presencia en completo anonimato. No hay noticias de él, solo que está entre nosotros. La conclusión es un anticlímax; deja al espectador con más dudas que respuestas.
Desde la comedia negra, Bong Joon-Ho denuncia la violencia institucionalizada y a aquellos que no hicieron su trabajo, tan culpables como el homicida. Memories of murder está llena de ridiculeces y prueba, una vez más, que no estamos en las mejores manos. (Por Máximo Enrique Badía Yumar, estudiante de Periodismo-Edición web: Miguel Márquez Díaz)
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